Indudablemente, a mayor salario, mayor poder adquisitivo[2], independientemente de que los precios del mercado tiendan a absorberlo con igual o menor carga de mercancías.
Ocurre que cuando la demanda sobrepuja la oferta, sus “productores” y correspondientes intermediarios chantajean de lo lindo en lugar de incrementar la producción, abstracción hecha de empresarios competidores que podrían adaptar su capital constante, dar mayor empleo de “costo primo” e ir cubriendo demandas crecientes inclusive con menores costes marginales, según recomendaciones mengerianas [3].
La Teoría económica supone que a mayor demanda mayor oferta puesto que no existe la una sin la otra, pero los empresarios burgueses suelen usar ese incremento de la demanda para subir sus precios y no para aumentar sus ventas en valores de uso. En lugar/o antes de adecuar su oferta, suben los precios con cada incremento salarial, y consecuencialmente, pareciera formarse un círculo vicioso que se asimilaría a estímulos inflacionarios inducidos .
Pero esta actitud malsana por parte de los oferentes no es la norma, es una transitoria irregularidad del mercado perfectamente superable por el Estado o por los propios empresarios del ramo que pudieran aparecer en escena, competir y abaratar los precios, según venimos señalándolo.
Sepamos de entrada que Venezuela confronta actualmente una "escasez de oferta porque también la hemos tenido de empresarios privados", máxime cuando el parque industrial que ha conocido y levantado a raíz del “boom” petrolero decimonónico se compuso más con empresarios parasitarios y rentistas que con sanos empresarios en el mejor sentido burgués de la palabra. Cuando se importa la demanda nacional en alto porcentaje se cae en manos inescrupulosas las más de las veces y el equilibro oferta-demanda se torna particularmente frágil.
Así las cosas, pareciera que no hay una salida que impida la ineficacia del incremento del salario con un poder de demanda sólo restringida a una cesta básica mermada en mercancías, “lo que en un primer momento hace pensar que los aumentos salariales resultarían hasta contraproducentes para el trabajador asalariado”.
Pero eso ya no es tan cierto como parece. En primer lugar, de ser cierto, con salarios constantemente crecientes llegaría un momento en que el comprador no recibiría mercancía alguna en calidad ni en cantidad a cambio de su elevado salario. Esto, además de ser un desaguisado interesado por los apologistas de la burguesía, involucra un contrasentido económico.
Eso, aunque caracteriza el régimen e interés burgués, no puede ocurrir porque sencillamente se trancaría el juego, a menos que esos mismos empresarios, esa misma clase burguesa, sea el principal impulsor de un estallido social que termine expropiándolos a todos y de un solo plumazo.
El Estado debe contrarrestar esa tendencia burguesa mediante un saneamiento de las importaciones y, de alguna manera, el reforzamiento de la producción nacional; ambas acciones las viene emprendiendo.
Preguntémonos: ¿Podrá el imperio burgués impedir que un país se declare socialista 100%? Hasta donde suponemos, sólo tiene poder para desacelerar y alejar la posibilidad de un salto al comunismo, pero no para impedirlo, porque por el camino habitual del empresariado capitalista, los propios burgueses serían sus fomentadores y quienes fungirían de ser sus propios enterradores.
Por otra parte, no podemos pensar en la muerte de la gallinita de los huevos de oro; mal podríamos pensar que la cesta básica se vacíe para una crecida renta salarial en los bolsillos de los asalariados ya que más tarde o más temprano surgirían oferentes que lucharían por participar en el reparto de esa crecida renta.
Reinaría asi el imperio económico de la demanda y la oferta como determinante del equilibrio, entendido este como satisfacción de los consumidores con determinado poder de compra para determinado volumen de bienes que llenen su cesta básica. En gráficas, que por razones obvias conservo para mi obra citada en la “nota 1” de esta entrega, se ilustra semejante acomodo entre la oferta y la demanda para hipotéticas crecidas de precios acompañados de sus correspondientes crecidas salariales
De ser cierto que los incrementos salariales contribuyan a la inflación o a simple alzas de precios, esos incrementos salariales tenderían a ser constantes en el tiempo, para lo cual los costos también lo estarían. Porque los incrementos o ajustes salariales en la chiquirritica buscan cubrir precios crecientes de la misma cesta básica.
[1] Este también es un tentativo capítulo de mi obra en proceso: “Praxis de El Capital II”.
[2] Mayor poder adquisitivo permite cubrir una cesta básica mejorada o con precio creciente que, como sábese, consta de dos variables cuantitativamente excluyentes y complementarias: “Precio y cantidad de mercancías”, o sea: Salario = PxC, para P, precios, y p. C = volumen de la cesta.
[3] Estos costes mengerianos no son científicos, pero son los que aplica la contabilidad burguesa.