Los controles de precios

   Ejemplo muy simple, y si se quiere hasta simplista, de lo que sucede cuando la demanda aumenta brusca y desproporcionadamente en relación  con una oferta que permanece estancada. 
 
   Supongamos que hay 10 naranjas y 10 personas, cada una de las cuales posee un bolívar que es el precio por unidad de esas frutas. Como se podrá apreciar, cada persona podrá adquirir sin ninguna dificultad y sin necesidad de captahueyas, una naranja.
 
   Pero ¿qué sucedería si de repente el número de compradores aumenta a 20 y la cantidad de naranjas continúa siendo la misma?, o sea, 10? No se necesita ser un genio ni haber estudiado a economistas de la talla de Adam Smith y a David Ricardo, para saber que sólo 10 personas podrán comprar naranjas, mientras que los otros 10 compradores se quedarán con las ganas de tomarse un sabroso y refrescante jugo de este cítrico.
 
   Esto mismo es lo que ha ocurrido con la demagógica e irresponsable regaladera de dinero, con la entrega de 2 millones quinientas mil nuevas pensiones a personas que estaban fuera del sistema. Es decir, a 2 millones y medio de nuevos compradores. Y esto unido a las que ya   habían sido otorgadas a barrios enteros; unido también a la incorporación al aparato del estado de contingentes enteros de empleados cuyos servicios no se necesitaban; a la incorporación en masa a PDVSA y a las empresas de Guayana de un personal que tampoco era imprescindible, originó además de un déficit fiscal una demanda artificial, no legitima, formada por salarios írritos y pensiones igualmente dolosas, que el aparato productivo, duramente golpeado por el propio gobierno mediante too tipo de exacciones, no estaba en condiciones de satisfacer. Resultado, desabastecimiento, colas y carestía.
 
   Por supuesto que mentiríamos si atribuyéramos exclusivamente el desabastecimiento a esta forma cuasi delictiva de administrar los dineros de la nación, que tanto se le ha criticado a los gobiernos de la 4ta. Aunque la verdad es que la malversación constituye un delito previsto y sancionado, como diría un abogado, en la legislación vigente. También a este fenómeno, que se ha convertido en una auténtica calamidad, han contribuido en no poca medida empresarios inescrupulosos que no conformes con las ganancias que obtienen aquí, buscan otros mercados donde, por no existir controles de precios, pueden comerciar sus mercancías al precio que les dé la gana y obtener beneficios económicos que no podrían obtener en Venezuela.
 
   Ante una situación como esta, que origina una aguda escasez, el gobierno no puede permanecer cruzado de brazos como hasta ahora lo ha venido haciendo, dejando la solución de los problemas a factores tan aleatorios como la buena suerte o el azar. No puede, porque la población tampoco puede permanecer indefinidamente sin los bienes que necesita para su subsistencia y para otros usos no menos importantes. De manera que que hacer algo más que simples excusas que, como es de suponer, no solucionan nada.
 
   En este sentido, hay dos cosas que hacer, y mientras mal pronto se hagan, pues mucho mejor para todos. Ellas son la eliminación de los controles de precios y la revaluación del bolívar. En cuanto a los controles, hay que hacerlo por varias razones. Una de ellas, quizás la más importante, porque han sido un completo y rotundo fracaso. Fracaso que se expresa como ya dijimos, no sólo por haber hecho desaparecer los productos sino también porque no han podido controlar nada. Motivo por el cual algunos productos que ocasionalmente aparecen en el mercado, siguen vendiéndose al margen de toda regulación. Por ejemplo, cuan do escribimos "El azúcar de Maduro", octubre del año del año pasado, este producto le costaba en los abastos 12 bolívares. En estos momentos, cuando apenas han transcurrido seis meses, su precio se ha multiplicado por cinco. O sea, que ahora está costando en los mismos abastos 60 bolívares. Una auténtica y escandalosa barbaridad.
 
   Otro ejemplo que confirma la necesidad de suprimir los controles de precios, es la leche. Un producto que por su alto valor nutritivo no debía faltar en la dieta de los niños, porque de los contrario, tendríamos unos niños sub-alimentados, expuestos al raquitismo y la desnutrición. 
 
   Hace ya como 2 ó tres años este producto desapareció de los anaqueles de todos los abastos y supermercados del país. Y en la única parte donde se podía conseguir a un precio al margen de regulación, era con los buhoneros, a los que las madres acudían para obtener, con mucho sacrificio, es cierto, un alimento que no podían obtener en ninguna otra parte, ni siquiera en Mercal, que desde hace mucho, pro mucho tiempo ha dejado de ofrecerla. Sin embargo, el gobierno tuvo la genial idea, como son todas las suyas, de prohibirle a estos comerciantes informales que continuaran vendiendo el producto. Resultado, que ahora las madres no consiguen leche ni barata ni cara. Esto es, que virtualmente le quitaron a los niños el tetero de la boca.
 
   Pero la verdead es que como que estoy exagerando un poco, porque todavía es posible conseguir el producto lácteo en algunos sitios de Maracaibo. Sólo que por tratarse de algo de una importancia vital, no deja de tener algunas pequeñas dificultades. Entre otras, que el precio al que lo están vendiendo es de 600 bolívares el kilo. Un precio mucho mayor al que lo vendían los buhoneros.
 
   ¿Especulación? No lo creo. Es simplemente el resultado de la ley de la oferta y la demanda, que establece que mientras más escaso sea un producto, mayor será su precio. Abastezcan el mercado de leche, y verán como estos supuesto especuladores desaparecerán automáticamente. Pero en todo caso, si hay especulación es porque también hay las condiciones para su existencia. Y una de esas condiciones es la escasa producción de bienes que existe en el país. Así que olvídense de tantas excusas y búsquense unos buenos y honestos asesores. 
 
   Y por último una ventaja adicional en relación con la eliminación de los controles de precios. Ésta consiste en que se despertaría de nuevo el interés por invertir en Venezuela. Porque es harto sabido hasta por los más ignorantes, que nadie invierte en un país donde existan estos controles. Y si a esto se le añade la "inmovilidad laboral", pues muchísimo menos. De manera que el gobierno o corre o se encara. O agarra el toro por los cachos, o rompe con una rutina que lo inmoviliza y lo mantiene sujeto a esquemas y políticas fracasadas, o el miura de la oposición, con sus afilados cuernos, le romperá el pecho a este proceso político. Este es el momento de una imaginación creadora y, dadas las circunstancias, de una gran dosis de audacia y conocimientos, en fin, el momento de los auténticos estadistas.
 
      Lo cierto del caso es que el que no aprende de las experiencias vividas por otros, estará condenado a repetir sus errores. ¿Por qué decimos esto? Porque Luis Herrera estableció un control de precios semejante al actual, que como se sabe, fue establecido por Chávez. No obstante al empezar a producirse las mismas distorsiones de la economía que estamos observando, inmediatamente dejó sin efecto la medida.
 
Nota: Se apagó un sol y las sombras se apoderan de los espíritus y las letras de Latinoamérica.


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Alfredo Schmilinsky Ochoa


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