24 de junio de 2009.- Intervención de Michael Lebowitz durante el encuentro "Intelectuales, Democracia y Socialismo":
Cuando hablamos de intelectuales, por supuesto se tiene que reconocer que existen muchos tipos de intelectuales. Por eso, permítanme ser específico. No estoy hablando de los intelectuales tradicionales o de los académicos. Hablo de intelectuales que están comprometidos al socialismo. Además mis comentarios no van dirigidos específicamente a los intelectuales venezolanos. Como huésped en el país de ustedes no debo inmiscuirme en esto. Mis observaciones, entonces, se refieren más a cuestiones generales que a cuestiones relacionadas específicas con Venezuela.
Quiero enfocarme en los intelectuales revolucionarios, es decir, en las personas que están entregadas a la construcción del socialismo del siglo XXI. Y cuando me refiero a éste estoy pensado en algo muy concreto: en una combinación particular de elementos. Cuando hablo del socialismo para el siglo XXI, tengo presente una combinación de tres elementos: a) la propiedad social de los medios de producción, b) la producción social organizada por las y los trabajadores y las comunidades y c) una sociedad basada en la solidaridad y que se orienta hacia la producción para las necesidades y los propósitos comunales.
En resumen, estos intelectuales revolucionarios son personas que se han entregado a un proyecto revolucionario, a un proceso de trabajo revolucionario en donde la meta —el socialismo para el siglo XXI— está clara, y donde lo que se requiere es la disciplina necesaria para alcanzar esta meta. Es decir, una o un intelectual revolucionario debe imponerse una disciplina en función de realizar el proyecto revolucionario.
Permítanme explicar mi comentario más detalladamente. El o la intelectual revolucionaria debe someterse a la disciplina del partido revolucionario, un partido dedicado a la construcción del socialismo para el siglo XXI.
Sin embargo, antes de que mi declaración provoque una tormenta y que me lancen zapatos, quiero que quede en claro una cosa. Debemos distinguir claramente entre el partido revolucionario del futuro y el partido del momento. Aquí uso el termino “momento” en su sentido dialéctico, es decir, es un paso, una fase, una parada momentánea que es y debe ser superada en la medida que se avance.
Es a la disciplina de ese partido del futuro que el y la intelectual revolucionaria deben someterse. Después de todo, es posible que el partido del momento no esté entregado al proyecto socialista. Puede ser que las fuerzas que dominan al partido del momento estén orientadas hacia una estructura jerárquica de mando parecida a la que existía en las infelices experiencias del siglo XX; puede ser que tengan poco interés y poco compromiso con la construcción de un proceso de gestión obrera, algo que es imprescindible para que los trabajadores y trabajadoras puedan desarrollar sus capacidades, y es posible que crean que es utópico pretender centrarse en un modelo de producción basado en algo que no sea el interés individual . ¿Acaso las y los intelectuales revolucionarios se deben disciplinar a un partido de este tipo? (Por cierto, hablo como una persona que vivió la experiencia de trabajar durante muchos años en un partido social demócrata).
Es decir, tenemos que reconocer que habrá una brecha entre el concepto de un partido revolucionario orientado hacia la construcción del socialismo del siglo XXI y el partido del momento. Y es imposible evitar tal brecha. Como se dio cuenta Marx (y, de hecho, todo pensador dialéctico), las formas nuevas siempre emergen dentro de las viejas y, forzosamente, reproducen sus defectos. Además, lo nuevo siempre emerge bajo una forma insuficiente. Hegel dijo que cuando queremos ver un roble con su tronco vigoroso, sus grande ramas y su frondoso follaje, no nos satisface si, en vez del árbol, nos muestran una bellota.
Ahora bien, ¿en nuestra calidad de intelectuales revolucionarios, qué vamos a hacer ante esta brecha ineludible? Una reacción posible es que nos paremos afuera a criticar la insuficiencia de la forma que surgió. La otra posibilidad, la revolucionaria, es luchar en función de hacer realidad lo que ahora es solamente un partido en potencia.
En una oportunidad alguien preguntó a Víctor Serge si las semillas de Stalin estaban presentes en Lenin. Serge respondió “Había muchas semillas en Lenin”. Yo considero que la responsabilidad del intelectual revolucionario es cuidar las semillas revolucionarias – y hacerlo dondequiera que sea posible; es comunicar las visión del socialismo para el siglo XXI a las masas porque, como sabemos, las ideas se convierten en fuerza material cuando agarran la mente de las masas. Su responsabilidad consiste también en intentar convencer de estas mismas ideas y esta misma visión a los que están dirigiendo el proceso.
Por supuesto, si nos comprometemos a someternos a la disciplina del partido revolucionario del futuro y no a la disciplina del partido del momento, esto se puede entender como una crítica al partido del momento. Además, los que están menos comprometidos con el socialismo del siglo XXI serían los que más desearían impedir tales expresiones. Sin embargo, creo que todos debemos estar conscientes de las consecuencias que tendría abandonar la visión del socialismo.
Si vamos a permanecer fieles al proyecto de construir el socialismo del XXI, los y las intelectuales revolucionarios debemos transformar en consignas nuestras las afirmaciones de Marx con relación a la importancia de la crítica que no teme sus propias conclusiones como no teme un conflicto con los que detentan el poder.
Ahora bien, si esta es la responsabilidad de las y los intelectuales revolucionarios, también existe la responsabilidad de los intelectuales en el partido actualmente existente. Si este partido realmente quiere avanzar en el proceso de construir el socialismo para el siglo XXI, debería garantizar que haya un espacio donde los intelectuales revolucionarios puedan cumplir su compromiso revolucionario. No ofrecer este espacio y no estimular que se cuide a las semillas revolucionarias es permitir que las malezas crezcan.