El domingo 23 de noviembre se llevarán a cabo elecciones a Alcaldes y Gobernadores en Venezuela. El movimiento bolivariano, liderado por el Presidente Chávez, tendrá la oportunidad de tomarse revancha ante el traspié sufrido el 2 de diciembre del año pasado. La oposición, intentará medir fuerzas y demostrar que la Revolución se encuentra en proceso de decadencia o al menos de estancamiento.
Nadie será indiferente ante el resultado de estas elecciones regionales, como tampoco a nadie se le escapa que estos comicios trascienden el mero espacio de lo local. De acuerdo a cómo quede configurado el mapa político del país se harán las diferentes interpretaciones y análisis. Las elecciones de este domingo, entonces, revisten un carácter estratégico en la lucha política venezolana.
Sabemos todos que dos proyectos son los que confrontan: el impulsado por el comandante Chávez, de revolución patriótica, antiimperialista y en vías al socialismo, y el sostenido por la oposición, de carácter neoliberal, libremercadista y aliado a los Estados Unidos.
Acertadamente, uno de los principales dirigentes del Partido Socialista Unido de Venezuela, el general Alberto Muller Rojas, señaló en una entrevista: “No estamos ante unas simples elecciones de autoridades regionales. Ésta es una campaña nacional vinculada al juego político internacional. Aquí se enfrentan las fuerzas que luchan por la pluripolaridad y por un modelo nuevo de relaciones políticas, económicas y diplomáticas, contra las fuerzas que apoyan la unipolaridad, representada en la alianza atlántica que gira fundamentalmente en torno a Estados Unidos y a grupos minoritarios que en sus países apoyan la plutocracia que hoy domina el sistema internacional”.
Los avances en la política de integración y unidad latinoamericana caribeña han contado en los últimos años con un protagonista fundamental: el comandante Hugo Chávez. Difícil es imaginarse los pasos dados en esa dirección sin la presencia del presidente venezolano. Esto sin quitar méritos a otros mandatarios que han aportado sustancialmente en la lucha por la integración soberana. Mas a nadie se le escapa que, tanto Petrocaribe y el ALBA, como UNASUR y el MERCOSUR, han sido espacios creados o apuntalados desde la Revolución Bolivariana. Es entonces cuando un Chávez, fortalecido o debilitado, importa al imperialismo, enemigo de toda forma de integración que cuestione la dominación estadounidense en la región.
Para los intereses oligárquico imperialistas, presentar a un Chávez sin el respaldo popular categórico que lo ha caracterizado en sus ya casi diez años de gobierno, es fundamental. Y de acuerdo a los resultados del 23 de noviembre, la maquinaria mediática se pondrá en pleno funcionamiento, desplegando todo su abanico de calumnias, que recorrerán desde la denuncia de fraude hasta la minimización del triunfo bolivariano en caso de que éste sea contundente. Lo mismo que estamos observando en estos momentos en Nicaragua, el sandinismo ganó legítimamente las elecciones municipales del 9 de noviembre último y la oposición desconoce el resultado, acusando fraude, bajo el consentimiento del embajador estadounidense Robert Callahan. Nicaragua, miembro del ALBA y Petrocaribe e impulsor de las políticas de unidad latinoamericana caribeña, a través del presidente Daniel Ortega, es también escenario de esta lucha entre los Estados Unidos, por conservar su hegemonía mundial y América Latina y el Caribe por integrarse soberanamente.
Ya el terrorismo mediático, a través de sus analistas y politólogos a sueldo del imperio, ha comenzado a desplegar un aluvión de comentarios tendientes a demostrar que la izquierda latinoamericana está en baja. Nada dicen de que el Partido de los Trabajadores en Brasil aumentó su caudal de votos como asimismo la cantidad de alcaldías en su poder; tampoco señalan que quien ganó la mayor suma de gobiernos municipales es un partido aliado del gobierno de Lula, pero sí festejan a viva voz que la derecha ganó en San Pablo y con malabarismos matemáticos tratan de demostrar que en la segunda vuelta Lula perdió, y con él su gobierno.
En ese sentido, también llama la atención cómo los medios masivos de comunicación han manejado las elecciones municipales en Chile. Cuando al imperio le conviene, ubica al gobierno de Bachelet dentro del bloque de la izquierda latinoamericana, cuando no, lo caracteriza separándolo y atribuyéndole singulares perfiles democráticos y progresistas ejemplificantes. Ante los resultados adversos para el gobierno en las elecciones municipales del 26 de octubre pasado, los voceros de la derecha a nivel internacional no dudaron en calificar el hecho como de una derrota de la izquierda chilena. No había perdido un gobierno que lleva adelante políticas neoliberales, sino que había perdido ¡la izquierda latinoamericana!
Sobre el triunfo de Evo Morales en el referendo revocatorio a que se expuso voluntariamente hace unos meses y en el que ganó con el apoyo de un 67% de los votos emitidos, poco se ha dicho, más bien se minimizó y se caracterizó el hecho como de “fenómeno local”. El “fenómeno Evo Morales”, se leía en los titulares de varios diarios de la región ante el triunfo del presidente boliviano. Tampoco le dieron mayor significado al triunfo de Correa en el referendo a la Nueva Constitución del Ecuador.
