Ya tenemos una ley sobre Costos y Precios Justos, con esta ley en la mano, el gobierno arreciará su guerra contra la especulación, lo que no suena nada mal a los oídos de los maltratados consumidores. Iniciativa que se adelanta para hacerle frente al problema de la inflación que se manifiesta irreductible por ahora. Lo que me parece loable es que el gobierno le esté prestando una mayor atención a lo económico. Como he señalado en otros artículos, la revolución bolivariana desde sus comienzos estuvo centrada en el aspecto político-jurídico y luego en lo social. Sin duda alguna, en el aspecto político-jurídico, todas las consultas electorales ganadas en estos años, y la promulgación de una nueva constitución y una gran cantidad de leyes y reformas a las ya existentes, es una muestra del éxito obtenido en este campo, por el otro lado, en el campo social y a través de una política asistencial, también se han visto éxitos que han mantenido la popularidad del gobierno y el Presidente en los sectores más pobres de la sociedad venezolana.
Sin embargo, y como también he señalado en otros artículos, lo mismo no ha acontecido en el plano económico, en el cual es difícil encontrar algo que pueda llamarse verdaderamente una política económica como tal. Sin abundar en el tema, una política económica debe apuntar a frenar la inflación, mantener un tipo de cambio estable, una política fiscal adecuada, evitar las crisis económicas o al menos atenuarlas, mantener un crecimiento económico sostenido, elevar las condiciones socio económicas de la población.
Hasta los momentos, no hemos visto una política económica capaz de atender los problemas anteriores, tenemos inflación, un bolívar fuerte devaluado, fuga de capitales, incremento de la deuda pública, una economía rentista dependiente del petróleo y una economía de puertos. Frente a este panorama, se han aplicado recetas ya usadas en la Cuarta República, control de cambios con distintos tipos de cambio, controles de precios, devaluaciones, aumentos del salario mínimo para compensar parcialmente la caída del poder adquisitivo, mercados de trueque, cooperativismo, importaciones masivas de alimentos para suplir el déficit en la producción nacional. El gobierno argumenta que su política económica ha llevado a un mayor bienestar de la población, en especial de los más pobres, ahora la gente come más y mejor, y señala estadísticas internacionales que así lo confirman. Yo no pongo en duda que esto sea así, lo único que me parece peligroso es que todo esto está basado en la renta petrolera, si el precio del petróleo no hubiera escalado a los niveles que ha llegado posiblemente todo el bienestar logrado para los más pobres no hubiera sido posible. ¿Está Venezuela condenada a ser un país mono exportador de energía, y el bienestar de la población depender de la ruleta rusa de los precios del petróleo?
Volviendo al tema central, la guerra contra la especulación está basada en la creencia de que ésta es la causa última de la inflación, que eliminando la primera desaparecerá la segunda. He aquí, lo que a mi juicio es un grave error, la especulación no es una causa sino un efecto o resultado indeseado del exceso de demanda frente a la oferta. Si no tenemos una economía capaz de producir los bienes y servicios necesarios y en la cantidad necesaria, tarde o temprano, se presentará el fenómeno especulativo y por supuesto aparecerán los especuladores. Ahora bien, ¿qué es la especulación? No es más que la obtención de una ganancia extraordinaria por un precio excesivamente alto en virtud de una oferta insuficiente para satisfacer la demanda. Esto quiere decir que no hay muchos productores en el mercado que compitan entre sí y que tengan la capacidad de abastecer el mercado. Es de Perogrullo que un mercado donde haya abundancia de un producto es imposible que exista la especulación, usted puede ponerle el precio que le dé la gana a su producto pero nadie se lo comprará, en cambio, si el producto está escaso hay oportunidad para especular. Muchos dirán que los productores y comerciantes pueden crear una escasez artificial, esto es cierto si tienen un control monopólico del mercado. En un mercado donde haya competencia y fuerte la especulación es anti-económica, debido a que el acaparamiento tiene sus costos también.
