Corrupción y democracia

Indudablemente los cambios biológicos y psíquicos en el hombre son sumamente lentos, la evolución para llegar a lo que es hoy el homo sapiens tardó miles y miles de años. Por esta razón los humanos cargamos con los mismos vicios y virtudes de nuestros ancestros. Es lamentable que no son las segundas las conductas las más frecuentes, sino los primeros, es decir, son los desenfrenos de la gente los que han marcado la pauta a través de los fastos de la historias. Es por eso que  tantos hombres como mujeres del planeta se destacan por su hipocresía, avaricia, insensatez, intolerancia, deshonestidad, cobardía, falsedad, deslealtad, crueldad, alcoholismo, corrupción, gula, charlatanería, pereza, lujuria, iracundia, envidia, soberbia, orgullo, codicia, ruindad, entre tantos vicios que pudieran nombrar, pero este no es el objetivo de este artículo. Ciertamente, algunos de estos vicios no constituyen un delito, pero uno de los nombrados, si lo es: la corrupción.

    Las naciones la integran hombres y mujeres y por desgracia, somos imperfectos y podemos padecer de algunos de las licencias nombradas anteriormente. Por desgracia,  en muchos casos, ciertos seres, los más imperfectos podrían ocupar posiciones de gobierno o representar a un pueblo en una cámara legislativa.  Ningún ciudadano, sea hombre o mujer, lleva una cinta en la frente que diga soy un corrupto(a) y por subterfugios propios de los mecanismos electorales puede llegar a hasta presidente, gobernador, alcalde o diputado. De allí una de las debilidades de la democracia. Quizás por esta razón de este modelo político, Platón refirió: es el peor de los buenos gobiernos, pero es el mejor entre los malos. Consecuencia de lo anterior, se afirma que las democracias son perfectibles, dado que la integran seres humanos imperfectos.

  Imposible negar la decadencia moral heredada de la cuarta república, cuyos egregios representantes, hoy ocupando varios solios en la desprestigiada y desunida MUD, controlaban los engranajes del mecanismo gubernamental  de la nación. Esto les permitió administrar Venezuela en complicidad con empresas vinculadas a la oligarquía, militares, sindicatos, jerarquía eclesiástica, concejales, facciones parlamentarias que legislaban en concordancia con los lineamientos emanados del Departamento de Estado y con las empresas transnacionales. Toda esa falange de personajes actuó como verdaderos bandoleros buscando la encrucijada más propicia para expoliar de la manera más impune a nuestra nación. Así continuó la corrupción, que en verdad no era nada nuevo en el país. La misma que se instauró con la llegada de los españoles: los avaros conquistadores nunca mandaban completo el diezmo correspondiente a los reyes católicos, siempre se robaban una parte. Inclusive, denunció el arzobispo Narciso  Coll y Prat que los nuevos ediles, todos provenientes de la oligarquía criolla, se robaron de las arcas reales varios millones de maravedíes dejados por el anterior Cabildo. Según relata nuestro Libertador, la corrupción de  aquellos funcionarios fue una de las causas de la pérdida de la Primera República.  

      Es inaudito mirar el espectáculo en la AN, donde se hacen acusaciones sobre hechos de corrupción vinculados al dolo, de como los implicados de PJ  pavonean  su improbidad e impudicia dentro del recinto del pueblo.  Lo que para la gente normal era signo de infamia o cobardía para estos diputados corruptos parece adquirir la connotación de astucia. Lo que antes cubría de deshonor, a ciertos  bandidos de la oposición llegados a la asamblea, ahora parece cubrirlos de honores. Algo falla en las democracias. Da la impresión que la jornada electoral se convierte en componendas de mercenarios del dinero o en una pelea de aventureros. Indudablemente, los electores son inocentes de su escogencia, nunca imaginaron que llevarían al Poder Legislativo a una cáfila de vanidosos, promiscuos, viciosos, deshonestos y serviles.  