La operación montada por el imperialismo es clara: generar la matriz de opinión de que los gobiernos de izquierda en América Latina ya no cuentan con el respaldo popular con que antes contaban y que, en consecuencia, sus políticas están en franco proceso de desgaste y fracaso. Los gobiernos de Brasil y Chile retroceden ante la derecha vernácula y el sandinismo en el poder gana las elecciones solo a través del fraude. A esta lista se pretende sumarle una señal de retroceso del proceso bolivariano en Venezuela. Todo esto, que por demás es falso, constituye la base argumental del bloque oligárquico imperialista, a fin de recomponer sus fuerzas hoy debilitadas y dispersas.
Pero la lectura correcta sobre los últimos comicios en América Latina señala todo lo contrario a lo que los comunicadores cipayos reflejan en sus análisis, ya que la izquierda patriótica y unionista sigue creciendo y consolidándose. Y a esto se agrega que los gobiernos neoliberales de la región, presentan un grado de descomposición tal que sí anticipan procesos de desgobernabilidad acentuados; es el caso de Perú y Colombia por ejemplo.
En el marco de la política internacional, es entonces donde debemos analizar los resultados de las próximas elecciones del 23 de noviembre en Venezuela. No es en la dimensión de si el bolivarianismo gana o pierde tres o cuatro gobernaciones o alcaldías, sino en cómo queda una correlación de fuerzas que excede el perímetro de lo nacional.
Cuando señalamos que la Revolución Bolivariana es hoy el centro de gravedad de la política integracionista y por la unidad latinoamericana caribeña, es porque sabemos que de este proceso es desde donde se han elaborado y se llevan a la práctica las más profundas ideas de unidad. Así lo han entendido los pueblos de Nuestra América en incontables manifestaciones de solidaridad y apoyo, pero también el bloque oligárquico imperialista lo tiene claro.
Ahora bien, teniendo en cuenta que ya los métodos contrarrevolucionarios se van agotando y los gobiernos izquierdistas latinoamericanos siguen avanzando contra viento y marea, los nuevos métodos a implementar por la derecha parecen destinados a propiciar la división de las fuerzas populares, como asimismo a intentar generar “roces” entre los gobiernos integracionistas. Los primeros ensayos aparecen en Venezuela, cuando un sector de las fuerzas aliadas al gobierno, minoritarias, están transitando su propio camino para las elecciones del 23 de noviembre. El enfrentamiento por parte de la dirigencia indígena en Ecuador contra el gobierno de Rafael Correa podría ubicarse dentro de este panorama. Más conocida es la posición del Movimiento Renovador Sandinista en Nicaragua, que intenta mantener un discurso de izquierda para confundir a los verdaderos sandinistas, pero cuadrándose disciplinadamente con la derecha neoliberal y los dólares estadounidenses. También aparecen algunos pequeños sectores ultraizquierdistas en Bolivia que acusan a Evo Morales de “traidor” por haber pactado con la oposición la Nueva Constitución del Estado. Asimismo es intención del imperio generar fracturas o magnificar diferencias entre los gobiernos populares. El caso de Argentina y Uruguay por el tema de “las papeleras” es el más explotado, trasladando “ruidos” tanto en el Mercosur como en Unasur.
La apuesta de la derecha apátrida es entonces doble: por un lado a generar divisiones en el campo popular como también en los bloques regionales constituidos; por otro lado, especular con que la crisis del capitalismo estadounidense impacte fuertemente en nuestras economías, a fin de achicar el margen de maniobra de los gobiernos populares y que eso genere descontento en la ciudadanía. Si algo tiene de coherencia la oligarquía latinoamericana es siempre su constante vocación vendepatria.
Por las razones expuestas, es necesario alertar a las organizaciones populares, que deberán estar atentas al curso de los acontecimientos, no caer en visiones sectarias o meramente reivindicativas, que pudiera capitalizar la derecha en su beneficio, y tener la suficiente capacidad de análisis estratégico como para entender que, hoy por hoy, el campo de batalla es todo el territorio de la región Latinoamericana Caribeña. A su vez, los gobiernos populares también deberán hacer esfuerzos mayúsculos para avanzar, aceleradamente, en concretar y profundizar los emprendimientos unitarios ya esbozados o en marcha: Banco del Sur, Banco del ALBA, Misión Milagro, los 18 proyectos grannacionales del ALBA, el Gasoducto del Sur, etcétera.
Tras el frustrado golpe de estado, el boicot petrolero, las políticas desestabilizadoras y otros métodos antidemocráticos implementados contra el gobierno revolucionario, la derecha venezolana, que es conciente que tiene pocas posibilidades en las urnas, intentará nuevamente atacar al gobierno a través de la manipulación mediática y la mentira, siempre contando con el apoyo del gobierno estadounidense.
Una vez más el pueblo venezolano se despliega en batalla, el comandante Chávez se ha puesto a la cabeza de la campaña; un nuevo triunfo del pueblo bolivariano será un paso más en la lucha por la unidad de Nuestra América como asimismo una nueva derrota del imperialismo yanqui y sus aliados.