Hace unas cuantas semanas largas el presidente Chávez arengó al país en el sentido de evitar los gastos suntuarios y de trabajar mas con sentido de inversión social. Entre lo suntuario quedó incorporada automáticamente la fiesta que se hace en muchos organismos e instituciones por el cierre de año ó el aniversario de creación. “Suntuario” es un adjetivo que significa lujoso, ostentoso, pomposo, caro, costoso. Su antónimo ó contrario es humilde, modesto. Así las definiciones, los modestos músicos populares comenzaron a padecer. Sin amparo oficial que todavía les permita tener una vida socialmente plena, los músicos populares que trabajaban en función de esas reuniones, entre otras labores, se vieron en un una avenida mas grande que la calle de la incertidumbre que les toca recorrer muchas veces.
La pregunta es esa: ¿Es la música, sus expresiones y sus trabajadores una expresión de gasto suntuario? Pareciera que así la ven quienes sólo la toman como el pretexto de la bebezón, la caña y los trapos, sin detenerse en la consideración social de un contingente muy numeroso, con derecho a voz y voto, conformado por arreglistas, autores, intérpretes, sonidistas, productores, coreógrafos, bailarines, coristas, y paremos de contar. Cualquier estructura, y sobre todo la cultural, ha de descansar en la base identitaria que le corresponde por tradición, creencia, formación y gentilicio. No es un problema político. Es un problema ideológico en el que está en juego la venezolanía.
¿Son un gasto suntuario “Carota, Ñema y Tajá, Anselmo López, Las Voces Risueñas de Carayaca, la Pequeña Mavare, Francisco Pacheco, Gualberto Ibarreto, Lilia Vera, Un Dos Tres y Fuera, Olga Camacho y su Camachera, el Sexteto Juventud, Federico Betancourt, la Orquesta Típica Nacional, Son Madera? ¿Sería un gasto suntuario auspiciar a la Banda Sigilosa, presentar a Bailatino, hacer un inventario musical de orquestas urbanas ó rendir homenaje público a Carlos Quintana “tabaco”?
Ha sido un año muy duro para los músicos que no están amparados en sistemas orquestales que sí son considerados Inversión ( y qué inversión) social, mientras nuestros músicos populares (casi todos con estudios formales y tradicionales, ojo) son considerados gasto suntuario a pesar de trabajar con modestia y orgullo nuestro repertorio, nuestras creaciones, nuestra manera genuina de ser, nuestro mestizaje, nuestra alegría y nuestros ritmos (nacionales, caribeños y latinoamericanos). El ejemplo de las orquestas típicas venezolanas nos vive enrostrando la hipocresía. Tal vez si dejaran de interpretar “Geranio”, de Pedro Elías Gutiérrez y se mandan con una polka estilo Anton Dvorak (que era música popular trabajada luego por los académicos) les pudiera ir mejor según algunos. Terrible. Es que el eurocentrismo, el gusto por las cosas que debemos combatir y la necesidad alienada de unos cuantos de proyectarse a través de la cultura dominante, es el paisaje de la hora.
Nuestros artistas populares siguen siendo llamados “Artesanos”. El arte queda para Europa o para quienes en ella estudiaron. Y así mismo quedan clasificados en el proyecto de Ley de Cultura que está sobre la mesa de debates, en el que, a juzgar por la intensidad de la polémica en la calle, en el barrio, en la esquina y en la plaza, no se sienten plenamente incluidos. La angustia de nuestros artistas, que va desde cómo buscar el pan hasta la pelea para que su trabajo sea considerado una inversión social y no un gasto suntuario, se muestra hirviendo en la caldera social de nuestro intenso proceso de transformación como nación.
Otra reflexión
En su excelente y angustiado artículo “Las culturas populares, la artesanía e industrias típicas”, publicado el pasado 9 de este mes en www.aporrea.org (¿dónde mas?) nuestro Efraín Valenzuela dice, entre otras cosas:
“Estos tres tópicos culturales: culturas populares, artesanía e industrias típicas resultan estratégicos y capitales en el momento de elaborar una norma orgánica específica de la cultura. ¿Por qué? Porque representan derechos culturales fundamentales que la Ley Orgánica está obligada, por mandato constitucional, a desarrollar. No cumplir con tal precepto podría ser un despropósito. A través de la revisión comparada se observa que aparecen apartes dedicados a las industrias y empresas culturales. En otros se incorporan reiteraciones mutiladas en las cuales se habla de las culturas constitutivas de la venezolanidad. En los siguientes, aparece todo un capítulo referido al mecenazgo, y en la moción aprobada en la plenaria de la Comisión Permanente de Educación, Cultura, Deportes y Recreación, se crea el capítulo consagrado al fomento de la economía social-cultural. En ninguna de las propuestas revisadas están presentes los tres temas, los cuales en la Carta Magna del año 1999, gozan de atención especial.
La Constitución precisa: “Las culturas populares constitutivas de la venezolanidad gozan de atención especial reconociéndose y respetándose la interculturalidad bajo el principio de igualdad de las culturas”. (Art. 100.CRBV, 1999). Aquí se establece un derecho fundamental, un precepto constitucional, un derecho social de clara dimensión cultural. El texto fundacional se ratifica más adelante. “La artesanía e industrias populares típicas de la Nación gozarán de protección especial del Estado…” (Art. 309. CRBV, 1999). En otras palabras, las industrias populares típicas, las culturas populares y la artesanía tienen, por mandato constitucional, que ser atendidas de manera privativa y exclusiva… En el proyecto aprobado por la Comisión Permanente de Educación, Cultura, Deportes y Recreación, en su capítulo XI el primer desacierto de la propuesta se encuentra en que por ninguna parte de la ley superior se encontrará el término artes populares. Es cierto que éstas forman parte de las culturas populares. Significa que las culturas populares están formadas por otros elementos, manifestaciones, bienes, símbolos e imaginarios colectivos…” (efrainvalen@cantv.net).
Hay que ofrecer un abrazo mas profundo y hermano a las artes populares y a sus depositarios. Hay que ir al fondo del asunto, a su raíz, y buscar la reivindicación necesaria para que nuestros artistas populares puedan crear y manifestarse dignamente. Y eso no es suntuario. Es inversión social. Es un derecho, y es un deber. Alí lo decía: La Patria es el Hombre.
Todos estamos llamados a re-crearnos con nuestros propios principios, entre otras cosas, para que el Maestro Robinson vuelva a la Patria.
Lil Rodríguez
lilrodriguez@cantv.net