Nadie duda de la importancia que tiene Hugo Chávez para todos nosotros y para muchas personas en el mundo. Es un líder brillante, histórico, que ha cambiado la faz política de Venezuela y el mundo. Chávez es referencia política para gente de izquierda y de derecha, bien sea para apoyarlo o rechazarlo. Su voz clara, sin cortapisas ni ambigüedades, es escuchada con atención en todas las latitudes. Por eso lo queremos tanto y nos incumbe todo lo que dice o hace.
La obra de transformación adelantada por Chávez en Venezuela está a la vista y basta con recordar lo que éramos como país antes de 1999. Este líder nos ha devuelto la dignidad como país, convirtió la participación política en milagro cotidiano para tirios y troyanos, le dio una nueva dimensión a la acción social y bajo su batuta nuestro pueblo tiene logros concretos que no hubiese soñado antes de que llegara el Gobierno revolucionario. Es por eso que nos preocupa ayudarlo.
En ese sentido, la adulación no es una manifestación de afecto ni mucho menos de respeto. Cuando uno quiere a alguien por supuesto que lo apoya, lo estimula, lo acompaña y lo halaga. Pero no lo adula, porque la adulación es una falta de respeto. Nadie con la grandeza demostrada por Chávez necesita que lo adulen, algo que adoran los mediocres, pero que a veces se convierte también en un defecto del poder. Se la usa para sacar ventajas, para escalar, para obtener condescendencia del superior. Es producto de una actitud profundamente egoísta, miserable. Un buen padre, por ejemplo, ama a sus hijos, y por eso mismo les reconoce sus aciertos, pero jamás deja de criticarlos, afectuosamente, cuando cree que han errado. En fin, en el caso de hoy voy a hablar estrictamente en primera persona, pues creo que debo asumir a plenitud la responsabilidad de lo que digo.
Estoy harto de las críticas de pasillo, de trastienda. Hace pocos días un alto funcionario que fue diputado recordaba ante mí sus tiempos en la Asamblea Nacional como una época feliz, porque eso “sí era en verdad el chavismo sin Chávez”. Era un chiste hecho de buena fe, por supuesto, pero traía su piquete. He escuchado todo tipo de críticas al Presidente de parte de gente que lo apoya, pero estas siempre se hacen en baja voz, algunas razonables y otras no ¿Hasta cuándo esa actitud tan pusilánime? ¿Es entonces la crítica algo útil para descargar frustraciones o descontentos, y no un arma para que mejoremos las cosas y corrijamos nuestros errores?
A mí en realidad no me preocupa tanto lo que pueda pasarme por decir lo que pienso, por eso tengo cierta fama de deslenguado. Aprecio la recordada frase de Artigas: “con la verdad ni ofendo ni temo”. Recuerdo que cuando Luís Miquilena era Ministro de Relaciones Interiores de nuestro Gobierno, plantee en un artículo publicado en El Nacional mi opinión de que Miquilena era un cogollero. De inmediato saltaron algunos chavistas a llamarme y reclamarme que me había metido con “el viejo”. Lo demás es historia conocida.
En
realidad, el presidente Chávez ha sido un crítico permanente de su
propio Gobierno, en eso emula uno de los grandes aciertos de Fidel Castro:
el ejercicio de la crítica hacia adentro. Pero es muy común en Fidel,
cuando esto ocurre, hablar en primera persona del plural: “nosotros
hemos errado”. Siempre el principal responsable del barco es el Capitán,
aunque parte de su trabajo es señalar las fallas de sus oficiales,
pero nunca dejando de evidenciar las suyas propias. Así que con todo
respeto y cariño, voy a transmitir al Presidente Chávez por esta vía
(que ignoro si le es accesible) algunas de las críticas que escucho
frecuentemente entre revolucionarios más bien timoratos, ya que no
suelen hacerlas públicas. Las enumero:
- Fallas de gerencia a la hora de escoger al personal. No sería corta la lista de equivocaciones en ese sentido. Pienso que aquí juega en Chávez una paradoja: una de sus grandes virtudes es la lealtad, por eso a veces pone el afecto por encima de otras consideraciones. En ese caso, la lealtad se convierte en amiguismo, y eso sí es un defecto.
- Lo importante son los proyectos, no las personas. Muchas veces nuestro Presidente pareciera escoger a sus acompañantes en el alto gobierno sin exigir de ellos la presentación de un proyecto ejecutivo que se corresponda con los grandes proyectos nacionales. Ha habido ministros que hacen y dicen cosas que van a contrapelo de lo que Chávez y el pueblo quieren.
- Excesiva sensibilidad ante la crítica. En estos días le habló en un tono de reclamo a Eleazar Díaz Rangel porque este hizo críticas al PSUV, nuestro partido. Pero es que son críticas que no las inventa Eleazar, sino que las escucha a cada rato por todas partes, tal como me ocurre a mí mismo. No basta con decir “Bienvenida la crítica”, es necesario que el Presidente y las autoridades del partido la escuchen, la procesen e introduzcan correctivos.
- Excesiva sobre-exposición mediática. El problema aquí es que el Presidente parece no haber contado ni con una estrategia comunicacional de largo aliento, ni con liderazgos alternativos en el alto Gobierno que tengan su nivel de credibilidad y confianza. Entonces se ve obligado a ser prácticamente un vocero múltiple. El problema con la sobre-exposición mediática es que la persona o el objeto sobreexpuesto tiende a convertirse en parte del paisaje y su audiencia a perder lo que es llamado “poder atencional”. Se lo digo, querido Presidente, sus discursos ya no cuentan con el mismo “raiting” que tenían al principio. Usted debería reservarse solo para los grandes temas, y delegar más en otras vocerías.
- Finalmente, Presidente, un defecto que no es tan suyo como de su Gobierno, aunque algunos piensan lo contrario: el verticalismo. Hay que dejar que la creatividad de la gente termine de eclosionar y extenderse. Usted ha insistido mucho en eso, pero algunos que están cerca de Usted parecen no escucharlo. El nivel de burocratismo es muy alto y se frena por todas partes el crecimiento de la participación popular. A veces pareciera que hay como demasiados reyezuelos. El problema es que Usted ha enseñado al pueblo en el sentido de no ser súbditos de nadie. El burocratismo conduce a la ineficiencia, y si no se le frena, conducirá al desencanto y la decepción.
Las virtudes y aciertos de Chávez superan infinitamente a sus defectos y errores. Debemos estar agradecidos de contar con su capacidad, su tesón, su honestidad, su liderazgo de altos quilates. Pero lo cortés no quita lo valiente. Al Presidente le diremos siempre lo que pensamos, porque lo queremos demasiado, y es demasiado importante para nosotros, como para estar adulándolo sólo por sacar provecho personal.