Una solución al problema de la inflación por la vía burocrática de guerra a la especulación (cientos de burócratas recorriendo los comercios e industrias aplicando multas), o por la vía de una ley de precios, costos y salarios, no van a la raíz del problema que es la inadecuación de la oferta a la demanda, o a solventar el problema de un tipo de cambio inestable, que requiere devaluaciones periódicas y encarece las importaciones. Cabe destacar que en las economías socialistas del siglo XX, planificadas y reguladas centralmente, sin la existencia de un mercado como tal, con una burocracia abundante y bien aceitada, nunca pudieron eliminar el problema de la especulación y el mercado negro de bienes de primera necesidad. La razón es muy sencilla, esos países nunca pudieron producir bienes y servicios en la cantidad suficiente para satisfacer las necesidades de su población, los soviéticos siempre estuvieron en la disyuntiva de producir balas o mantequilla, y cuando Estados Unidos les lanzó el reto de las guerra de las galaxias, o sea que la URSS tendría que gastar más en balas, lo que los enfrentaba al hecho de tener que invertir menos en la producción de bienes para satisfacer las necesidades de su población que era del todo insuficiente, no les quedó más que rendirse.
Ahora bien, analicemos el problema técnico que significa el análisis de costos de cientos y quizás hasta de más de un millar de productos, que a mi modo de ver no es pequeño por el número de productos, sin contar con el hecho de la gran cantidad de establecimientos que habría que visitar, empresas y comercios. En primer lugar, para el análisis de las estructuras de costos de empresas y comercios se requiere de un pequeño ejército de contadores.
También, se encontrarán problemas difíciles de manejar cuando varias empresas presenten estructuras de costos diferentes para un mismo producto. Esto es factible teniendo en cuenta que la tecnología utilizada puede ser muy diferente, yendo desde industrias artesanales hasta completamente automatizadas. El panorama se complica más aún si tenemos en cuenta que un producto puede tener diferentes modelos y presentaciones (zapatos de cuero, deportivos, de hombre, de mujer, sintéticos, etc.). También hay que considerar en la fijación del precio, la competencia de los productos importados.
A todo lo anterior, hay que sumarle el hecho de que las estructuras de costos cambian constantemente, y más aún, en una economía inflacionaria, por lo tanto, habría que estar revisándolas constantemente.
Por último, sobre qué base objetiva se puede determinar el margen de ganancia sobre el precio final al consumidor que debe cobrarse. ¿Se tomará en cuenta el retorno de la inversión en la determinación del precio? Si se toma en cuenta, cuál es el porcentaje de retorno de la inversión que se supone “justa”. También hay factores involucrados que son difíciles de manejar como puede ser la calidad de un producto.
En virtud de la gran cantidad de factores involucrados, la fijación de un precio X puede ser que permita trabajar a algunos y obtener ganancias, pero quizás a otros no.
Supongamos que tenemos la empresa X, que produce zapatos en forma artesanal; y por el otro lado, tenemos la empresa Y, altamente tecnificada. La empresa X produce 100 pares de zapatos en 200 horas, mientras que la empresa Y produce 1000, en el mismo lapso de tiempo. Entonces tenemos que la empresa X hace un zapato en 2 horas y la empresa Y lo hace en una quinta parte del tiempo es decir en 20 minutos.
Si suponemos que se pagan BsF 5 por cada hora de trabajo. Esto nos lleva a que el costo de mano de obra por un par de zapatos será de BsF 10 (BsF 5 x 2 horas) para la empresa X y de BsF 1 (BsF 5 en una hora implica BsF 1 en 20 minutos) para la empresa Y.
Supongamos, que el costo de mano de materia prima sea igual para ambas empresas BsF 20 por un par de zapatos, lo que no es muy realista, las empresas grandes obtienen descuentos en la compra de materias primas por volumen.
Finalmente, tendríamos un costo de BsF 10 + 20 = 30 para la empresa X y de BsF 1+20 = 21 para la empresa Y. Si suponemos que un margen de ganancia de 25% sobre el precio es justo, el precio del zapato de la empresa X será de BsF 40. En el caso de la empresa Y será de BsF 28. Si suponemos que un precio justo es aquel que más beneficia al consumidor, la empresa X quedaría fuera del mercado, aun cuando mucha gente pudiera preferir un calzado hecho a mano aunque tuviera que pagar más. Si usamos esta lógica terminaríamos posiblemente arruinando al pequeño empresario.
Si por el contrario, señalamos que un precio justo es aquel que defiende al pequeño empresario, y por lo tanto, se fija el precio en BsF 40, la empresa X obtendría un 25% de margen de ganancia, pero la empresa Y obtendría un margen de 48% aproximadamente, en este caso el consumidor saldría desfavorecido. Como podemos ver encontrar la justicia en materia económica puede ser algo más complicado de lo que parece a simple vista.
