El enemigo se conoce
a si mismo y sabe cual es su legado para la historia. Sabe que debe
fomentar el caos para cosechar sus frutos transgresores. Sabe que su
cultura debe prevalecer para seguir alienando mentes, ordeñando los
bolsillos de un rebaño lerdo llamado clase media que pace por el orbe.
Aún transmiten un documental
por Discovery Channel, donde afirman que el
mayor causante del recalentamiento global no es ni de cerca el
parque automotor mundial, ni las plantas para producir energía, ni
nada de esa vaina. Es el ganado, las vacas pues. La industria
y mercadeo de los productos cárnicos se están comiendo a la Pacha
Mama pero la culpa es de la vaca.
Según el Indiana Jones
de la ecología que hacía de presentador en el documental, así es
la cosa, compa. Incluso narraba aquello montado en un helicóptero en
el cual sobrevolaba a 2.000 metros de altura una maraña de corrales
que se perdían de vista y se tapaba la boca diciendo: hasta aquí llega
el mal olor. Que yo sepa, la culpa no es de las reses, sino del
capitalismo voraz.
El enemigo sabe que debe
acabar con el ALBA, UNASUR y cualquier país que ande en desbarajustes
humanistas, ecológicos o reivindicativos del hombre en comunidad. Sabe
que siempre es mejor por las malas, porque así activa la industria
bélica, así mueve su economía.
El enemigo le sabe a
soda, o mejor, a coca que descubran sus mentiras. Ha hecho de la trampa
un arte, lo ha masificado y lo vende como pasto para la rumiante clase
media. El enemigo te engaña diciendo que todo lo que toca lo convierte
en oro, pero en realidad lo vuelve mierda y la hedentina ya llega a
la mesosfera.
El enemigo nos ve como
un estorbo y quiere apartarnos del camino a patadas. Estamos sobre la
mayor reserva de petróleo y la quiere sin compartirla, sin pagar impuestos,
sin reclamos ni condiciones. También le sabe a coca donde carajos estarán
los escuálidos escondidos cuando vengan a invadirnos, igual les van
a echar plomo así salgan con manitos blancas.
Los amigos del enemigo
fomentan la violencia, informan sobre el caos, propagan la rabia, promocionan
apátridas y satanizan al Pueblo. Los panitas del enemigo juegan a la
guerra civil sin importarles que seamos compatriotas. Les abren las
puertas al narcotráfico y al paramilitarismo, sin importarle manchar
sus manos con sangre inocente. Esas y la conciencia, se las lavan con
dólares del enemigo.
El enemigo sabe que cuando
venga, el Pueblo se levantará. Por eso busca apoyo en casa de
vecinos carcomidos de odio secular, ansiosos de contaminarnos con sus
matanzas intestinas, su industria de drogas. El vecino rastrero ya no
finge más, pues ya se entregó en cuerpo y alma al enemigo, le dio
uso y disfrute de su morada, todo por vernos el hueso, todo por ser
puente del invasor. Cuan pervertida esa oligarquía colombiana, que
al querer dar al traste con la Gloria Libertaria de Venezuela no les
importa mancillar su propio suelo.
El enemigo sabe que debe
provocarnos, hacer que nos llenemos de rabia, que la impotencia ante
la impunidad se convierta en anarquía, que combatamos fuego con
fuego. Si permitimos que nos lleven hacia esas corrientes turbulentas,
difícilmente la revolución continuará siendo pacífica.
La historia nos muestra
los errores del pasado en el entendido de saber quienes somos y de donde
venimos. Si dejamos de lado su asimilación, estaríamos interpretándola
como una profecía. Estaríamos a merced del enemigo sin saber qué
hacer.
Por eso: Unidad, ideas y milicias.
pladel@cantv.net