Pasarán muchas lunas antes de que toque fondo la crisis. Todas las medidas adelantadas por la Reserva Federal (FED), los gobiernos de Obama y sus pares en Asia y Europa, han resultado infructuosas para restablecer la confianza en los mercados y detener la escalada recesiva de la economía mundial. Es aventurado hacer pronóstico sobre su profundidad y duración. Lo seguro es que de las cenizas de las grandes instituciones y corporaciones afectadas por la debacle, emergerá cual “ave fénix”, un pequeño círculo de ganadores, luego de engullirse el despojo de aquellas y el salvataje financiero servido con el dinero de los contribuyentes y el ahorro de los trabajadores del mundo.
Asistimos al inicio de un nuevo ciclo de la economía capitalista, de la cual, siguiendo la serie histórica de las crisis que antecedieron a ésta, resultará una mayor concentración del capital. Disminuirán los ricos y aumentarán los pobres, en el sur y también en el norte, y con ello, se abonará el terreno para una nueva crisis de sobreproducción, seguramente más intensa que la actual.
Ante el fracaso de las alicaídas instituciones de Bretton Wood –FMI y BM- promotoras de la liberalización de los mercados, la cúpula imperial estadounidense y sus aliados, escogieron al G-20 como escenario para relanzarlas. Ellos manejan un discurso contradictorio e incoherente, al reconocer entre las causas primordiales de la crisis, la desregulación y el libertinaje de los mercados por tener éstos normas deficientes de aseguramiento de riesgos, prácticas poco fiables en la calificación de los mismos y productos financieros cada vez más complejos y opacos, pero al mismo tiempo señalan, que deben mantenerse los principios del libre mercado en el comercio y las inversiones, reafirmando el modelo neoliberal, a pesar de estar éste deslegitimado por la propia crisis. Intentan un remozamiento gatopardiano de dicho modelo y de sus instituciones, para darle continuidad a un sistema que nos están llevando aceleradamente a la barbarie como predijo Rosa Luxemburgo. Es por esa razón que es un imperativo de sobrevivencia la construcción del socialismo del siglo XXI.