Si bien es cierto que
en la era puntofijista, las devaluaciones repercutían negativamente
sobre la situación socio-económica y las clases más desfavorecidas,
el contexto actual de la Venezuela bolivariana, socialista y revolucionaria
es muy distinto al que se vivió durante la cuarta república.
Durante años, la cuarta
república ejecutó políticas devaluacionistas con fines netamente
fiscales y corruptos. El Estado se comprometía con una deuda interna
que no podía soportar y financiaba el hueco fiscal con maxi-devaluaciones
y emisión de dinero inorgánico que producía hiperinflación.
Por el contrario, el
ajuste de la paridad cambiaria anunciada por el ejecutivo obedece a
un plan estratégico que comprende la aplicación de medidas complementarias
de manera integral, en beneficio del desarrollo productivo, del pueblo
y no de la oligarquía neoliberal, y que incluye, muy importante decirlo,
la intervención del mercado negro paralelo del dólar para su eventual
control.
En varias de sus alocuciones
públicas, el Presidente de la República, Comandante Hugo Chávez Frías,
ha manifestado que Venezuela será una potencia exportadora. Esta afirmación
se ajusta a la necesaria batalla por transformar el modelo monoproductor
rentístico petrolero por una economía diversificada, dinámica y productiva,
dedicada al consumo nacional y la exportación, que genere igualdad
y desarrollo humano, beneficiando a las grandes mayorías. En esta heroica
tarea participan las Empresas Socialistas, así como la pequeña y mediana
industria venezolana, enrumbadas a incrementar la capacidad técnica,
productividad y competitividad en las distintas áreas de producción
nacional, particularmente en el sector agroalimentario.
En este contexto, se
hacía necesario un ajuste de la paridad cambiaria, toda vez que un
bolívar sobrevaluado se convertía en un estimulo a la importación
de bienes y servicios, en detrimento del trabajo, la producción nacional
y del necesario proceso de diversificación económica.
Con un bolívar sobrevaluado
el dólar es más barato, y por lo tanto las importaciones son también
más baratas. Cuando al consumidor le toque comparar entonces el precio
de un bien importado con el que se produce en el país, se inclinará
a comprar el más económico, es decir, el importado.
De acuerdo a la teoría
neoliberal, si sale más barato comprar un producto importado, el país
debería entonces olvidarse de producir ese rubro y seguirlo importando,
situación donde entonces sí sería beneficioso un dólar barato, con
un bolívar sobrevaluado.
Esa fue la política
que siguió la oligarquía oposicionista durante la larga noche
neoliberal bajo el yugo del empresario capitalista, acostumbrado a la
excesiva protección que recibía de los gobiernos de turno, consolidando
de esta manera la industria de la explotación. Los bienes nacionales
nunca necesitaron competir adentro y mucho menos afuera, lo cual permitió
la monopolización del rubro para el beneficio personal de unos pocos.
Cada vez que un gobierno puntofijista planteaba regular su precio en
beneficio del consumidor, los capitalistas jugaban a la escasez para
encarecer artificialmente el producto y presionar por la liberación
de su precio.
A diferencia de lo que
sucedía en la cuarta república, el gobierno nacional no ha aceptado
el chantaje de los capitalistas neoliberales, y en ocasiones, ha recurrido
a la importación de alimentos como medida coyuntural, ya que la solución
permanente pasa producir los rubros en Venezuela a través de las Empresas
Socialistas y con verdaderos emprendedores, nacionalistas y solidarios
de la pequeña y mediana industria. En este contexto, un bolívar sobrevaluado
significaría un obstáculo muy difícil de vencer, porque el aparato
productivo nacional tendría que competir en condiciones de desventaja
con los rubros importados. Como consecuencia, el consumidor tendría
que pagar más caro por la producción nacional, y una vez que se logre
autoabastecer al país, comenzaría un proceso de decrecimiento de la
industria por su incapacidad de competir en el exterior, y Venezuela
no tendría oportunidad de convertirse en potencia exportadora.
