Esa mordida bachaquera

Salí derechito a un conocido supermercado del lugar en la más completa seguridad de que por tratarse de un Jueves Santo, el número de mi cédula saldría premiado ese día con la compra de los inefables productos que buscamos con tanto azaro y anhelo.

Mayor alegría sentí al no ver las odiosas y terribles megacolas. Si, esas mismas que dejaron de ser colas después del 6D y cuya transformación hubiese resultado imposible sin las artes del engaño y la perfidia de los nuevos jinetes del Apocalipsis venezolano que quedaran bautizados como bachaqueros de la democracia en consonancia con los otros bachacos paridos por obra y gracia de la “guerra económica” a la venezolana.

Esas megacolas que son una verdadera olla infernal tanto por los agraciados destellos del Rey Sol como por la no menos desdicha de presenciar unas endiabladas y furibundas tribus venidas de sitios circundantes al terruño donde resido. Ellas se mezclan con las propias en esa incesante lucha por clasificar en los primeros puestos como si a un torneo de la época medieval asistiéramos.

Bueno, el frío clima del ambiente acondicionado y los pocos clientes en el sitio de compras fueron claros indicios para esfumar el jubilo inicial de mi llegada - aún así me aventuré a preguntar a uno de tantos empleados del negocio sobre los productos tan necesitados y tan negados por tanto bachaquerismo con licencia y sin licencia que azota a esta tierra de gracia.

Y la tormentosa y repetitiva respuesta - ¡ay señora, ya se acabaron! - sonaron a música desgastada en mis frágiles oídos. De verdad no pude contener esa conversación intro que tantas veces nos traiciona y exclamé - yo pensé que hoy los bachacos se habían ido de rumba a los ríos cercanos. Una voz cercana me respondió - señora yo también vine pensando que hoy tendría oportunidad de comprar porque los bachaqueros andaban de parranda.

Me volví hacia mi compañera de infortunio y le dije – creo que se van después de agarrar el botín, o sea, en horas de la tarde cuando todos los negocios cierren. Se gastarán en felices bonches el dinero esquilmado al bolsillo de sus financistas.

¡Vaya ingenuidad! la de estas dos pretenciosas compradoras del Jueves Santo al creer que los bachacos, gorgojos, termitas, hormigas y toda la estirpe de esa generación terrorífica nos darían un pequeño respiro para comprar. ¡Pero más inconcebible fue la pretensión de lanzarles una maldición deseándoles que todo se les convirtiera en tierra y gusanos olvidando que sólo los Dioses tienen ese poder.

Después de este viaje de retorno con la bolsa vacía, ya comienzo a elucubrar en el martirio de las venideras semanas cuando esa especie amorfa de alimañas vuelvan a por la revancha para reponer el capital invertido en sus exóticas debilidades.

Entonces me asalta la genial loca idea de vestirme con un traje de nazarena sin importar que ya no estemos en la Semana Santa, revestido de pequeñas y filosas púas que me sirva de protección ante esa mordida fatal del bachaco culón o no, y que tanta alergia me produce.


yolandazaza@cantv.net


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