23 de noviembre: derrota revolucionaria

El papel de decir la verdad en estos momentos es siempre un rol al que parecemos rehuir. Creo que ya está bueno de comportarnos como autómatas, asumiendo actitudes propias de texto de autoayuda, cuando se trata de un proyecto histórico revolucionario de semejantes magnitudes. Lo que sufrimos este 23 de noviembre fue una derrota. La política no es fútbol, en él se gana 17 a 5. Pero en la política hay un contexto y cada voto tiene, además de su valor cuantitativo, un valor cualitativo.

       Digo que se trata de una derrota, porque no es concebible que a estas alturas, la Revolución Bolivariana pierda en espacios como ¡PETARE! Lo que está sucediendo es un desgaste en las masas populares producto de promesas que penden del éter, y de la nefasta ineficiencia y falta de voluntad política de los que, en nombre del socialismo, se dedican a la demagogia y a los negocios. No basta ya repetir consignas y entregarnos a una fe casi dogmática y religiosa, es necesario hacer una profunda autocrítica. Si es que aquello de construir el socialismo es un objetivo cierto y no una frase hueca, que suena bonito.

       Lo cierto es que no se puede jugar con la esperanza de la gente por demasiado tiempo, y aunque el liderazgo de nuestro Presidente es abismal y perfectamente justificado por su lucha irreductible por los mayoritarios, ya no basta que él le levanta la mano a un candidato para que éste resulte victorioso. La gente está harta de los patanes, los ladrones, los demagogos y los ineficientes; no importa ya si es el candidato de Chávez o no, el pueblo se cansó. Lo más grave de perder espacios como la gran Caracas, el parque industrial carabobeño o la frontera tachirense y zuliana, no son los espacios en sí mismos, y lo que significan para la reacción y sus ya conocidas prácticas conspiradoras; lo más grave de todo esto es el crédito político que está perdiendo la Revolución Bolivariana aceleradamente, primero el 2 de diciembre y ahora en estos comicios.

       ¿Cantar victoria?

       La intención de mis escritos no será nunca la desmoralización, creo que si estamos seguros de lo que estamos construyendo no podemos vetar la verdad o tenerle miedo, tenemos que armarnos con ella, con la certeza de que venceremos; siempre y cuando aprendamos las lecciones y no cantemos victoria en tiempos de reveses sustanciales. La única razón para que la crítica y autocrítica descarnada nos desmoralice es que ya lo estemos con aterioridad, debemos confiar en nuestra capacidad de rectificar rumbos y recuperar el tino: a eso apuesto.

       No creo que la actitud de la Dirección Nacional del PSUV haya sido la más correcta. Si bien Venezuela toda resultó victoriosa en muchos sentidos, y también el PSUV; esto no puede sacarse de contexto e intentar pretender que ser derrotados en nuestros propios “bastiones”, en zonas tan humildes y tan críticas, tan vulnerables a la felonía golpista, constituye una victoria irrefutable. Somos una mayoría electoral: sí. ¿Esto basta para garantizar la consecución de los objetivos revolucionarios? No. Confío en que después del debate interno, el PSUV produzca una caracterización más rigurosa, más científica, más seria y sincera.

       ¿Y ahora qué?

       El 23 de noviembre ya pasó, y la situación política nacional ya cambió. Ahora llega el momento de instrumentar respuestas a una situación políticamente compleja: adversa en muchos sentidos y favorables en otros. Adversa por cuanto las fuerzas de la reacción ahora asumen un auge político que puede potencialmente crecer, especialmente si seguimos poniendo la torta en el ejercicio del servicio público. Favorables porque el PSUV es indiscutiblemente la primera fuerza política nacional, cuenta con importantes niveles de organización y conquistó gran cantidad de espacios de gobierno.

       Lo fundamental sería, en mi opinión, descartar la lógica de que una revolución se puede construir desde las entrañas de la gran máquina capitalista: el Estado burgués. Si una revolución depende en demasiada medida de los espacios organizados, erigidos y mantenidos por la burguesía para gobernar, entonces está condenada al fracaso. No importa cuán bien intencionados sean los individuos que asuman los espacios, la lógica y estructura funcional burguesa escupirá corruptos, gobernantes frustrados y a lo sumo gente que monte bien el toro y sea eficiente, pero reproduzca capitalismo más allá de su voluntad individual.

       En Venezuela, entonces, creo que existen dos enormes tares postergadas que de no ser acometidas, darán continuidad al desgaste de un proceso que se ve ya imposibilitado de ofrecer soluciones estructurales por cuanto sigue sujeto a la lógica y estructura capitalistas: 1) Es absolutamente necesario centrar los fuegos en la industrialización del país, y el desarrollo de las fuerzas productivas en general. Sólo así se podrán generar verdaderos niveles de soberanía, que subvertirán la actual vulnerabilidad de un país que depende de los enemigos de la revolución hasta para alimentarse. 2) Profundizar y sistematizar la organización y formación política del tejido social, CREAR PODER POPULAR. Un poder que es tal más por su peso político que por su sumisión a una lógica caritativa de “manejar recursos”. Darle plata a la gente no es crear poder popular. Instrumentar su apoderamiento político, esa es la misión.

       Estamos a tiempo, aún tenemos condiciones para soñar. Pero no seamos unos soñadores, no pensemos que la revolución socialista es una inevitabilidad escrita en piedra. Las posibilidades de nuestra derrota, la derrota de la especie humana, son ciertas y visibles. Al final la victoria será, no de quienes sueñen con más fuerza, sino de aquellos que sepan imponer su verdad y construirla con rigor científico, trabajo y responsabilidad histórica. No caigamos en la estúpida concepción de que nosotros somos los empoderados y ellos los vencidos y desplazados. De ser así, nuestra propia presencia y acción diarias, no tendrían razón de ser. Si el enemigo ya está derrotado, entonces ¿Somos quijotes persiguiendo molinos? No, la pelea es hoy más pertinente que nunca y ellos no han sido aún derrotados, nada está más lejos de la verdad. Habrá que prepararse para los nuevos embates de una conspiración inflamada de nuevo aliento. Mientras nosotros cantamos victoria, ellos deslizan sus tentáculos bajo las mesas y camas del pueblo humilde. Ha llegado la hora de sacudirnos tanto orgullo pedante y volver a patear tierra.

jose_miguel_casado@hotmail.com



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