Hace ya bastante tiempo nos enseñaron nuestros abuelos a que “el que trabaja no come tierra” y también que cada cual debía ganarse el recurso para su manutención mediante el sudor de su frente, lo cual se traduce en el esfuerzo y dedicación al trabajo. Nuestros viejos transmitían con el ejemplo y con la palabra la cultura laboriosa que a su vez fue heredada de sus antecesores, tenían ellos el criterio que sus descendientes debían aprender a trabajar desde pequeños y así podían “ganarse el pan” para su existencia, ya que ante una necesidad futura la resolveríamos con el trabajo propio y no pidiendo, pues como muy bien lo plasmó en un poema Julio Cesar Sánchez Olivo: “llanero no es pedigüeño”.
Pues bien, los tiempos han cambiado un tanto esa cultura hacendosa de quienes al despuntar el alba ya habían realizado unas cuantas faenas, ahora nuestros pueblos fueron poblándose con propios y foráneos, con éstos últimos nos llegaron nuevas culturas y conductas con las cuales paulatinamente se modificaron las condiciones urbanas junto a la nueva dinámica social, construyéndose una realidad distinta a aquellas de quienes guiaron los primeros pasos que dimos por el mundo, en medio de costumbres y tradiciones campesinas cargadas de preciosos valores humanos y desarrolladas en medio de la paz y tranquilidad, algunas se mantienen aún en los pueblos sustentados con la solidaridad y el respeto. Mas hoy la supervivencia urbana signada por la acelerada multiplicación de la población, que acarrea además enormes demandas de bienes y servicios, implica una constante búsqueda de empleos para quienes (profesionales o no) requieren vender su fuerza de trabajo y percibir a cambio el salario para resolver las necesidades, búsqueda ésta a la cual por cierto no es muy fácil llegar al objetivo y por lo cual el Gobierno tiene que recurrir a los programas de inversión social para paliar tantas carencias y limitaciones que existen principalmente en los sectores populares más vulnerables al desempleo.
Pero resulta que por otro lado se observa la importante cantidad de personas que ocupan cargos de obreros o empleados al servicio de los entes u organismos de la administración pública, quienes efectivamente laboran muy poco y apenas realizan un esfuerzo físico o intelectual, según sea el caso. Vemos por ejemplo que en una Escuela de 10 ambientes existen 15 obreros, 12 Docentes y al menos 10 empleados administrativos, pero allí las telarañas y el polvo la hacen parecer un escenario para una filmación de películas de terror, la maleza de los patios un potrero y cuando un representante solicita cualquier documentación requiere de una semana para obtenerla. Igual puede suceder en un Ambulatorio donde casi se manean entre sí los funcionarios de distintas ocupaciones pero al momento de la atención al paciente la espera se torna larga y desesperada, mientras el aspecto de las instalaciones son deprimentes o cuando menos sombrías por la desidia en la higiene, allí es necesario reconocer que los usuarios desaseados también cargan su importante cuota de responsabilidad.
Así entonces denotamos que las instituciones públicas están sobrecargadas de personal pero muchos de ellos ocupan la mayor parte del tiempo haciendo nada, es decir, son abnegados holgazanes quienes para variar y en medio del ocio se dedican entonces al chismorreo institucional y al ejercicio paulatino de aquel órgano humano carente de huesos, que nos hace hablar y comunicarnos entre sí. Los abnegados holgazanes van creando un nuevo departamento institucional cuyo objetivo es no hacer absolutamente ningún esfuerzo físico que ocasione sudor y tampoco un arrojo intelectual que implique algo más allá de la vida ajena, la farándula, la crónica mortuoria de la prensa y los resultados de la lotería, que originan un dilatado análisis matemático, junto con el escrutinio gráfico de los trazos de la caricatura “Panchita”, con las resultantes proyecciones de los más inverosímiles datos del seguro salidor para el siguiente sorteo.
Los abnegados holgazanes de nuestras Instituciones representan además un sector muy curioso pues los susodichos resultan ser también una unidad de contrainteligencia y “fisgonería telemática”, ellos generalmente ocupan un ambiente específico, bien sea a la sombra de un árbol estratégicamente ubicado o una apartada oficina donde la cotorra no pueda ser “allanada” por un jefe; allí se desarrollan los exámenes de cada caso y surgen, por ejemplo: los datos sobre la funcionaria que, luego de Tres días de reposo, llegó con una blusa más holgada y resulta para su conclusión ocular colectiva la más reciente preñada, lo cual conlleva a determinar los posibles causantes de la gravidez de la susodicha, entre los cuales están en primer lugar su jefe departamental, pasando por el supervisor y escrutando muy bien al Director de Recursos Humanos como el de mayor potencial de culpabilidad. Terminado ese caso, pasan a revisar Faceboock donde están publicadas las fotos calientes de la hija libertina de la Doña que convirtió a su esposo en “Alce” porque la encontró en la cama hogareña “vestida de Eva” junto a su compadre en “traje de Adán”, simulando ambos que estaban en el Edén, a las imágenes le aplican un estudio metódico y determinan que la muchacha resulta ser chica de compañía prepago, lo cual es claro de entender dado a que “hija de Tigra expone sus pintas”. A esta altura de las investigaciones y chismes ya se han tomado la primera jarra de la cafetera, así que mientras montan la segunda, se introducen en Twiter y encuentran el “twuitazo” que fulano le envió a mengano, lo cual hace necesaria una revisión lingüística acuciosa, finiquitando que a uno de ellos lo cubren las plumas y le gusta mucho el agua... Así entonces los abnegados holgazanes pasan el resto de cada jornada diaria atentos siempre de la llegada de la quincena y cualquier pago de las cláusulas diferidas del convenio colectivo, garante del menguado salario que ellos tienen por tantos esfuerzos laborales.
A este ritmo se mueve parte de la administración pública en el país… Mientras algunos dedican su talento para tratar de cumplir las metas dentro de sus responsabilidades y competencias, una parte no hace absolutamente nada productivo y dedican su holgazanería ociosa a crear maledicencias, animadversión, desencuentros e inquina entre el resto de sus compañeros de trabajo; y, el colmo es que cuando las cosas no funcionan, los abnegados holgazanes son los primeros en asegurar que el gobierno no sirve y hay que cambiarlo… ¡Que boloñas tienen!
desideratum_apure@yahoo.com
Esta nota ha sido leída aproximadamente 2756 veces.