Desde pequeños los corrompen

Si en algo debemos creer, es que la corrupción –por cierto, mas vieja que Matusalén- es una perversión humana matizada por un individual y extraño sentimiento de carencia e incapacidad emocional y mental que conduce a los individuos a querer apropiarse de lo que no tienen.

Como es de apreciar, esa inoperancia espiritual del virus de la corrupción se mete con todos aquellos que no hayan sido vacunados, desde el punto de vista moral, por sus familias y esa primerísima cultura hogareña. Si nuestra primigenia educación operó bien de las manos de unos abuelos y padres que supieron bien sembrar la semilla de la decencia y el respeto en los hijos y nietos y cultivarlos luego con la pasión del amor, es difícil que la corrupción pueda florecer.

El germen de la corrupción –que quede clarito- no discrimina pues se introduce en todas las clases sociales con mas eficacia que una cucaracha y, de paso, tiene tan alta resistencia como ella, al punto que ha sido hallada en equipos que han sido enviados al espacio.

Con la corrupción sucede igual.

Si desde el primer momento que al niño lo llevan al pre-escolar o jardín de infancia y se le permite que se apodere de una plastilina, un creyón o cualquier herramienta educativa utilizada por los maestros o le quite aun compañerito su pote en el que lleva su agua o jugo, a partir de allí le estamos dando entrada al germen que desarrollara la corrupción en años posteriores.

Pero también sucede de otra manera. Si el niño posee unos padres que le compran cualquier cantidad de peroles (juguetes, etc) cada vez que el caricito monte una llantén, también estamos en presencia de una oportunidad maravillosa para que anide el germen de la corrupción.

Conocí a una joven madre que, cada vez que regresaba de la oficina donde trabajaba, le traía un carrito a su pequeño hijo. Desconozco los años en los que estuvo haciendo eso. El asunto es que el carricito se acostumbró a que la madre lo consentía de modo permanente. Fue a la escuela, después le siguió el bachillerato, el TSU, finalmente los estudios universitarios y se graduó de ingeniero.

Cualquiera diría: ¿Pero bueno, en donde está la corrupción? Y si la hubo, porque la madre que lo consentía dejó de hacerlo y él se quedó al lado de su padre y el resto de la familia que le lanzó una campaña concientizadora para que se graduara porque todo lo tomaba a la ligera. Afortunadamente, se recuperó y salió adelante.

Pero hay otros casos en los que los niños de broma ven a sus padres y se enfrentan a la crianza que les da el personal de servicio, que en ocasiones da más amor que el familiar. También hay que citar los casos cuando falta uno de los padres y el otro debe cargar, si es que lo hace con la educación de los hijos.

Hemos conocido casos en los cuales conseguimos a las madres que son padres a la vez y padres que son madres al mismo tiempo. Mujeres que trabajan y medio crían a los hijos y así, paren ustedes lectores de contar.

En todos los casos citados y en los que sobran pero que no citamos, siempre se anida el germen de la corrupción. A ellos hay que agregar los miles de casos de abusos de menores, por parte de sus propias familias, vecinos y ajenos. Allí estará desarrollándose la corrupción, agarrando cuerpo.

Esa realidad que ocurre cuando niños, es la que permite ilustrar el panorama que vemos hoy día de participantes en la política, en los más variados niveles del poder gubernamental, en el sector privado y sus comercios, en el sector militar, en el clero, en la educación, en todos los sectores que imaginemos.

Y peor aberración, es la que vemos ahora, cuando militantes seudopolíticos, funcionarios, empresarios, incurren en hechos de corrupción y para tapar sus indignidades, de la noche a la mañana, dicen ser perseguidos políticos, cuando en realidad son simples seres corruptos.


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Pedro Estacio


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