Cierto es que mediante el Control de Cambio nacional[1] ha mermado la fuga de dólares o se minimiza su retorno[2] al exterior con la dosificación de su venta a la empresa privada al margen de la paridad reinante del bolívar, y no es menos cierto que con dólares baratones hemos devaluado nuestro petróleo al vender dólares importados al precio de pocos bolívares[3], y así los compradores de estas gangas financieras terminen vendiendo esos dólares baratos a precios superiores.
Dejemos claro que las alzas inducidas en el mercado ilegal de dólares buscan principalmente ampliar la brecha entre precios de gallina flaca, fijados por el gobierno para subsidiar a los más necesitados, y el alto precio del fulano dólar “paralelo” que no necesariamente tiene como mercado a Miami u otra ciudad extranjera, sino también dentro de nuestras propias fronteras.
Ese encarecimiento del dólar ilegal, pues, no ha sido sólo para encarecernos los precios de la cesta básica, sino para obtener máximas ganancias.
Un papel de Estado más pendejo que este no lo conocemos, aunque la malversación de fondos fiscales es característico del Estado burgués.
Ocurre que hemos estado condicionados para pensar y creer que salimos ganando con la alta paridad fiduciaria del bolívar frente al dólar[4].
Eso podría ser válido sólo para dólares comprados con bolívares para su importación como una mercancía cualquiera, como si los compráramos con oro amarillo.
Pero este no es nuestro caso. Nosotros “compramos” dólares como precio de las exportaciones petroleras, y no pagamos esos dólares con bolívares, sino con petróleo (oro negro), o con otra mercancía que destinemos al mercado exterior (exportaciones no petroleras).
Importamos unos dólares que no adquirimos con bolívares, y sólo si este fuera el caso, nos convendría una alta paridad para nuestra moneda, esa que se ha venido sugiriendo para, supuestamente, abaratar nuestras posibles exportaciones no petroleras. Este ha sido un verdadero craso, garrafal y desaguisado yerro monetario y petrolero. Esta verdad, aunque muy amarga y dolorosa, debemos reconocerla.
Es algo así como hacer un trueque de petróleo por oro en determinadas proporciones, y entonces habláramos de una determinada paridad del petróleo frente al dólar, y, en concreto, una paridad alta de manera que cada barril valga más dólares o más oro en el sentido figurado que estamos dándole a la venta en dólares de esta mercancía de nombre recurso natural.
Ahora bien, esa paridad del petróleo sería alta frente al dólar cuando subamos el precio del petróleo, o, inversamente, si bajamos el precio del bolívar en dólares porque, cuando encarecemos el precio del dólar que ya entró a nuestras arcas, estaríamos encareciendo indirectamente nuestro petróleo que es como subirle su paridad frente a ese dólar exterior que todavía no haya entrado al país
Ingenuamente, cuando abaratamos el dólar de cara a mantener un alto poder adquisitivo del bolívar, en esa misma medida estamos, como país rico que somos en dólares importados diariamente con cargo al petróleo exportado, estamos, repetimos, perdiendo poder de compra en el extranjero, y no porque el dólar en sí mismo, como moneda extranjera e internacional que es, pierda allá su poder adquisitivo, no, eso no lo podemos gobernar aquí porque su devaluación o revalorización no depende de nosotros, sino que, como sigue ocurriendo, con pocos bolívares invertidos por los empresarios burgueses se fugan grandes sumas de dólares o los retornan al país de origen, con lo cual nuestro bolívar, con su alta valoración o paridad, contradictoriamente, ha estado devaluando nuestro petróleo, que, si a ver vamos, representa nuestras vendederas reservas internacionales.
Así ha sido siempre y tristemente estuvimos creyendo que teníamos una moneda fuerte, a pesar de que, al no ser de oro amarillo, sino oro negro, estaba facilitando su retorno al país que nos compró el petróleo. Digresión: Los dólares fugados no son otra cosa que dólares adquiridos bien baratos por un alta paridad de nuestra moneda, y significa el mayor retorno de los dólares del petróleo anterior, habida cuenta de que, si seguimos teniendo reservas internacionales, altas o bajas, es porque cada hora de cada día bombeamos más petróleo hacia la fuente de los dólares importados, un petróleo que, hasta con precios altos, con un bolívar muy valorizado tiene a salírsenos de las manos rumbo a los mismos compradores de petróleo.
En ese sentido, ni los propios EE UU, al inducir bajas del petróleo de cara a que nuestra moneda se devalúe por carencia de dólares frente al circulante de bolívares, han caído en cuenta de un resultado que puede, de hecho, resultarle contraproducente, si a ver vamos.
Digamos que, si el dólar fuera de oro, y abaratáramos ese dólar, con gran facilidad nos quedaríamos sin oro.
Con un dólar bien barato, los principales importadores comerciales y los fabricantes dependientes de medios de producción importados, por ser ricos en bolívares tendrían la oportunidad de sacar de Venezuela todos los dólares que libremente pudiera ofrecerle el gobierno.
En ese caso, de perogrullo, estaríamos en presencia de una ventajosa y fuerte devaluación del bolívar.
¿Y cómo podría pagar el trabajador y pensionado esas mercancías importadas con dólares de precio alto?
Pasamos a responder y sugerir el esquema de compraventa con tarjeta de débito o de crédito:
Se subsidiaría los productos de la cesta básica, y tal vez no tan básicos. El precio de esas mercancías sería ajustado al precio alto del dólar, si fuere el caso; el vendedor recupera esos costos y ganancias al recibir el precio bruto, y la máquina registradora se encarga de determinar si la mercancía está regulada con subsidio para luego proceder al reintegro. Habría un precio bruto y otro neto para el consumidor con descuento del subsidio establecido que se le abonaría a la misma TDD o TDC usada para las compras del caso.
[1] Más que control de cambio debería decirse control de fuga de divisas.
[2] El retorno de los dólares ya recibidos y en las bóvedas del BCV (siglas de Banco Central de Venezuela).
[3] También devaluamos nuestro recurso natural con malversaciones-tecnologías ineficientes y con baratura de los precios de los derivados, un hábito estatal que fue inducido por las primeras concesionarias para beneficiar a los inocentes primeros trabajadores de esas empresas, como primeros usuarios de vehículos automotores. Hoy hay un curioso interés en que eso se corrija, pero resulta subrepticio porque, sencillamente, los ajustes, por ejemplo, del precio de la gasolina no puede estar haciéndolo con sinceridad el beneficiario de tal baratura, en una sociedad acostumbrada al paternalismo o a que le regalen hasta a quienes evidentemente tienen recursos para compras lujosas mercancías, y son los primeros en llevarse los productos de la cesta básica que están subsidiados, con exoneración de IVA y a precios bajos.
[4] Hemos defendido el valor del bolívar-aunque en otro contexto, claro está.