   Actualmente dentro Asamblea Nacional existen connotados diputadas y diputados que mientras están escuchando los discursos de los ediles revolucionarios, ellos, cómodamente arrellanados en su butaca, cierran los ojos y piensan en las fortunas ajenas derrochadas para llegar al parlamento. Muchos  son terratenientes, o industriales o hijos o hijas de familia oligarcas que nunca en su vida  trabajaron, quienes pagaron la curul en oro para luego  convertirse en agentes del dinero.  Ignorantes enriquecidos, con falsas aspiraciones de  representar al pueblo, sin más capital que los millones provenientes de la burguesía, convirtiéndose así en advenedizos en la política.

  Da la impresión que un grupo de deshonestos de la oposición venezolana, convertidos en una banda de delincuentes asaltaron el Parlamento para entregarse a especulaciones lucrativas. Allí sentados en su curul los vemos sonriente usufructuando su voto a cambio del dinero proveniente de las empresas, de la oligarquía, del Departamento de Estado de los EEUU y quien sabe de qué otra fuente de financiamiento ilegal. Para estos legisladores corruptos el mérito nada importa, este queda excluido en la discusiones, solo buscan los caminos tortuosos que los conduzcan al  reparto del botín. Según estos canallas el parlamento funciona sobre la base a dos fundamentos: la adulación y la servilidad. Son unos cobardes felices que se esconden detrás de la desnaturalizada, para ellos, inmunidad parlamentaria.

   Es impresionante observar a los diputados y dirigentes de la oposición mentir impúdicamente desde su curul para obtener el favor cuantitativo de una parte de la población venezolana. Utiliza las falsas alabanzas disfrazadas de ideal, demuestran su cobardía al instigar a  sus correligionarios para asaltar las Instituciones creadas por mi comandante Chávez, asesinan impíamente a un grupo de compatriotas por defender la revolución y no asumen su responsabilidad, dirigen de manera infame a un grupo de personas incapaces de descubrir sus mentiras, halagan a los ignaros para merecer sus aplausos y simplemente, renuncian a la dignidad para obtener favores provenientes de la corrupción.      

   Como afirmé, muchos de esos hombres llegan al poder y  gobiernan con una jauría adventicias de mediocres, sin experiencia política, vinculados con individuos de baja ralea cuyo único objetivo es obtener dinero cualquiera sea la vía. Para estos seres el sonrojo no existe, dado que todas las mejillas que los rodean sacan a flote sus desvergüenzas como único mecanismo que los enlaza. A estos corruptos poco les concierne la grandeza del país, los sagrados principios democráticos, los intereses del pueblo, los derechos humanos, la corrección administrativa y mucho menos  la moral ciudadana.

   A la política venezolana y lamentablemente a la Asamblea Nacional arribaron un grupo de parlamentarios de PJ quienes llegaron al Poder Legislativo a horcajadas sobre la bestia de la ignominia. Operan con villanía contra todo aquello que contraviene sus objetivos.  Su falsa moral la encubre el vicio y pretenden arremeter contra el gobierno cuando son descubiertos en prácticas no santas. El problema no es de homofobia, el asunto es el pantano apestoso donde se desenvuelven estos crápulas, incapaces de asumir y exhibir su sexualidad con valentía. Estamos en presencia de varios personajes que desde muy jóvenes pareciera que fueron empujados por caminos sinuosos, no el de la sexualidad, sino el de la depravación y promiscuidad y en la actualidad, siguen sembrando en los mismos surcos. Desean ser tratados con honorabilidad, pero los honores que no se conquistan serán pagados con humillaciones. Los implicados en la orgía de vicios no están siendo humillados y vejados por el gobierno, ustedes humillaron y vejaron a sus electores que confiaron en su moralidad, honorabilidad y probidad. Quienes buscaron el desempeño de ciertos cargos públicos y sobre todo, los derivados de una elección, carecen de vida privada y su comportamiento público y privado debe ser ejemplo de integridad. Lo menos que podían hacer los implicados en este vodevil orgiástico es renunciar a sus cargos y pedirle perdón a sus electores por mentirle reiteradamente, haciendo alarde de conductas personales inexistentes. La democracia no puede dejar los delitos impunes, esto significaría hacerse cómplice de los corruptos. No podemos permitir que en Venezuela reine el imperio de la hipocresía y el de la vagabundería.  

                                                                          

                                                                      enocsa_@hotmail.com



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Enoc Sánchez


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