Morir sigue siendo Cuartorepublicano

Entre la economía, la política, lo comunitario y lo internacional, Venezuela se mueve en una vertiginosa agenda digna de una revolución. Pero en la vida cotidiana del venezolano, en aquellos espacios de interacción diaria con las instituciones del Estado, es verdaderamente lamentable que no haya ni asomo de una revolución, mucho menos cultural. Nuestra revolución es sui géneris, una revolución que aunque con motivaciones sociales profundas, se desarrolla institucionalmente, sustituyendo a las organizaciones sociales por los entes públicos. Una revolución donde el líder pide los cambios y se da continuismo desde sus operadores y donde la cultura de la adequidad no ha podido ser modificada a pesar de los esfuerzos.

Incluso morirse en revolución aún es un asunto cuartorepublicano, no ha llegado la revolución a las instituciones encargadas de dignificar la muerte de un ser humano. Sin desear caer en detalle, hace poco un estimado amigo de la vida murió producto de un aparatoso accidente de tránsito, y desde la morgue de Los Teques, hasta la Jefatura, jugando con el dolor ajeno y la necesidad de sus familiares de poder velar el cuerpo en paz, matraquearon a sus familiares para poder entregar el cuerpo más rápido, todo por el hecho de que en la noche del accidente no había patólogo de guardia que hiciese su trabajo a tiempo. Con esto quiero ilustrar como está de descompuesta nuestra sociedad, que hasta con la muerte de un ser querido se juega en la telaraña de la corrupción.

Los funcionarios corruptos privatizan los servicios que no funcionan expeditamente por irresponsabilidad del Estado, y accionan como agentes eficientes para la mejora del servicio, y así justifican el cobro, convirtiéndose el Estado, con su ineficiencia, en promotor directo de la privatización de lo que no lograr satisfacer en el marco de las necesidades básicas de todo ser humano con base en la dignidad.

Es en este espacio de la vida cotidiana, en el matraqueo de los fiscales de tránsito, en las mafias para venta de cupo de los dólares de CADIVI, en todo aquello que callamos porque al final en algún momento nos hemos visto en la necesidad de echar mano a pesar de nuestros principios, donde la revolución debió llegar primero, y después de diez años no ha llegado y pareciera no llegar.

Nuestro deber es no seguir permitiendo esto, y la revolución debe generar desde las instituciones el mecanismo para no seguir permitiendo lo evidente, o definitivamente renunciemos a la idea de una revolución y entreguemos, reconociendo que nos ganaron. El secreto está en la selección de hombres y mujeres probos con verdadera formación ética y que estén dispuestos a “aguantar palo”. Apuesto a esto.


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Nicmer N. Evans

Director de Visor 360 Consultores, una piedrita en el zapato, "Guerrero del Teclado", Politólogo, M.Sc. en Psicología Social.

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