Las 300 personas más ricas poseen tanta riqueza como tienen las 3 mil millones más pobres. Ni cuando las pirámides hubo tal disparidad. O sea. No sé. Cada vez entiendo menos.
Así será de formidable la chifladura ideológica que nos infligen que nos la calamos. Y tratar de medio corregir ese disparate, aun tímidamente, trae bombardeos humanitarios, guarimbas, operaciones de bandera falsa, campañas mediáticas, terrorismo, operaciones sicológicas, guerras de cuarta degeneración (económica incluida), asesinatos selectivos, genocidios, Guantánamo, desestabilización, golpes, masacres, fosas comunes, motosierras, paramilitares, Ayotzinapa, órdenes ejecutivas, dicho sea incompleto y en desorden, mucho de lo cual nos están aplicando en Venezuela. Y lo que falta, porque la crueldad humana es infinita. Quién sabe qué horrores nos reserva el capitalismo para salir de esta, si es que sale. Entre ellas se entrevé reducir drásticamente la población mundial, como se metaforiza en las pesadillas hollywoodenses de exterminio de zombis. Hay de sobra bombas atómicas y armas biológicas y químicas y de paso se ganan unos churupos vendiéndolas. Negocio redondo, ¿verdad, Rockefeller?
El planeta produce alimentos suficientes, hasta de sobra, pero vemos las migraciones africanas arriesgando la vida por unos mendrugos. La respuesta de Italia es una tal operación Mare Nostrum, como la Roma Imperial llamaba el Mediterráneo. Respuesta de mentalidad imperial. No esperábamos menos. Proponen hundir las embarcaciones (espero que no con la gente dentro). Intervenir otra vez en Libia, es decir, más devastación y por tanto más y mayores migraciones desesperadas.
Perseguir el tráfico de personas, es decir, la típica inmoralidad burguesa de confundir causas y consecuencias. A ningún gobierno imperial se le ocurre dejar que Libia y Siria, entre otros países devastados, resuelvan sus asuntos sin intervenciones externas, siempre peores que la peor solución interna, porque no me vengan con que el actual caos libio es endógeno. Ninguna sociedad se mantiene en ese caos sin hallar algún equilibrio más temprano que tarde.
Las «soluciones» del capitalismo son peores que el capitalismo. Y no me hablen de las soluciones a las soluciones porque me da una vaina.
