Imagino que cuando Jesús el Cristo fue crucificado públicamente, sus seguidores y apóstoles estaban apesadumbrados y temerosos del terrible poder imperial. Muy pocos estuvieron a su lado acompañando la muerte de su amado profeta; algunas mujeres, la madre y su humilde discípulo permanecieron incólumes ante tanto dolor y pasión. Inclusive le escucharon decir que se sentía abandonado por su Padre Creador. Esa sensación de abandono es profundamente humana cuando hay pérdidas y derrotas; no obstante la causa cristiana con fuertes basamentos de la eternidad resucitó y aún permanece en la mente, corazón y acciones de millones de creyentes, que siguen luchando diariamente por los fines humanistas y sobrenaturales del mensaje del Redentor.
En enero de 1831, cuando la oligarquía caraqueña y los personeros seguidores del gobierno de Páez, se enteraron de la muerte del Padre Simón Bolívar en Santa Marta, hicieron fiestas y celebración en la plaza mayor de la ciudad capital con música de retretas. Se ufanaban en decir: murió el dictador. Ante esto, muchos sintieron tristeza y pesar del otrora personaje llamado "El Libertador" y recordaron su espada liberadora de pueblos subyugados. Pasaron años para que sus restos llegaran a la Caracas natal y posteriormente su gloria fuera inmortal para todos los llamados ahora Bolivarianos. Hoy ante esta pérdida de la Asamblea Nacional, muchos chavistas ven y sienten esos mismos sentimientos de derrota y adversidad. Los fariseos y poderosos de siempre celebran augurios de falsas fortalezas por la humillación que le infringen al pueblo humilde y patriota.
Se mofan del chavismo porque ya imaginan su destrucción y final. La causa chavista es perfectamente cristiana y bolivariana, sus valores y principios están cimentados en ese legado imperecedero de la fe, la esperanza y el amor del Señor Jesús y del Padre Libertador Simón Bolívar. Es la causa de los pueblos por su emancipación y liberación de la dominación que atentan contra la vida y el espíritu. Es cierto que el pan y los bienes materiales son necesario para la manutención, sin embargo la grandeza del gentilicio venezolano sabe también que el honor y el amor a la patria se alimenta en la profundidad del alma patriota de los bolivarianos. La fuerza del chavismo se contrapone al neoliberalismo y el egoísmos en esta lucha; esa es la verdadera batalla de estos tiempos heroicos. Es la tormenta perfecta de la dominación imperial gringa que se enfrenta al huracán bolivarianos de los pueblos del siglo XXI. El chavismo no sólo es una doctrina, es también una poderosa creencia del amor al prójimo y amparo a los desvalidos y más necesitados.
Es sabiduría del tiempo y el mensaje crístico de paz que no perece. Es como la dinámica infinita del agua que fluye desde las montañas hasta el mar: indetenible e inevitable. Venceremos.