Del 2 de diciembre al 23 de noviembre, la puesta en pie de la caída

De las discusiones y reflexiones que tuvieron lugar después de la derrota en referéndum de la Propuesta de Reforma Constitucional, hace casi un año ya, recuerdo un planteamiento que destacaba la importante diferencia que existía entre un referéndum donde lo que estaba en juego era un modelo de país, un modo de organización social distinto y unas elecciones regionales donde se elegirían a personas concretas, en teoría identificadas con ese modelo de sociedad palpable en la propuesta de reforma no aprobada. En el primer caso, se planteó la opción del Sí como la opción de Chávez y el gobierno; en el segundo, el presidente asumió el peso y la responsabilidad de la campaña, irradiando a sus candidatos de su carisma y popularidad levantándoles la mano.

De los más de siete millones de votos que le dieron el triunfo a Chávez en 2006, sólo poco más de 4 millones votaron por el sí, resultado que generó una serie de análisis cuyos puntos fuertes giraron en torno a las inconsistencias ideológicas, la abstención castigo o pase de factura a la mala gestión, la fuerte y sistemática campaña de psicoterror contra la reforma y la consiguiente inoculación de miedo en la población, el triunfalismo, el carácter incipiente del PSUV como maquinaria electoral, entre otros; se plantearon las tres erres como necesidad de una autocrítica necesaria, crítica que hasta ese momento y al parecer no se había considerado necesaria, talvez en virtud de las once victorias sucesivas y avasallantes que hasta ese momento habían obtenido las fuerzas revolucionarias.

Llegó el 23N, con la convicción de lo que ya se había afirmado hacía un año: la abstención del 2D tuvo sus razones para no apoyar la reforma, pero enfatizando que esos tres millones aún estaban con Chávez. El pasado domingo fue el momento para constatarlo. No se obtuvieron, es cierto, más de siete millones de votos; pero los resultados se explican por la naturaleza de la elección, que históricamente ha presentado niveles altos de abstención. Sin embargo, más de un millón de votos más en relación al 2D reflejan el regreso de la amplia base de apoyo a la revolución del 3D/06, que en esta oportunidad se movilizó en unas elecciones regionales, por lo que en una eventual elección presidencial o referendo revocatorio, se movilizaría una cifra ciertamente mayor.

En este sentido, en comparación con el 2D, el 23N significó la reafirmación y la recuperación de la confianza en el apoyo al proyecto bolivariano, así como la comprobación de que el 2 de diciembre de 2007 la abstención no estuvo contra Chávez. De las reflexiones surgidas hace un año, podemos afirmar que entre los aprendizajes que ha dejado la experiencia, está en primer lugar el hecho de que de acuerdo a la naturaleza de la elección (Modelo de país o nuevo contrato social en el caso del 2D y candidatos (personas concretas) en el caso del 23N), la campaña no puede planificarse ni ejecutarse de la misma forma, con lo que aludo la crítica que se le hiciera al presidente en el marco de la campaña del año pasado, que definía como un error la intención de convertir el referéndum en plebiscito. Hoy en día, se puede decir que es válido, necesario y ciertamente más fácil, levantarle la mano a un candidato que a toda una visión de país.

Las consecuencias de la batalla mediática

El triunfo de la oposición en Miranda y en la Alcaldía Mayor, a dado lugar a reflexiones análogas al las del post-2D. Se ha hablado de pases de factura, de votos castigo a la mala gestión, de inconsistencias ideológicas, e incluso desde la dirección nacional del partido se ha hablado de que es buen momento para la “revisión y reimpulso revolucionario”. Sin la erre ® de la rectificación yo me preguntaría si a lo largo del año se revisó, rectificó y reimpulsó el proceso revolucionario, si no es necesario en este momento, y si no es necesario hacerlo siempre y en todo momento, si concebimos el proceso sociopolítico como una dinámica dialéctica entre los sujetos o agentes del cambio y la realidad concreta, cambiante y compleja (no permito que los posmodernos me roben la palabra complejidad).

En unas reflexiones que hiciera hace un año después de la “derrota” de la Propuesta de Reforma Constitucional, recordé unas palabras extraídas de la biografía de José Fouché, donde en uno de sus pasajes se afirma que “En la pérdida del favor, conoce el hombre de estado, la verdadera perspectiva política”; ciertamente, el triunfo del No puso las cosas en perspectiva y permitió que la crítica fluyera, por lo menos en un principio. El regreso de Walter Martínez y de Alberto Nolia a sus espacios en VTV de alguna manera expresan rectificación en el seno del gobierno revolucionario, aunque también seria bueno preguntarse que pasó con el programa del filósofo Francisco Rivero, cuyo venidero programa sobre el positivismo, consideré, sería de gran pertinencia ideológica para los sectores revolucionarios, en especial para los militantes del PSUV.

Al hablar de la afluencia de la crítica, me refiero a un tipo de pensamiento que renuncia a la aceptación irreflexiva de la realidad y que es capaz de develar lo oculto, demostrando el por qué de las cosas y de cómo podrían ser de otra manera, un tipo de análisis que considera la historia, la geopolítica del conocimiento y que enfila sus baterías contra el “eso siempre ha sido así” y contra el “las cosas son como son”. Es comprensible, que en el seno de una estructura jerárquica como un partido no haya libertad de crítica, que el centralismo democrático planteado como total libertad en el debate y total unidad en la acción, sea precisamente un proceso donde la crítica se presenta para acto seguido estrellarse contra la línea de partido. Así las cosas, se hace entonces imperativo abrir espacios donde las recomendaciones, propuestas y planteamientos heterodoxos de acuerdo a lo establecido, puedan constituirse en aportes que eventualmente pueden ser oportunos y hasta salvadores.

