La no reelección fue un invento para proteger la oligarquía

Mientras  Latinoamérica  era  gobernada  por  dictadores  al servicio del
 imperio  y de las oligarquías nacionales, poco importó cuan largo era los
 periodos  de  gobierno  y  si  los  esbirros  se  tornaban en gobernantes
 vitalicios  o  no.  No  eran las libertades democráticas, ni los derechos
 humanos y mucho menos el hambre del pueblo, realidades que preocuparan al
 gobierno  de Washington ni a unas burguesías criollas que se beneficiaban
 de  la  expoliación, en contubernio con sátrapas como Hugo Banzer, Rafael
 Videla,   Alfredo   Stroessner,  Fulgencio  Baptista,  Fracois  Duvalier,
 Anastacio  Somoza,  Chapita  Trujillo,  Gustavo  Rojas  Pinilla,  Joao de
 Oliveira, Augusto Pinochet, Cipriano Castro y tantos otros.

 Fueron  esos  mal  nacidos  y sus antecesores los que nos convirtieron en
 nuevas  colonias,  en el patio trasero de los Estados Unidos y en pueblos
 empobrecidos.  Fue bajo la represión de esos tiranos que se consolidó una
 oligarquía a la cual le pareció excelente que los gringos se convirtieran
 en los nuevos amos, que saquearan su propia patria y que explotaran a sus
 compatriotas,  tal y como lo habían hecho los imperios europeos; si ellos
 recibían una tajada del botín.

 Sin  embargo,  la  luchas  sociales  a  nivel  mundial  y  en  lo interno
 presionaron  por  más  y  más  democracia  hasta  el  punto  que  se hizo
 prácticamente  imposible ocultar ante los ojos del mundo, la existencia y
 los crímenes  de los dictadores latinoamericanos.
 Las  oligarquías   y  sus amos del norte, conscientes de que requerían de
 nuevos métodos de dominación, pues no estaban dispuestas a dejar al libre
 albedrío  de  los pueblos el destino de un territorio y unas riquezas que
 por  siempre  habían  manejado  a su antojo; impulsan el reemplazo de las
 dictaduras militares por la denominada “dictadura de los partidos”.
 No  fue  diferente  la  explotación,  la  dominación,  la represión ni el
 entreguismo en gobiernos como el de Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Carlos
 Andrés  Pérez,  Álvaro  Uribe,  Collor  De  Mello,  Carlos Menen, Gonzalo
 Sánchez de Losada, Violeta de Chamorro y tantos otros.

 Diversas  fueron  las  formas  que  se inventaron en "la dictadura de los
 partidos"  para limitar los derechos del pueblo. En Venezuela por ejemplo
 la  elección del gobernador de cada estado era potestad del presidente de
 la república hasta finales del siglo XX.
 Sin embargo, la gran castración a los principios democráticos se produce,
 a  lo  largo  y  ancho  del  continente, con la prohibición “legal” de la
 reelección.

 Al  prohibir  la  reelección,  especialmente  la  de los presidentes, las
 oligarquías  se  aseguraban  que  ante  la  eventual elección de un líder
 nacionalista,  motivado  por  los  sueños  de  nuestros libertadores, con
 visión  antiimperialista  y  verdaderamente  democrático, éste no tuviese
 tiempo  de generar cambios significativos en las estructuras económicas y
 las relaciones de poder.
 La  no  reelección  significaba  un seguro de vida para un sistema que se
 había  venido  consolidando por más de doscientos años. Poco o nada podía
 hacerse  en  un  periodo de gobierno, que en el mejor de los casos, tenía
 una duración de seis años.

 No  podían  el  imperio  norteamericano y sus oligarquías serviles seguir
 matando a hombres como Sandino, Gaitán, Allende y Torrijos para preservar
 sus  intereses.  La  no  reelección  fue la estrategia “democrática” para
 impedir  que  líderes como los mencionados se pudieran colar y revivir en
 el pueblo sueños de libertad, justicia e igualdad.

 Hoy  en Venezuela se intenta salir de esa trampa, al librar una lucha por
 dejar  en  manos  del  pueblo  la  decisión  de reelegir o no a todos sus
 gobernantes,   y   la  oligarquía,  manipuladora  como  siempre,  intenta
 confundir acusando al Presidente de querer perpetuarse en el poder.
 La  única  opción  que  tienen  el pueblo venezolano y latinoamericano de
 consolidar  un proyecto nacionalista y justo es dándole continuidad en el
 ejercicio  del  poder  a  quienes  tienen  la capacidad, la fortaleza, el
 liderazgo y él amor suficiente para impulsarlo.

 Bolivia  es un buen ejemplo de lo que aquí afirmamos. Evo Morales a pesar
 de  haber impulsado una nueva constitución y refundar con ello la patria,
 cometió  el  error  de  aceptar  no  ser  reelegido  como Presidente. Las
 presiones  de  la  burguesía  disminuyeron  desde  entonces,  pues habían
 logrado  su  principal objetivo que no era otro que cortar la continuidad
 del ejercicio del poder por parte de un revolucionario.
 En  Venezuela  no  cometeremos  ese  error. El 15 de febrero le pondremos
 nuevas alas a nuestros sueños.

arellanoa@pdvsa.com



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Alexis Arellano


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