La misma piedrita

LA MISMA PIEDRITA.

No hay peor cuña que la del mismo palo, pero del agua mansa líbranos Señor. Parece que a menudo andamos entre estos dos refranes como síntesis de las verdades políticas que vivimos. Sabemos de los bemoles que no solo ésta, todas las revoluciones habidas y por haber, experimentan como resultado de los hechos y circunstancias que las promueven y definen. Si por coincidencia esto es cierto, supongo además que las respuestas no son simples; por el contrario, son complejas porque se decantan a través de procesos de cambios sociales, no dependen de un individuo.

Del palo revolucionario surgen cuñas que radicalizan la lucha de tal forma, que harto fácil es confundirlas con extremistas que apuntalados en principios de reivindicaciones sociales y lucha de clases, terminan adosados a la otra cara de los extremos. La confusión, sin embargo, muchas veces no es de espectadores, sino de quienes dan vida a esos movimientos. Las excusas para proseguir en su contumacia van desde contabilizar años de lucha como jerarquía, hasta ufanarse de ser más y mejores revolucionarios que otros por estar armados.

Concretamente, este proceso revolucionario bolivariano tiene una característica distintiva, es pacífico, lo cual no significa que sea apacible ni mucho menos indefenso. Eso no facilita las cosas, más bien las ralentiza pues aunque el oponente es despiadado ¿No es acaso sustentable que nos lleve más tiempo avanzar, sin la dolorosa experiencia de luchas fratricidas por diferencias ideológicas? Recuerden que la derecha criolla y extranjera quieren sangre para justificar lo que sea y eso pasa por montar un baking con elementos subliminales en presencia del mismo Líder Comandante. En resumen, para ellos resulta una verdadera piedrita en el zapato que esta revolución sea en paz.

Los diferentes intentos de quienes están afuera y/o adentro (interpretación libre) de subvertir el orden del país, el lugar común del fariseísmo para interpretar las acciones gubernamentales, la impudicia de personeros del status quo para avalar inmoralidades y la presbicia social de falsos revolucionarios, pretenden obstaculizar los cambios, con el anhelo en unos, sin vergüenza alguna en otros, de hacerse en el corto plazo de las riendas del poder. La enmienda es, precisamente, una piedra en los zapatos de esta mezcolanza de anhelantes sinvergüenzas.

El agua mansa de la impunidad, esa garúa ácida que corroe la paz desde los nubarrones jurídicos, no da paso al sol de la justicia y promueve desigualdades ante la fruición de quienes ponen bombas, queman cerros, trancan vías, cierran infocentros, CDI, sedes de misiones, agraden a compatriotas y despiden miles de empleados a solo dos meses de formar parte del poder constituido. Parece que esos nubarrones junto a “autoridades universitarias”, se han convertido en monarquías que lejos de administrar con rigor desde su buró la moral y las luces de la pedagogía y la justicia, se agitan en la coima, en la transacción y en la improbidad. Esos talentosos azotes, muy bien descritos por el Padre Libertador, son piedritas que encallecen el avance del proceso.

Entonces ¿A qué recurrir para catalizar los objetivos de la revolución? ¿Qué nos diferenciará de las motivaciones de la oposición? Preguntas que junto a muchas otras esperan pacientemente por las escuelas de formación ideológica, para que no terminemos siendo “azotes seudo revolucionarios”.

Ciertamente, no bastan las plegarias para librarnos de esa agüita quieta pero traidora que todo lo contamina con sus efluvios pestilentes y que le echan al Pueblo como bendita. Tampoco es suficiente quitarse el zapato para sacar la piedrita que nos molesta, cuando aquí todos tenemos varias a falta de una y seguimos caminando como si nada ¡Cuántos callos y juanetes, camaradas! El Líder Comandante va adelante, porque camina descalzo junto al Pueblo.

pladel@cantv.net


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Plácido R. Delgado


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