Mantener un bolívar
sobrevaluado acabaría la producción nacional agrícola y la de cualquier
otro rubro que pretendamos producir, ocasionando además un mayor desempleo,
el abandono del campo, una mayor presión social sobre las zonas urbanas
y el fracaso del plan de desarrollo económico y de cualquier otro intento
por cambiar el modelo económico.
Sin lugar a dudas que
en este contexto, el ajuste de la paridad cambiaria es una medida acertada,
toda vez que no se realiza como parte de una política devaluacionista
sino para evitar distorsiones económicas y coadyuvar al desarrollo
y diversificación de la producción nacional.
Caso Argentina
El fracaso del modelo neoliberal en Argentina, por ejemplo, se debió en buena parte a la revaluación de su moneda, lo cual se produjo a partir de la dolarización de su economía. Al respecto, el profesor argentino Jorge Schvarzer sostiene que “la sobrevaluación de la moneda local convalidó la entrada masiva de mercancías del exterior, mientras alentaba la salida, no menos masiva, de turistas argentinos hacia todos los rincones del planeta. Ambas demandas reclamaban divisas adicionales que debían obtenerse por medio de mayores exportaciones. Pero, el esperado aumento de la venta de bienes al exterior resultó difícil por la sobrevaluación de la moneda. El ingreso de bienes importados inundó a la plaza local con bienes que podían remplazar a la producción local, a precios menores que éstos (gracias a la sobrevaluación cambiaria), provocando una intensa crisis en la mayoría de las ramas industriales de producción transable internacionalmente. Además, este flujo de mercancías generaba un déficit comercial que tendía, objetivamente, a restringir el stock de moneda local; por lo tanto, las posibilidades de expandir la actividad económica dependían de obtener divisas por otros medios. La balanza comercial con Brasil, que era prácticamente la única positiva del país, tendió a invertir su signo en una clara señal de que mantener el tipo de cambio local perjudicaba a la producción local tanto como al equilibrio externo.”
La
Inflación
El oposicionismo puntofijista
neoliberal, el mismo que solía revolcarse en las orgías devaluacionistas
que imponía en el pasado el Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial,
dice ahora con total falta de vergüenza que "la devaluación traerá
mayor inflación".
Si bien es cierto que
por su condición de país monoproductor, la percepción generalizada
es que las importaciones venezolanas son altas, los datos económicos
presentados por el BCV durante los últimos años indica que el porcentaje
de las importaciones con respecto al Producto Interno Bruto (PIB) ha
permanecido estable cerca del 30%, muy similar a la situación de otros
países como Argentina, Brasil, México, Canadá y Estados Unidos.
Lo que sí resulta
revelador es el desequilibrio que se ha venido experimentando en los
últimos años, con una subida importante de las importaciones en detrimento
del aparato productivo nacional, como se puede apreciar en el siguiente
cuadro.
Importaciones y Exportaciones en Venezuela
A precios constantes
de 1997
(Miles de bolívares)
Quien más gana con el
ajuste cambiario es el aparato productivo nacional necesario para la
diversificación de la economía, y en consecuencia, toda la nación
saldrá favorecida. Por su parte, la clase de menos recursos no saldrá
perjudicada gracias al control de cambio, control de precios, asistencia
social médica y educativa, programas de vivienda y alimentarios, política
de pleno empleo y grandes inversiones públicas. Todo lo contrario a
la situación de los 80s, cuando el Viernes Negro del puntofijismo apátrida
y neoliberal fue anidando el descontento popular que conllevó a la
rebelión popular del 27-F y rebelión militar patriota del 4-F, para
posteriormente entrar en la crisis de los 90s, que afortunadamente comenzó
a ser fulminada en 1999 con la victoria de la Revolución Bolivariana.
(*) Internacionalista
agd1967@yahoo.com