Debo pedir excusas a los lectores por lo burdo del ejemplo colocado, las estructuras de costos hasta de la empresa menos compleja es muchísimo más intrincada que nuestro ejemplo. Sin embargo, con propósitos didácticos, creo que es válido mantenerse en el plano de lo simple, lo que pienso no le quita validez a la argumentación ni al proceso inductivo, al llevar el análisis a la confrontación con la complejidad y especificidades de la realidad.
Para complementar el análisis, podemos señalar que en los mercados existe lo que la gente de marketing llama nichos, es decir, segmentos de mercado basados en preferencias del consumidor. Es muy posible, que haya un mercado para el pequeño empresario artesanal del calzado, independiente del precio, simplemente porque habrá consumidores dispuestos a pagar más por un zapato hecho a mano; y habrá otro nicho, para aquellos que basan su adquisición de zapatos en precios bajos, antes que en la calidad. Si por vía administrativa se decide un precio único para ambos nichos, con productos similares pero con estructuras de costo muy diferentes, tendremos la situación planteada anteriormente. Al parecer, se dará una situación de suma cero, lo que uno gana lo pierde el otro.
En resumen, podemos decir que desde un punto de vista técnico de implementación de la ley, las cosas no son tan simples como a primera vista pareciera. Es muy probable, que algunos productores salgan desfavorecidos con la fijación de precios y otros no. Es altamente probable, que los más favorecidos sean aquellos productores grandes o medianos. No sabemos en qué grado los consumidores se verán favorecidos, y posiblemente, no sea en todos los rubros. No sabemos si un análisis de la estructura de costos de las empresas no conduzca en un primer momento a un alza de precios de algunos productos.
Por último, es bueno señalar que una idea como la que recoge la nueva ley no es nueva en lo absoluto. La fijación de precios y el intento de controlar las ganancias ya ha sido probado en otras latitudes, e incluso aquí mismo, y los resultados no han sido buenos. El derrumbe económico del bloque socialista en el siglo XX tiene mucho que ver con una economía que fijó precios y eliminó el mercado como mecanismo de asignación de los recursos, lo que condujo finalmente a la ineficiencia e ineficacia que le impidió seguir compitiendo con el Occidente capitalista y significó el derrumbe del socialismo del siglo XX.
Creo que el socialismo del siglo XXI debe aceptar que es necesario convivir lo más armónicamente posible con un sector productivo privado, pero es obvio, que esta convivencia significa que no se puede suprimir el mecanismo del mercado y la formación de precios de acuerdo a la oferta y la demanda porque entonces es imposible la existencia de dicho sector privado.
Como señalan los economistas austriacos, los mercados nunca estarán en la situación de equilibrio perfecto, sino más bien en un desequilibrio dinámico. Siempre que en el mercado ocurran distorsiones graves, el Estado podrá intervenir para solventar la situación, dejar que los mercados funcionen, no significa darles patente de corso a algunos productores para que hagan todo lo que les dé la gana. Es prudente ver el viraje cubano en materia económica después de 50 años de revolución, la vuelta al mercado, a la oferta y la demanda, a la existencia de empresas privadas, pero no creo que el Estado cubano no esté pendiente de lo que ocurra en esta nueva situación. Este viraje era necesario hace mucho en Cuba, como lo dijera Raúl Castro, al señalar que los cambios tal vez llegaban tarde. Esto es el reconocimiento de que la planificación centralizada de la economía, la abolición del mercado y de la formación de precios como mecanismo de asignación de recursos, no pudieron desarrollar una economía eficiente y en crecimiento constante que brindara a la población niveles de vida cada vez más elevados.
Pareciera ser que no se quisieran aprender las lecciones del socialismo fallido del siglo XX, creo que esto tiene que ver con un pensamiento dogmático que nos viene del ideario de Marx, quien le dio al socialismo un carácter eminentemente economicista para distinguirse de aquellos socialistas utópicos, que veían el socialismo como la reivindicación de un problema básicamente de tipo ético, es decir, la superación de la injusticia social. Esta visión sigue atando a muchos a la planificación total de la economía como la antítesis de la economía capitalista. Pareciera ser que estas personas no se fijan en países como Suecia, donde existe una economía de mercado combinada con un sistema de bienestar social que ha llevado a su población, a encabezar el listado mundial del índice de desarrollo humano, y con uno de los ingresos per cápita más elevados en el mundo. Yo creo que a cualquier obrero venezolano le encantaría vivir como un obrero sueco, sin importarle, si la economía está basada en el libre mercado o no, al final de cuentas, de lo que se trata, es que todos vivamos mejor. ¿O no es así?