La primera vez que Jesse Chacón presentó su renuncia fue una decisión acertada, pues había ofrecido información errada en cuanto a la salud de unos soldados que sufrieron heridas de quemaduras y tiempo después murieron. La segunda vez que presenta la renuncia, me resulta desconcertante, por cuanto no es común que un ministro renuncie a su cargo porque un pariente esté involucrado en hechos de corrupción. Lo cierto es que la revolución entra en una nueva fase en la que no es suficiente vestirse de rojo, no es suficiente tener una buena gestión y tampoco es suficiente ser un hombre de confianza. La revolución ha de ser completa o no es revolución, y para serlo, no pueden haber negocios familiares de por medio, pues más temprano que tarde la doble moral será insostenible en los espacios políticos donde se debata la verdad.
Sin embargo, no está reservado para nadie el rol de juez de la moral y las buenas costumbres. La nuestra es una sociedad donde se aplaude la astucia del corrupto y se mofa de la honestidad del pendejo. Se decía antes que con Carlos Andrés se vivía mejor porque robaba y dejaba robar. Hoy se dice que en política dos más dos son cinco. Pero lo cierto es que robar en la administración pública o privada es demasiado fácil, siempre lo ha sido. La diferencia es que hoy los ciudadanos han aprendido y exigen más. Estoy convencido de que actualmente hay menos corrupción que en los tiempos cuando no se rendía memoria y cuenta, cuando los gobernadores eran puestos a dedo, cuando no existía ningún tipo de participación de la comunidad organizada en la planificación y ejecución de presupuesto. El problema es distinto ahora, pues en tiempos de revolución la viveza criolla es mortal, pues decepciona a los hombres y mujeres que creen en el socialismo, que le apuestan a otra alternativa económica. Pero el capitalismo es un cáncer cerebral que le hace creer al estómago que aun tiene hambre después de haber comido suficiente.
La renuncia del ministro Jesse Chacón es un hecho visible del conflicto interno en cada ser humano, cada familia venezolana. No es casual que suceda en paralelo con la sentencia a 7 años del ex alcalde Carlos Chancellor, a quien se le demostró que utilizó dinero público para pagar las dietas de los concejales en sesiones que nunca se realizaron. El que una diputada como Pastora Medina se encadene en el Palacio de Justicia para exigir la impunidad ante los hechos de corrupción de Chancellor, es sólo una anécdota patética de doble moral.
No obstante, la revolución avanza, y su futuro depende de que los honestos o pendejos seamos mayoría. Cada quien asume su responsabilidad desde la trinchera que se le antoje, porque a fin de cuentas esta revolución la sostienen los que trabajan, no los que critican o se quejan. Y si deben caer más corruptos, pues caigan, o nos vamos todos “pal carajo”.
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