¿Qué por qué hago cola? ¡Pues, por favor, escuche!

La guerra económica, que obviamente existe, por donde usted empiece a buscarle las patas al gato, ha generado un fenómeno peculiar que ha convertido a Venezuela en una especie de sociedad en carnaval permanente, informalidad masiva en materia de intercambio de mercancías y como una gran venta de eso que llaman de garaje. Venezuela es toda una feria, hasta en la intimidad de la familia, que se intercambia una lata de mantequilla por un paquete de arroz.

Pudiéramos encontrar el origen del fenómeno en aquello que meses atrás denunció el diputado Sanguino, nada más y nada menos que presidente de la Comisión de Finanzas, para quien la diferencia entre la masa de dólares otorgados a importadores y el valor de las mercancías que entraron al país a cambio, fue de cerca de 20 mil millones de dólares. Es decir, quienes recibieron esos dólares, en lugar de transformarlos en mercancías extranjeras para venderlas en Venezuela, conforme a las normales reglas del juego comercial, optaron por depositarlos en el exterior, entre otros fines para reingresarlos clandestinamente y venderlos en el mercado negro. Fenómeno que no es otra cosa que una vulgar estafa, robo y al mismo tiempo muy rudo golpe a la economía nacional que quedó desbalanceada en la oferta de productos de distinta naturaleza y fin al mercado nacional y en la disponibilidad de divisas para seguir importando, en una economía que pese el tiempo y los discursos y hasta la buena fe, sigue siendo por encima de todo rentista. Aquello se tradujo en carencias de insumos para las industrias, consumo inmediato y afectación del ritmo productivo nacional. Es decir, impactó la producción toda. Si eso no podemos llamarlo guerra económica, bien pudiéramos decirle tsunami o bombardeo nuclear sobre un país entero.

Ante el reclamo popular por los nombres y sanciones contra lo que aquello hicieron, el gobierno a través de distintos voceros, como contrariando su propia voluntad, incluyendo la Fiscalía, optó por publicar unas listas, en las cuales aparecieron fundamentalmente grandes trasnacionales, sin aclarar si incurrieron en los ilícitos antes definidos. Tampoco a ninguna de ellas, por lo menos que sepamos, se le indaga para saber el destino que dieron a aquellas cantidades impensables de divisas. De donde uno concluye, que sí, bastante y hasta al parecer de sobra les dieron, no hay motivos para sancionarles; lo más probable es que por distintas razones, los encargados de investigar no encuentran nada o no ponen empeño. Lo contundente es lo dicho por Sanguino y la precariedad del inventario nacional.

A lo anterior, sin negar las ambigüedades, vacilaciones u omisiones del gobierno en el diseño y aplicación de medidas efectivas en el área cambiara, que nunca debe ser suspensión del control, se agrega la agresión desmedida de la extracción que comienza por el bachaqueo, pero que llega a su mayor expresión en abundancia y mala fe, cuando desde las fábricas o almacenes mismos de grandes importadores, salen gandolas hacia más allá de la frontera para vender caro lo que costó barato mediante nuestros dólares preferenciales.

Si los hechos anteriores, que no dejan lugar a dudas, no es digno de llamarles guerra económica, será porque quien lo niegue u oponga, es cómplice a tiene malas intenciones, económicas y política juntas. Como es guerra económica, atraco, que importadores, incluso con dólares preferenciales, reciclen sus mercancías entre sus empresas de maletín, hagan ventas ficticias, para incrementar los costos.

Pero todavía hay más; en lo que concierne a las grandes fuerzas económicas, por motivos subalternos o sin motivos, productores disminuyen el ritmo de su producción o más radicalmente, por tiempo dejan de producir, para manipular el mercado, generar eso que llaman un desbalance entre oferta y demanda, provocar aumento de precios, autorizados o clandestinos, con lo cual se reponen en demasía, por las "pérdidas" que pudo generarles aquella decisión de contener la producción un tiempo "fríamente calculado". Esta artimaña, les evita acumular productos en sus almacenes y la posibilidad de ser descubiertos en el delito de acaparamiento, tanto a ellos como a su clientela al mayor. Como que es estafa vulgar, lo de los productos saborizados, no indispensables para el consumidor, para justificar las alteraciones de precios.

Pero lo que llamaría novedoso y curiosamente creativo en todo esto, ha sido, como los importadores, productores y políticos, que vinculan sus deseos de ganar en exceso con el "salir de Maduro y el chavismo", han convertido lo que llamaría grandes contingentes del pueblo, en cómplices suyos. Es incontable el número de nacionales – la palabra la uso para referirme quienes aquí viven - enganchados en la cadena del bachaqueo, de comprar lo que sea y, aunque sea en pequeña cantidad para revenderla al vecino, en la calle o puesto de buhonero. En este caso, puede que alguien se le ocurra pensar y diga "una gota no llena el vaso", ante lo que uno podría responder pero "una gota lo reboza" o "grano a grano se llena el buche la gallina". Es decir, el volumen de mercancías, que por esa vía se escapa hacia la informalidad, "clandestinidad" y especulación, tiene una magnitud nada despreciable. Los productos importados directamente por el gobierno nacional o de producción interna, que deben distribuirse en la red comercial oficial, terminan en manos de informales para sus conocidos fines, por distintas vías y prácticas nada sanas. Ahora mismo se dijo, es cosa de precisarlo con la prensa que eso informó, que alguna gente inescrupulosa, que no es poca, compraba el "kit" – así dijo la prensa – en Los Próceres, donde vendían artículos del programa "Mi casa bien equipada", en diez mil bolívares y allí mismo lo vendían en 20 mil. No lo dudo, porque eso lo vi antes.

Ayer lunes en la tarde, fui a una farmacia de esas que pertenecen a una gran red; observé una larga cola en el exterior y enfilada hacia la parte posterior del inmenso local. A una joven que en aquello estaba pregunté:

-¡Hija! ¡Por favor! ¿Puedes decirme para qué haces esta cola?

-"¡Bueno!", comenzó a responder ella, "estamos esperando el camión".

-¡El camión! Expresé yo haciéndome el idiota. ¿Qué camión?

-"El que todos los lunes en la noche– apenas eran las 4 y 30 de la tarde - trae mercancía nueva", respondió la muchacha.

Insistí en hablar con ella sobre el asunto y pregunté:

-¿Tú qué esperas comprar?

-"Lo que sea, pueda y cuanto comprar y vender", me confesó no sin inocencia.

Esta es sin duda una guerra económica y no ya de cuarta, sino que por lo novedoso, pareciera de quinta generación, ante el cual el gobierno está a la defensiva y en estado precario. Pareciera una versión novedosa de combatir al gobierno, hasta extraña y más efectiva que las guarimbas y la "revolución de colores".

Pero todos estos "delitos", prácticas indecorosas o por lo menos inusuales anteriormente, no son contrarrestados con efectividad por el ejecutivo. Hemos dicho hasta la saciedad, como en muchos casos, se detienen gandolas cargadas hasta el tope de mercancías con un costo que escapa las posibilidades del conductor y, por lo menos que uno sepa, al incautarlas con todo y carga, hasta allí llegamos. Quienes detienen la producción quedan impunes, como quedan impunes de la responsabilidad de generar inflación.

Ahora mismo, el gobierno ha prohibido la venta de artículos subsidiados por informales, quienes se valen de las mañas ya comentadas para especular, y estos, con la indiferencia policial, por decir lo menos, continúan campantes. Siguen en lo mismo como si nada. Y…..no he terminado. Además, es seguro, que usted lector, sabe más que quien esto escribe.

Después de esto, sabe ¿por qué hago cola?



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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