Recibí un email urgente que reza en su contenido en arawaco, que debo presentarme inmediatamente al hotel “La Ostra” en Puerto Rico a dar una conferencia sobre ensopados como buen cocinero light que soy, reconocido por la Asociación Marisqueros Oceánicos de Petaquire. Solamente dos condiciones debo cumplir al pie de la letra, ir y regresar, de ese Estado Libre Asociado de los EE.UU, para poder cobrar mis honorarios, pero, tengo un problema que envuelve mis circunstancias operativas: no tengo dólares de cadivi y además, mis diez tarjetas de crédito están en terapia intensiva, lo que me ocasiona un malestar extenso de pronóstico delicado que puede ser motivo de un alboroto político en cadenas interbancario y, además el liquelique que uso para esos menesteres, está manchado de rojo de tinta de molusco fluvial al filtrarse mi delantal pecorino made in Italia.
Mi pasión por Puerto Rico viene desde que conocí a José Feliciano cantándole a las estrellas, por lo que recuperé la esperanza de perimetrar algún día la isla de mis amores y, cuando menos lo esperaba, llega un suspiro de luz matutina que abre el horizonte de turista conferencista sin participación intrusa, es decir, el movimiento 2d ni otros medios de comunicación escuálida están invitados a mi acto, porque lo de ellos es la política y lo mío culinario.
Me esmeraré en explicarles a los comensales yanquis varados allí para mi intervención conferencia que, con las especies marinas adiestradas para ensopados no se juega o, se degustan con pasión gastronómica o, se enlatan al vacío para los turistas conservadores de otras latitudes nortesur.
Otra situación que pone entredicho mi viaje en conjeturas extras es que, hace pocos días cuatro venezolanos, tres representantes respectivos de tres partidos políticos y un director de tvterror acaban de regresar cargados de tres millones de dólares y mal ensopados, por lo que se vio en Maiquetía, porque comieron sofocados y apurados y se les subió la bilirrubina en el hotel parte externa del hotel “La Ostra” como lo es La Concha. Yo les hubiera ensopado mejor, puesto que los míos son más concentrados y espesos de aroma íntima a mar combinado con un arroz afrodisíaco de mezcla de cereales con algas paradisíacas del otoño virginal de los galápagos, y es por ello, que Alberto Federico no tendría ditirambos rabiosos alarmantes, serían más bien, espumantes antialérgicos y, en cuanto al encantado e insípido borgito lo pondría a bailar la burrundanga de tío Simón en re-asturiano, pero a Planas lo engranaría para que soltara esa lengua caprichosa que tiene del pasado de sus predecesores copeyanos y, a Barboza lo mandaría pa’l carajo a lo Alfaro Ucero.
En fin, no saben de la que se perdieron, por no esperar mi filosófica lección del ensopado al vapor de Puerto Rico de la política mundial sin remordimientos ni malestares de estómago ni atajos epilépticos y hoy día no serían los cuatro violentadores de la enmienda venezolana con asesoría injerencista de otro país.