Una vez más (casi se hace una costumbre anual) los venezolanos iremos a los sitios donde el Poder Electoral estableció los Centros de Votación para que cada quien sufrague por quien le parezca más idóneo o idónea a los fines de ocupar un cargo de representación popular, bien sea en las Gobernaciones, Consejos Legislativos, Alcaldías o Cabildo Distrital y Metropolitano. Ello es una objetiva demostración de lo que es la Democracia Bolivariana, Participativa y Protagónica, caminando cada vez con mayor esperanza y apremio hacia la construcción del Poder Popular, el cual todavía necesita de la mayor capacidad organizativa de las comunidades y la adquisición de mejores niveles de conciencia de clase social, así como el papel que le corresponde desempeñar al colectivo en un todo, tanto como cada uno, por operacionalizar una efectiva capacidad decisoria en las políticas públicas.
La historia nos impulsa a acudir a esa cita este Domingo 23, cada quien tiene la posibilidad de varias opciones: votar a favor de la propuesta de transformación nacional bolivariana; votar en contra de ella, votar de manera mixta o cruzado, o, sencillamente no acudir a votar. Ello está a criterio personal, sin embargo, todo acto humano tiene algún efecto o consecuencia, o lo que en física nos enseñaron los profesores: toda fuerza de acción tiene su fuerza de reacción. Creer que nuestra oportunidad de votar no tiene importancia y que “ya todo está listo”, es “pecar de tonto” (como popularmente se dice). Si se asume esa conducta de no votar se le disminuye las posibilidades de llegar a quienes estimamos que lo harán mejor y se le abre espacio a quienes estamos convencidos que no son los mejores; lo adecuado es ir y por una vez más al centro de votación y liberarnos de nuestras dudas sufragando por los que aspiramos sean conductores de la gestión de gobierno.
Dejar de votar o ser abstencionista, que es lo mismo, a pesar de ser una opción legal y legítima para cada uno en particular, no menos cierto es una posición ambigua, timorata e indiferente, pues con tal actitud lo que se demuestra es el temor a equivocarse o a no escoger el ganador, es decir, es una tremenda apatía y duda interna; le da igual lo que suceda o realicen los gobernantes, así él o ella misma cargue con las consecuencias despues; o es de los que sólo les importa ganar y cualquier derrota les amarga la existencia para siempre, por ello para no pasar el trago de un posible fracaso en el intento, no asiste y lo resuelve con un “menos mal que yo no voté por ninguno”… ¡Que frase tan tonta y vacía!
Algunas veces no podemos negar que los gobernantes nuestros no son lo mejor o no son lo que totalmente aspirábamos cuando los elegimos, nos creamos expectativas, teníamos anhelos y el tipo o tipa no cumplió o cumplió a medias y nosotros sencillamente nos calentamos asumiendo la abstención como una manifestación de inconformidad. De esa actitud puede suceder que el nuevo “elegido” nos resulte como el refrán: “es peor el remedio que la enfermedad” y luego debamos aplicarnos en primera persona: “después de ojo sacado no vale Santa Lucía”. Por tanto nuestro planteamiento es llamar a todos los electores a votar, hacerlo por quien mejor les perezca o crean conveniente pero votar. Si resulta ganadora la formula escogida: ¡Felicitaciones! Si en contrario resulta derrotada: No importa usted dejó su opinión en la consulta y se liberó de la duda; si en los próximos años el que ganó lo hace mal usted puede hablar “hasta por los codos” con satisfacción… pero si en contrario el gobernante lo hace bien y el equivocado era usted, tenga la gallardía y nobleza de admitirlo y reconocer con justicia la verdad objetiva, sin que ello implique perder la dignidad o arrastrarse en forma adulante.
En el escenario de la oferta hay de todo y para todos los gustos, desde el candidato que habla cual si fuese un Cuentacuentos para niños, pasando por los “proyectologos”, hasta llegar a los de conducta canallesca que no tienen programa de gobierno coherente y su campaña se la dedican a denigrar del gobernante de turno, su familia y compañeros de gestión. Esta última tipología de candidatos es la peor, porque los alimenta el odio, la envidia, la inquina y hasta el crimen; son capaces de hacer cualquier cosa para destruir al contrario pues su objetivo es llegar a cualquier costo. De allí la necesidad de valorar los atributo, las conductas y las acciones de cada quien, escoger el más adecuado a nuestro criterio y entonces ir a votar haciéndolo con la conciencia clara que hemos acudido a nuestra cita con la historia… que luego contaremos a nuestra prole. (20/11/2008)
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