O la oscura relación del ano con las pilosidades palpebrales

De mañas y costumbres

Lo ocurrido recientemente con un grupo de bancos es solo parte de la anastomosis entre burócratas delincuentes y la burguesía tradicional, esa que siempre encuentra terreno arable en los primeros, intoxicados de capitalismo salvaje y cuyos sueños hechos realidad los determina ese adagio cuarto republicano de “no me des, ponme donde haiga”. Maña vieja no es costumbre dicen en mi pueblo, lo cual implica que no puedes convertir en ético algo que no lo es, así tengas tiempo practicándolo. Sin embargo, unido a aquel y mucho más venenoso en su esencia porque adquirió un cariz axiomático como elemento fundamental, afincado en la semiología de brincadas de charcos, condonación de deudas, chaquetas de cuadros y putas evaluadoras de ascensos militares, el otro de: “con los adecos se vive mejor porque roban y te dejan robar”. Mientras se daban vida de jeques en aquella Venezuela Saudita, el Pueblo vivía como un faquir, clavado en un tablón de miserias que casi lo consumió. Democracia con energía, lema de ARS tartajeado por CAP.

Entonces ¿Qué era aquello si no elite burocrática delincuente? ¿Quién diablos se robaba los reales del Pueblo? ¿Con quién negociaba la burguesía venezolana y extranjera? ¿Cuál fue el rol democrático de la cuarta república? Todo ello devino en un proceso de alienación tan profundo, que luego de una década de inflexión histórica, sobrevive oxigenado por la aquiescencia de quienes no cumplen con sus responsabilidades revolucionarias. Pero que quede claro que ambos, burócratas delincuentes y burgueses corruptores, ni aparecieron ni se inventaron hace diez años.

Etimológicamente el término “Boliburguesía”, si es que admitimos este clon lingüístico como válido, se refiere a una supuesta burguesía bolivariana que surgió al calor del proceso y según sus doctos inventores y/o descriptores no hay pele en tres vainas; es más nociva que la burguesía digamos “normal y silvestre”, esa que viene jodiendo al Pueblo secularmente, luego, que es el decantado de un proceso de cambios con fundamentos emanados de la vida, obra y principios del Padre de la Patria. Para completar, la asumen amparada por el Líder Comandante y así lo difunden desde sus madrigueras mediáticas.

Al revisar siquiera someramente la profusa bibliografía sobre los orígenes de la burguesía y su función en el desarrollo del sistema que ahora impera, puede entenderse no solo la imposibilidad de definir como tal a corruptos que como en este y otros casos, surgen en el devenir de las actividades públicas y privadas sino además podrá reconocerse que su creación viene de perlas a la derecha para proponer su propia inmoralidad como una aberración del proceso. Mas allá asoma la esperanza de que la lucha de clases se circunscriba sólo a desbaratar nidos de alacranes o dé tumbos reformando todo para que nada cambie, distraída con la proyección virtual de un “boliburgués”

Quienes se asen de la palabreja tratan de recolocar en la psiquis colectiva los adagios antes mencionados, como maña moderna en tiempos de revolución. Es indignante asistir al uso consuetudinario de ella, incluso por gente nuestra, sin que a nadie se le ocurra desmontar con rigurosidad epistemológica, esta nueva patraña fascista. No es casual por ejemplo, que los inefables Villegas la esgriman con agilidad en su derecho a limpiar el honor de una fraternidad supuestamente denostada por el proceso. Me tienen sin cuidado sus cuitas consanguíneas, pero que hagan coro a semejante sofisma los hermana con cofradías contrarrevolucionarias y eso tiene nombre, apellido y rancios pergaminos.

Los hechos se relacionan entre sí, a veces de forma poco perceptible. La retórica y la praxis adeco copeyanas deambulan entre nuestra desorganización, en negociados con real del Pueblo, en el retraso inexplicable de obras, en los responsables de patrullas que convienen en reunirse solos con los delegados sin hacerlo previamente con su gente, en súper camionetas con kit revolucionario (gorra, chaqueta y banderín rojo), en regar la bola de que Aristóbulo se volvió loco en su discurso en el patio de la AN, en publicitar la corrupción como un producto de la revolución y dele.

De nuevo nuestro Líder dio el ejemplo despejando dudas sobre intocables. Y va adelante, fueteando mercaderes, corruptos e irresponsables. Excelente costumbre revolucionaria contra viejas mañas.

pladel@cantv.net


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Plácido R. Delgado


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