Grano de mostaza

La revolución bolivariana tiene en este momento uno de sus más grandes desafíos en las últimas dos décadas: la construcción de bases para la paz. Este proceso histórico que marca la vida de la patria de Bolívar en pleno siglo XXI, ha conducido sus cambios pacíficamente. Si bien es cierto que se ha atravesado por difíciles circunstancias, casi al borde de una guerra civil, como es el caso del abominable crimen del 27 de febrero de 1989, cuando el humilde pueblo venezolano protestó por las medidas neoliberales implantadas por Carlos Andrés Pérez; recibiendo de la clase gobernante una brutal represión militar que causo la muerte a más de 3000 compatriotas. Posteriormente el líder fundamental de los bolivarianos Comandante Hugo Chávez en 1999, facilitó y condujo una propuesta de Constituyente, que en otras regiones ha provocado, sólo este hecho, ingobernabilidad y represión por las oligarquías de esos países. La confrontación del pueblo con las elites desplazadas llego a situaciones extremas como en el Carmonazo de abril del 2002, cuando los sectores empresariales y dueños de medios auspiciaron un golpe de estado que inmediatamente recibió la respuesta fulgurante de los bolivarianos sin mancillar la dignidad de los complotados.

Desde ese tiempo hasta ahora, en 2009 la confrontación ha sido manejable a pesar de las dificultades propias de todo cambio socio histórico. Como escribí anteriormente “Es una real confrontación de distintos actores sociales que contraponen no sólo sus intereses de grupos, también colisionan sus visiones del mundo, de la historia y de la vida; por lo tanto es un choque de ideas, valores y actitudes. En un lado se colocan los sectores tradicionales que han ostentado el poder económico y político en los últimos cincuenta años, que no están dispuestos a perder sus obscenos privilegios y en el otro lado, un pueblo cargado de tradición libertadora y lleno de amor y solidaridad a otros hermanos que han nacido en otras tierras y conviven en paz con nosotros.” Pero en este momento, son reales las pretensiones del imperio de los Estados Unidos de América de ocupar bases militares en territorio latinoamericano con apoyo del gobierno colombiano e Israelita. Indudablemente que la visión guerrerista de estas naciones contrasta con la postura pacifica de los venezolanos.

La paz, este hermoso don de Dios, que, como dice San Agustín, «es el más consolador, el más deseable y el más excelente de todos» se ve turbada por muchos motivos inquietantes; a pesar de todo, hemos conducirnos sin guerra estos tiempos heroicos; no obstante, no ha cesado de alguna manera todavía, las semillas de la dominación y sometimiento del imperio norteamericano sobre los inmensos y ricos recursos que posee Venezuela. Porque si bien hemos sabido, no hay tratados firmes, por muy laboriosas y prolongadas que hayan sido las intensiones integradoras y relaciones multilaterales, y por muy solemne que haya sido la promulgación de esa paz y de esos tratados, si al mismo tiempo no cesan las pretensiones de dominación y expansión imperial, no habrá paz en la región latinoamericana. El acoso al pueblo árabe en el medio oriente es una lamentable situación de ello. Hemos manifestado insistentemente, hemos repetido nuestros gritos y exhortaciones por la paz en la tierra, hemos propuesto los medios para lograr una amistosa reconciliación de los pueblos del mundo. Finalmente, con el favor de Dios, hemos hecho todo lo posible para facilitar a la humanidad el acceso a una paz justa, honrosa y duradera; y ahora nos toca pedir al mundo y todos los hermanos que conviven con nosotros y han nacidos en otras tierras que nos acompañen en este sublime compromiso por la paz en Latinoamérica y el Caribe. ¡No a las bases imperialistas! ¡Si a las bases por la paz! Venceremos.

arizaidaarcia1@hotmail.com


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William Fariñas

Diputado a la Asamblea Nacional


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