Todos los venezolanos, sin excepción alguna, debemos rechazar ese discurso de la carencia presupuestaria de las universidades autónomas, que es tan viejo como la propia maña de algunas autoridades de excusarse con la misma, frente a cualquier situación que ponga en evidencia su incapacidad gerencial.
Los que hemos tenido la suerte de egresar de una universidad autónoma, como el caso de la Universidad Central de Venezuela, UCV, hemos conocido del discursito en cuestión, pero también de las carencias estudiantiles, de las necesidades de los trabajadores, de las deficiencias profesorales, del óptimo desempeño de muchos de ellos y de la formación de grupitos que suelen ejercer el poder en las escuelas y facultades como si se tratara de los dueños de guetos.
Quienes tuvimos oportunidades de hacer de las universidades nuestra fuente periodística de cada día, también sabemos –como la mayoría estudiantil- que interrogar a cualquier directivo, decano o director de escuela en torno al hecho presupuestario, equivalía y todavía parece equivaler a recibir como respuesta unas cifras que nada indicaban e indican la realidad de los gastos universitarios.
No creemos que exista universitario alguno que busque una cartelera para informarse del presupuesto de su universidad y consiga respuesta. Si obtiene información sobre el particular, apenas podrá ver cifras globales que nada dicen a las grandes colectividades de esas casas de estudios.
Nadie publica detalles de los ingresos, es decir, nadie muestra partidas ni recibos en los que han sido gastados los dineros públicos. Eso real y quien diga lo contrario juega a manipular la verdad y eso lo sabemos desde hace años, aunque todo los involucrados intenten hacerse los locos.
Hasta ahora, no hemos podido conocer a funcionario universitario alguno que hable con la verdad por delante y muestre números de un lado y resultados del otro. Por supuesto que las universidades han generado beneficios a la sociedad, eso no puede ser negado, pero lo que señalamos es que nunca han estado claros los números que muestren con sinceridad sus ingresos y egresos y el real impacto de sus proyectos en beneficio de la ciudadanía.
Creemos en las universidades, lo que en realidad pocos creemos es en esas especies de consejos en los cuales cuatro o cinco gatos deciden lo que debe hacerse con los dineros de esa instancia tan importante para el país como son esos centros de estudios.
¿Y el rendimiento docente? ¿Eso no debe ser parte de la discusión, tanto como la investigación? Lo cambiante de las sociedades y sus instituciones obliga, necesariamente, a revisar y actualizar todo y, en este caso, las universidades deben actualizarse, renovarse.
Creo que un polémico académico, criticado por unos en bien y por otros en mal, como es el caso de Ernesto Mayz Vallenilla, al respecto decía: “Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y – lo que es peor aun – el lugar donde todas las formas de tiranizar y de sensibilizar hallaron la cátedra que las dictara.