He insistido en otras oportunidades en el planteamiento de que la batalla de las ideas, como lucha interpretativa entre visiones de mundo y la capacidad de difusión de las mismas, batalla cultural desarrollada en el marco de una revolución pacífica pero armada, como ha estado planteada le ha causado a la revolución el problema de la “autocensura estratégica”. En otras palabras, la confrontación mediática frente al monstruo de la disociación y la desinformación, frente a las empresas de difusión asociadas a las corporaciones mediáticas mundiales adversas al gobierno revolucionario, han impedido el fluir de una crítica que de potencial aporte al proceso de inmediato es convertida, por una parte, en insumo para las estrategias opositoras de desinformación orientadas a socavar la legitimidad del gobierno, y por otra, en una razón para estigmatizar, excluir y demonizar al factor crítico que rápidamente es tildado, catalogado, clasificado o encasillado en actitudes, posturas o tendencias de toda índole.

De igual forma, en la medida en que el proceso avanza y los indicadores económicos y de pobreza demuestran el innegable éxito de las políticas que ha venido ejecutando el gobierno, en las diversas comunidades del país los logros en cuanto a salud, educación, cultura, transporte, pero también en organización y conciencia política, han logrado despertar una conciencia crítica que ha venido haciendo de los problemas de mala gestión y corrupción un tema que va más allá de las visiones de mundo y las prácticas políticas. El burocratismo y la corrupción, por ejemplo, pueden explicarse por el hecho del carácter sui generis de una revolución que se hace desde unas estructuras estatales que no se han transformado, en el marco de un importante auge económico y con la herencia de un problema ideológico y cultural, relacionado además con lo que es la más grave crisis civilizatoria que ha vivido el mundo desde su occidentalización.

Pero si la crítica no fluye en libertad y oportunamente, tendrá la oportunidad de hacerlo en coyunturas electorales como la del pasado 23N con las consecuencias que pueda traer para el proceso de cambio. El conflicto, el forcejeo, la lucha, entre la voluntad política que representa Chávez y el particular tipo de poder objetivado en una estructura levantada sobre la idea de orden, individuo, razón, jerarquía y una forma de conocimiento experto ligado a los mecanismos administrativos del Estado y al capital, ha creado las condiciones para la superación de esa estructura desde, a través y más allá del Estado rentista tradicional. En otras palabras, al dificultarse el fluir de la crítica al sistema esta se manifestará en coyunturas electorales.

La cuestión del voto de clase

En entrevista reciente que le hicieran al general Müller en VTV, este afirmaba ante la pregunta de que si la clase media en miranda votó por Capriles, que en Venezuela no se puede hablar de clases sociales porque no somos un Estado industrial sino uno rentista, por lo que siguiendo a Müller la naturaleza peculiar de nuestra economía hace que no se pueda hablar de conciencia de clase sino de conciencia de excluido. En este sentido, se toca un tema que no está claro del todo y que encierra todo un debate ideológico donde las posturas marxistas, funcionalistas, trotskistas, neoestructuralistas posmodernas, entre otras, ofrecen su punto de vista. Conviene recordar ante todo, que fue hacia el final del tercer tomo del capital, donde Marx se propuso tratar en profundidad el tema de las clases sociales, dejando pendientes muchas cosas para el debate en ese como en otros aspectos.

Este debate sobre las clases sociales, es una suerte de horma categorial heredado del pensamiento marxista y en cierto modo recuerda el planteamiento de que para despertar conciencia de clase en Venezuela, se hace necesario impulsar un proceso de industrialización capitalista de manera de “crear” una clase proletaria (un sujeto revolucionario) para sucesivamente impulsar la apropiación social de esos medios de producción luego de forzar la contradicción, la dialéctica, entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas. Esto es, la concepción materialista de la historia como dogma y receta y no como método o guía para la acción. En este sentido, el tema de las clases sociales es un tema que hay que adaptar a nuestra realidad concreta, talvez recordando que en un escenario como el nuestro, el sujeto revolucionario es aquel que se encuentra en una situación objetiva de necesitar y comprender el socialismo.

No necesariamente, los únicos que se encuentran en dicha situación objetiva son los que no tienen que comer y beber, los que no tienen techo y ropa, salud y educación. En alguna medida, todos los grupos sociales que se han agrupado en “clases” padecen alguna forma de explotación, de alienación y dominación. Un estudio más sistemático, demostraría por ejemplo, que de la clase A a la D, la explotación va en aumento y que de la D a la A, es la alienación la que crece, situación que explica de alguna manera que esta revolución haya tenido tanto éxito dirigiendo su discurso emancipador a la clase históricamente más discriminada y explotada del país. Sin embargo, han pasado diez años desde el comienzo de este proceso y cada vez hay menos pobreza, de hecho tiende a desaparecer, por lo que lo que se llama “clase media” tenderá a crecer cada vez más. En este sentido, habría que comenzar a preguntarse:

¿No será necesario actualizar o reelaborar un discurso revolucionario en un contexto donde el propio éxito de la revolución está reconfigurando la base social del proceso?

¿Si un ascenso en el poder adquisitivo, si la salida de la “pobreza”, modera y aburguesa al que antes era “pobre”, como evitar su nueva propensión a la alienación y el consumismo?

¿Si el pensamiento pequeño burgués alude consuetudinarios complejos y prejuicios de un determinado grupo social que se quiere parecer a la llamada “clase dominante” u oligarquía, imitando su estilo de vida, como articular un discurso que atraiga a esos sectores cuya enajenación les impide apoyar un gobierno que los ha beneficiado como nunca antes?

¿Si el voto de la “clase media” se considera un voto opositor, no está en ese grupo social el meollo del problema de la superación de la alienación y por lo tanto de las posibilidades de hacer una Revolución Cultural?

amauryalejandro@gmail.com


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