La única forma de salvar a la oposición del laberinto golpista en que se encuentra, es que Chávez salte la talanquera y asuma su liderazgo.
Tras el fracaso de la asonada militar del 4-F, el teniente coronel Chávez se convirtió en la primera y única figura política que le daba la cara al país para reconocer la derrota y asumir su responsabilidad. En señal de televisión a todos los rincones del país, Chávez anunció que "por ahora" no se habían lograron cumplir los objetivos y exhortaba a sus tropas a rendirse, deponer las armas y asumir con gallardía las horas difíciles que se avecinaban. Junto a sus compañeros de lucha asumió su prisión sin un ápice de queja o pretendiendo explotar la lástima, como lo hacen ahora dirigentes opositores después de arremeter contra los derechos humanos y misiones diplomáticas extranjeras.
Como presidente, Chávez debió sortear con gallardía otra encrucijada cuando miembros del Alto Mando militar en conchupancia con la élite empresarial y dueños de medios ejecutaron el golpe de Estado del 11 de Abril. Bajo la amenaza de bombardear el Palacio de Miraflores y acabar con la vida de la dirigencia bolivariana, los golpistas exigieron la renuncia del presidente, la cual habría sido considerada con la condición de que se respetaran la vida de sus ministros, la Constitución Nacional y las instituciones bolivarianas. Afortunadamente, la naturaleza fascista de los golpistas les impidió aceptar y prefirieron acabar con las instituciones democráticas, violando de manera sistemática los derechos humanos. El bravo pueblo venezolano respondió a la altura de las circunstancias y por primera vez en la historia salió a las calles desafiando el poder de los golpistas mientras los militares leales a la revolución tomaban el palacio presidencial, haciendo huir despavorido a todo el conglomerado golpista que entre champagne y cartier habían aclamado horas antes los decretos dictatoriales de Carmona.
La oposición continuó su ciclo golpista con el sabotaje petrolero, atentados terroristas, guarimbas y planes de subversión paramilitar, al tiempo que los medios continuaban envenenando a la clase media con fuertes dosis de rabia antichavista. Y de ese laberinto golpista, la dirigencia opositora no ha podido salir.
El presidente Chávez y su proyecto bolivariano de desarrollo han obtenido una abrumadora victoria electoral, la octava al hilo en los últimos seis años, con mas de cinco millones de votos, cifra record para cualquier proceso electoral en la historia de Venezuela.
Todas, absolutamente todas las encuestas lo predecían, y así fue avalado posteriormente por la OEA y el Centro Carter: ["Luego de un análisis suficiente de nuestras fuentes de evaluación del proceso podemos decir que nuestra información coincide con los resultados parciales anunciados esta madrugada por el Consejo Electoral… No hemos encontrado elementos que indiquen que pudo haber un fraude."]
También fue respaldado por todos los observadores internacionales:["El proceso venezolano contó con satisfactoria garantía de confiabilidad, transparencia y rigurosidad técnica."]
Y hasta fue reconocido por la propia Súmate, empresa creada con fondos del gobierno estadounidense para asesorar técnica y electoralmente a la oposición: ["En efecto, los números que tenemos en el conteo rápido sí coinciden con los del Centro Carter y el CNE."]
Sin embargo, la dirigencia opositora no consigue aceptar el principio fundamental de la democracia sobre la voluntad electoral de la mayoría, calificando el impecable proceso electoral de fraude, madrugonazo, o con el patético sofisma de "duda razonable", aunque su negativa a reconocer la victoria de Chávez sea lo mas irracional que haya hecho hasta ahora.
Pero no es el fracaso electoral lo que ha terminado de sepultar a la oposición venezolana, sino la ausencia de lideres que asuman con gallardía la derrota. En el momento mas apremiante, la dirigencia puntofijista se inhibe y abandona a sus simpatizantes en medio del limbo político cuando están mas ávidos de conocer las nuevas políticas y estrategias de cara al futuro.
Así lo hizo el líder y estadista Chávez tras la convocatoria oficial del referéndum revocatorio. Los simpatizantes del presidente pasaron por un breve período de frustración, dispersión y confusión, el cual fue manejado por el presidente de manera gloriosa en su histórica cadena nacional, donde además de aceptar el reto del referéndum, delineó las líneas de acción a seguir en lo que sería la Batalla de Santa Inés.
En una nueva demostración de magnanimidad, y previendo que el descalabro de la oposición podría tener consecuencias desastrosas para la estabilidad del país, el presidente Chávez le extiende un puente a la oposición, le brinda la mano a su dirigencia y le pide a sus simpatizantes que no se sientan derrotados, invitándolos a integrarse y trabajar juntos por Venezuela, respetando las diferencias y honrando la Constitución Nacional.
* Internacionalista, MA
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