Ya han pasado prácticamente dos períodos de sesiones de la Asamblea Nacional, diez años de intensa actividad y luchas políticas por parte de los asambleístas revolucionarios, soportes fundamentales del proceso de cambio en esos complejos 10 años, tiempo que ha marcado definitivamente a Venezuela por el giro revolucionario que ha ido tomando el aspecto legislativo y el consiguiente surgimiento de un cuerpo legal de justicia y de derecho comenzando con la aprobación de la Constitución Bolivariana aquel 15 de diciembre de 1999.
El perfil de los diputados nominados por la revolución, elegidos en las planchas del MVR y el impulso del comandante Chávez a los candidatos, tenía las características de los primeros años de la revolución, un proceso aluvional, compartido aquel recinto con una bancada fascista y golpista como la de Primero Justicia y de otros partidos llenos de traidores y tránsfugas como el MAS, con diputados que traicionaron el proceso popular y que fueron elegidos en las planchas de la revolución.
Las alianzas de la revolución tuvieron un altísimo costo en los dos procesos, diputados que no tuvieron a la altura no sólo de la confianza popular, del líder del proceso, del proyecto mismo. El traidor de Luis Miquilena se llevó una tajada de diputados, igual hizo el MAS, Podemos y otras agrupaciones. Eran diputados no conflictuados con el proceso o que divergían de tal o cual medida o propuesta política, sino enemigos del mismo, que conspiraron contra él, después de usufructuar sus beneficios. El discenso, la contradicción, la confrontación entre revolucionarios son sanas y saludables, enmarcadas en principios éticos; pero la confrontación de clases, con los enemigos del proceso, son otra cosa, allí no se puede dar concesiones de principios.
Muchos de los diputados y diputadas se estrenaban en la política, no pocos carecían de madurez y experiencia política, aprendían sobre la marcha, era un período duro y complejo, donde el líder del proceso revolucionario, desde el solio presidencial, enrumbaba la nave venezolana por caminos minados por el imperio y sus aliados de la oligarquía, hacia metas que incluso muchos camaradas no comprendían e incluso no creían en esa posibilidad, el antiimperialismo, primero, el socialismo, después, por ejemplo.
Diez años después, estando a seis meses de las elecciones parlamentarias, hay un nuevo cuadro político, la revolución presenta una madurez y una robustez que no tenía ni en las elecciones parlamentarias del 2000 ni en las del 2005. Hoy tenemos una verdadera explosión del poder popular, las masas se organizan aceleradamente, surgen por doquier los consejos comunales y las comunas, se organizan aceleradamente las milicias populares y se van sentando las bases de un poder político auténticamente colectivo, de trabajadores, de vecinos, de estudiantes, de mujeres, de etnias y pueblos indígenas. Ante esa realidad se desarrolla igualmente con inusitada fuerza el instrumento político de la revolución, el partido revolucionario, socialista, marxista, cristiano, indigenista, guevarista, fidelista y bolivariano, precisamente dentro de esa dinámica se produce la más democrática y trascendental de las decisiones tomadas por el Congreso Extraordinario del PSUV, la propuesta de ir a la elección de los candidatos a diputados por el PSUV partiendo, en primer término, de la autopostulación de todo aquel que considerándose con condiciones y aptitudes, presentase su nombre, o que tuviese el apoyo de una o varias patrullas territoriales o sectoriales.
El cuadro político electoral es otro y otro tiene que ser el perfil del o la diputada. En primer término la Asamblea Nacional tal y como está concebida hasta ahora es una instancia que conserva mucho de la representatividad del extinto congreso nacional; si se quiere ese es un pecado original, parafraseando el lenguaje cristiano. Hubo un ensayo importante, para ir rompiendo ese pecado y fue el llamado parlamentarismo de calle, ensayo que acercaba al diputado a la comunidad en la discusión de algunas leyes y se producía un cierto nivel de participación, pero eso no hacía que las masas participantes discutieran a nivel de sus comunidades el proyecto en todas sus partes, menos que fuesen las masas las que propusieran tal o cual ley, de eso vivimos experiencias negativas allá por el año 2001, cuando militábamos el la Red Social No Hay Marcha Atrás.
De manera que el diputado debe trascender las vetustas paredes de esa estructura museística que es la Asamblea Nacional, para, desde la construcción del poder popular, legislar junto a su comunidad, dando tiempo a que una reforma constitucional sustituya esa estructura del viejo Estado burgués y sean las comunas, por ejemplo, quienes elijan sus diputados y diputados y se cree la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Indudablemente el aspirante a diputado o diputada debe estar preparado políticamente, conocer de política y de otras materias importantes al hecho de legislar: economía, derecho, filosofía, periodismo, historia; tener capacidad no sólo de elaborar un discurso, sino elaborar coherentemente una discusión donde esté en juego el interés del pueblo, los trabajadores y la soberanía del país. Ser un tribuno, en la tribuna, pero también en la calle. Todo aspirante a diputado o diputada debe desarrollar la capacidad de escribir para la prensa. Muy pocos son los miembros de la AN que escriben para la prensa y participan en debates y discusiones públicas, que ayuden y orienten a la población.
Demás está decir las características éticas, de transparencia, honradez, honorabilidad, sentido de la solidaridad y humanismo que deben caracterizar al o a la aspirante. Compromiso verificable con el proceso revolucionario, lealtad con la organización y con el pueblo, con el comandante presidente Hugo Chávez; profundo sentido de pertenencia y amor a la patria por encima de todo; rechazo a la traición, a los traidores, al oportunismo, al burocratismo; defensa irrestricta del socialismo, militante incondicional del internacionalismo bolivariano, latinoamericano/caribeño y universal. Sensible, humano, desprendido, sin egoísmos ni individualismo. Ser firmes y contundentes ante el enemigo y combatir sin tregua al imperialismo, el enemigo principal de nuestra revolución y de los pueblos del mundo. Ser valiente, asumir en la calle su condición de dirigente popular cuando lo exijan las circunstancias, incluso empuñar las armas ante una agresión extranjera o un complot golpista. Combatir ideológicamente, de manera implacable, el chisme, las intrigas, las maniobras; asumir la defensa de los derechos humanos de los venezolanos y temblar de indignación ante las injusticias. Ser firmes ante el halago, el soborno.
El aspirante a diputado o a diputada por el PSUV debe, a mi juicio, poseer esas cualidades y atributos. Saber que es un vocero del pueblo, no que está por encima del pueblo. Rechazar alianzas o tratos con sectores de la oligarquía apátrida, con partidos de la derecha y del imperio yanqui.
(humbertocaracola@gmail.com)
Candidato a diputado por el PSUV en el Circuito Nº 2 de Caracas: parroquias San Juan, Santa Teresa, Catedral, Altagracia y 23 de Enero.