Una vez el proceso revolucionario venezolano se arriesga a retar nuestra hueste patriota a convertir unas medidas cambiarias que generan, por un lado y sin esfuerzo alguno un trío de consecuencias negativas y, por otro lado, la imperiosa necesidad de invertir un titánico esfuerzo en aras de lograr una tríada de objetivos que, al compensar sobradamente dicha carga, se convierta en una nueva victoria en el combate.
El carácter virtual del dólar convierte la tasa cambiaria, parafraseando a Osho cuando se refiere al lenguaje, en una especie de prostituta que se vende al mejor postor y, en consecuencia, en su modificación o conservación priva lo político muy por encima de lo económico.
En el caso específico de estas recientes medidas cambiarias, lo político, al entenderlo como el escenario donde se desenvuelve la lucha de clases, nos indica que éstas deben inscribirse en una ecuación cuya solución favorezca al trabajo al mismo tiempo que desfavorece al capital y fortalezca la esfera productiva a costa del debilitamiento del sector rentístico.
Y en la solución de esa ecuación aflora un significativo reto, ya que en ella resalta la intervención, precedidos del signo negativo y sin ameritar esfuerza alguno, de la inclinación de la balanza, en el aquí y ahora, de lo rentístico sobre lo productivo; de la presión inflacionaria y, del efecto psicológico de la devaluación y, antecedidos del signo positivo y ameritar un titánico esfuerzo, de la sustitución de importaciones, del incremento de las exportaciones y del debilitamiento significativo de la especulación.
Empina aún más la encuesta, una sustitución de importaciones y un incremento de las exportaciones que exigen la participación de las pequeñas y medianas empresas privadas y de propiedad social a las que se le hace más difícil y la exclusión del capital monopólico al cual se le hace más fácil, así como también el debilitamiento de una especulación incentivada por el consumismo generado por el carácter rentístico de nuestra sociedad.
Chávez, al asumir la responsabilidad de estas medidas, demuestra una vez más una infinita confianza en nuestro pueblo que raya en los límites de la locura y, en consecuencia, a los patriotas no nos queda otro camino que, con la totalidad de nuestras fuerzas corpóreas, síquicas y espirituales, asumir este colosal reto contribuyendo a la conquista popular de esta invalorable presea histórica.
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