Todo subsidio se traduce en limosna; aun puede ser alienante.
Venimos preocupándonos y ocupándonos del mismo tema, por la misma “especulación” que se ha venido convirtiendo en abierta y desenfrenada expresión del desequilibrio y la "estabilidad "económicos inducidos por una de las mejores y más humanitarias acciones gubernamentales que haya practicado gobierno alguno sobre la faz de esta tierra burguesa, al punto de que mientras la religión cristiana alza de siglos la bandera de la misericordia en favor de los pobres, su praxis no ha pasado, por ahora, de lo que en política suele llamarse una bonita promesa incapaz de cristalizarse en acciones contratretas que terminen de dar muerte y sepultura a la diabólica pobreza, o sin que ella subsista a punta de ayudas “humanitarias”, limosnas y susidios y misericordias afines, medidas sociales poco dignas del nuevo hombre que se está fraguando durante el presente cambio social.
De perogrullo, todo empresario burgués o capitalista es o tiende a ser especulador ya que el sólo hecho de husmear una posible demanda es la razón de su presencia empresarial. Digamos que, en principio, perseguir la especulación es pedirle peras al olmo, es negar que el capitalismo exista. Ahora, lo que debemos evitar y sancionar con la oportunidad del caso es la excesiva especulación, o sea, la hiperespeculación que es el caso que nos ocupa.
Y eso ha venido ocurriendo sin que el Banco Central de Venezuela (BCV) “nos pare ni un milímetro”, sin que por ahora nos siga el hilo, aunque desde luego nos hallamos fuera de autos en cuanto a las medidas que posiblemente esté barajando en la actualidad.
La justa, lógica y necesaria preocupación recogidas por mi replicado tiene una explicación sencilla, aunque capitalistamente compleja: La especulación se halla abierta constantemente cuando el desequilibrio oferta-demanda parece estabilizarse, cuando se hace permanente la contradicción oferta-demanda, misma que caracteriza la dinámica de alguna economía local, regional, nacional o mundial.
Esa hiperespeculación no tendrá solución, ciertamente, con empresarios que operen a su libre albedrío, y menos cuando el Estado mismo les permita, sin previa auditoría, la obtención de fabulosas ganancias- no menos hiperabombadas y fofas en sí mismas-a punta de una tasa de ganancia permitida sobre la base de ese agigantado 30% sobre cada capital invertido, sea productivo o parasitario, vale decir, sea capital capital comercial o bancario.
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[1] A los SOS no se les pone signos admirativos porque ellos lo son en sí mismos.