Por lo menos esa expresión
si la podemos decir, ante ese tumulto de acusaciones que se produce
cuando algún sujeto por allí prende el ventilador de las injurias. Y es
que – afortunadamente- muchas personas no hemos pasado, por esas
oficinas que parecieran tener el lema de ¡Póngame donde haiga!
Y
esto lo decimos porque precisamente por estos días, presuntos
dirigentes políticos venezolanos (viven de oponerse), que dicen
abandonar la denominada mesa de unidad, que no es otra cosa más que la
que se tildaba de coordinadora democrática, de la montonera que intentó
deshacerse del líder de la revolución bolivariana, Hugo Chávez, ahora se
involucraron en un conversatorio sobre corrupción, desde donde disparan
contra el gobierno revolucionario.
Y
crean el frente contra la impunidad y además un frente progresista, que
ya los observadores políticos de los que no tienen cabida en los malos
diarios de la nación, dicen que se trata de otra modalidad mercantil que
recién instalan a propósito de las próximas elecciones.
Estos
tipos realmente se creen que pueden engañar a la gente con el
tratamiento que le dan sus malos medios –que también tienen otros
intereses y que se valen de ellos- con medias páginas, fotos a 4
columnas y hasta llamados con imágenes en las portadas.
Mientras
esta mentira empieza a correr en sus pobres periódicos, radios y
televisoras, uno se lee, como quien no quiere la cosa a Miguel, el que
dice que tiene sus verdades:
“Caradurismo
(en negritas). Es tal el cinismo de quienes han estado vinculados a la
corrupción (ahora aparecen como si no hubieran quebrado un plato), que
la opinión pública va perdiendo interés por el tema. El crítico de la
corrupción más reciente (ejemplo del sentido de esta nota) es Ismael
García. El ex alcalde de La Victoria fue cuestionado por el propio
Chávez en un acto político durante la campaña de 2000, e
inexplicablemente apareció luego entre sus más cercanos colaboradores,
tanto así que lo nombró jefe de su siguiente comando electoral. Ismael
controló las finanzas de la gobernación de Yaracuy durante la gestión de
Carlos Jiménez; sin embargo, otra vez extrañamente, logró evadir su
responsabilidad en el juicio que se le sigue
al ex gobernador, dejándolo solo. García estuvo muy comprometido con un
empresario para entonces amo y señor de la construcción en el centro
del país. ¿Cuánto de los 80 mil millones dilapidados en corrupción
habrán ido a parar a las arcas del denunciante?”.
Cuando
vemos ese tipo de cosas que ocurren en nuestro país, donde entre otras
cosas sucede que los acusados por cometer delitos comunes se visten de
perseguidos políticos, no nos cabe duda para llamarlos facinerosos.
Con
sinceridad podemos decir que los comunes y corrientes como quien
escribe, no tenemos problemas, pueden fácilmente alzarnos por los pies
con una grúa y de seguro que al suelo caen las cuatro monedas que a
veces cargamos; no nos preocupa que nos registren, ¿aguantarán un registro los miembros del clan anticorrupción que anda denunciando al gobierno por allí?