Dos horas y medias estuve en la puerta de un mayor de víveres, haciendo cola para comprar papel toilette, higiénico, de baño o como lo quieren llamar, a pesar que en algunos países europeos los habitantes, sencillamente se lo lavan, y parece que es más aseado. Por supuesto el negocio es administrado por asiáticos; no sé, de qué parte del Asia vienen; la mayoría son tan parecidos, como la extensa geografía de ese continente; son pocos los que demuestran cordialidad a la hora de comunicarse con los desesperados compradores; parece que su tarea principal, es hacer millonario de la noche a la mañana, para después regresar a su tierra a disfrutar las mieles del dinero, tan necesario en cualquier parte del mundo, como el aire que respiramos a pesar de su contaminación.
En la puerta de cualquiera de esos negocios, apenas llega un camión empiezan a dar vuelta los compradores, como las abejas, cuando van a cumplir su misión en el panal; solamente se escapan los camiones de basura, sin embargo, escuche a una mujer, con tanta picardía y dulzura, que nadie se dio cuenta de su esquelético cuerpo, ayudando con sus graciosas ocurrencias, amenizar el desagradable momento de la espera: “Cuando oigo gritar ¡Aseo! ¡Aseo!, salgo corriendo para ver si llevan guindando unas chancletas viejas, para botar las que cargo” Terminó enseñando con la mirada las destartaladas cotizas.
Las colas se han convertido en verdaderas concentraciones de ansiosos compradores, con dinero inconstante y silencioso; se acabó aquello, que siempre escuchábamos en la boca de cualquier vendedor o comprador ¡Dinero contante y sonante! Ahora, lo que suena es el grito del consumidor, cuando se entera del precio de cualquier producto; hasta el costo de las bebidas alcohólicas, producen dolores de cabeza; para los asiáticos esto no parece problema alguno, especialmente la China; no aparece entre los 24 países, más consumidores del mundo, datos de la OMS.
No aprendemos nada de ellos; solamente nos parecemos en la manera de reproducirnos; han contribuido a uno de los grandes problemas de la humanidad: el crecimiento desenfrenado, y sin ningún control de la población; por supuesto a nadie le amarga lo dulce; si los canes, pudieran hablar nos darían la respuesta; solamente con verlos correr, todos los riesgos en el acto sexual, nos damos cuenta lo difícil de contrarrestar la reproducción de los humanos, y de estos nobles animales.
Por algo siempre escuchamos ¡No podemos mirar hacia atrás! por lo tanto sigo adelante, pero no puedo olvidar, cuando mi compañera me hacía una larga lista; al regresar con la compra, sin dos o tres productos, rápidamente se le veía la contradicción en el rostro; no me quedaba otra: salir a buscarlos donde los encontrara; se me acabó la preocupación, ahora escucho ¡Trae lo que consigas! Como no consigo nada, por supuesto, que no llevo nada.
Sin embargo, la crisis o el despelote, cada día me enseñan más; nadie puede entender, antes una escasez a la vista de todo el mundo, producido por la guerra económica o como la quieran llamar, los interesados en esconder una realidad, se presenten casos insólitos, como el que presencié el lunes, 13. En el mayor de víveres se encontraba un camión rojo, muy descolorido por los años; rápido se fueron aglomerando los compradores, algunos acostumbrados a ese trajín; otros con la voluntad y la necesidad reflejada en el rostro; todo el que llegaba, preguntaba ¿Qué van a vender? Muy pocos sabían; me tome la curiosidad de acercarme al camión; con la simple intuición me di cuenta: apenas alcanzaba para los primeros 50 compradores de una apretada cola; rápido quedo demostrado: el comerciante solamente cree en el dinero; para ellos no existe crisis, mientras tengan algo para vender ¿Quién entiende esto? le vendieron a las primeras personas, bultos de 48 rollos a 900 bs; después rebajaron a 24 rollos por persona; por supuesto se agotó el papel en un dos x tres. Los desafortunados se dispersaron; unos a seguir buscando para revender, los más necesitados a pagarlo caro o seguírselo lavando.
¿Dónde está la crisis? Por supuesto, no podemos taparla, pero si paliarla con un poco de conciencia por parte de los vendedores. Es urgente la venta moderada del producto, de lo contrario la anarquía va seguir tragándose los mermados salarios de los trabajadores. La táctica de estos comerciantes es colocar un vigilante en la puerta, supuestamente para poner orden, sin importarle la cantidad por personas; para ellos lo prioritario, es salir rápido del producto, ganan más, y no pagan impuestos ¿Quién detiene esta manera de comercializar? ¿Dónde están los fiscales para proteger a los consumidores? La solución la tienen los mismos compradores, deben organizarse para evitar esas ventas sin ningún control ¿Quién toma la iniciativa? Hablo con experiencia: me vendieron 24 rollos, para dejar de lavármelo por mucho tiempo, sin embargo ya me acostumbré