“El santanderismo destruyó a Colombia. La despedazó. La hizo trizas desde el punto de vista económico, político, geográfico, físico, moral y cultural. La usó como trofeo de sus vindictas. Negoció con su soberanía y su territorio. Asaltó su economía y sus recursos. Ofició como testaferro político del imperialismo yanqui. Invitó y apoyó la invasión peruana promovida por Tudor y los Estados Unidos. Invitó y apoyó la invasión venezolana sobre Cúcuta y la Guajira (1). Anexó las provincias de Pasto y Buenaventura y el Cantón de Iscuandé al Ecuador. Abandonó a Panamá”.
El párrafo anterior, que es el lead de este artículo no fue inventado por quien escribe, simplemente es un párrafo del famoso ensayo del también reconocido historiador, poeta y bolivariano comprometido y colombiano –lamentablemente fallecido- Juvenal Herrera Torres, publicado con el periodístico título de El bacanal de las fieras, en el que expone una realidad de los individuos del vecino país, que no sólo conspiraron contra el Libertador de América Simón Bolívar, sino sembraron el abuso, la lisonja y un alto nivel criminal en ese país aún antes de su muerte.
Herrera Torres nunca descansó su ideal de verdad, que fue práctica en su vida. Su trabajo forma parte de la antología de ensayos que lleva por título Bolívar, Quijote de América, publicado por la Editorial El perro y la rana, del Ministerio del Poder Popular para la Cultura.
No contamos hoy con su opinión de sensatez histórica, pero no es difícil pensar qué hubiera podido escribir al revisar la actuación política y económica de la dirigencia de su país.
Pero siempre es interesante recordar párrafos de El bacanal de las fieras para comprender el manejo de la oligarquía colombiana y sus instrumentos en el devenir de la nación hermana, que nada tiene que ver con los ciudadanos, que es un tinto distinto.
Así, recordamos lo escrito por Herrera Torres:
“Es verdaderamente asombroso que el Estado colombiano sostenga todavía a Santander como prototipo del héroe nacional. Pero, como lo uno se sustenta en lo otro, si lo que Santander hizo es heroísmo, se comprende perfectamente por qué el Estado colombiano es como es y hace lo que hace. Cuando ese Estado, con todos sus aparatos ideológicos y en primer lugar las academias de historia hicieron el homenaje al recuerdo de Santander, con motivo del centenario de su muerte, Fernando González escribió (fustigó los vicios y criticó la mentira cultural en su país y de hecho salió al exilio):
El espíritu neogranadino que aún perdura como elemento oficial, gobernante, dirigente de Colombia, del general Santander ha olvidado la cobardía, ha cubierto la pequeñez y le ha envuelto en la gloria de Bolívar: por eso aparece hoy, a los cien años de su muerte, como el indudable héroe nacional de los granadinos de 1940…”
En estos momentos del 2009, las interrogantes que están en el aire están relacionadas con la herencia santanderista que la élite Colombia hizo suya hasta el sol de hoy, mientras la herencia de Simón Bolívar y los grandes próceres que le acompañaron se mueve con paciencia y firmeza en la mayoría de los países de nuestra Latinoamérica.
(1)
La Invasión de los Sesenta,
Cipriano Castro en 1889
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