A propósito de ser ciego

Las neveras están vacías

Las neveras están vacías porque cualquier venezolano del 70% de esa masa de trabajadores que ganan salario mínimo, necesitan un tercio de esos ingresos para comprar carnes rojas o blancas. Comprar verduras, legumbres, hortalizas o frutas se requiere erogar por cada kilogramo un mínimo de cuatro cifras en bolívares para cada uno de esos productos. Alimentarse con quesos, jamón o hasta mortadela (aquella que tanto le gustaba a Chávez, porque decía que era comida de los pobres) sus precios se han vuelto prohibitivos para el bolsillo del pueblo. El atún enlatado con la perversa inflación madurista se convirtió en caviar y sus acompañantes como las pastas, el arroz y los granos desaparecieron de abastos y supermercados para ser “comercializados” por mafias del estraperlo, llamadas bachaqueros. 

Las neveras están vacías. La harina, el alimento esencial y básico de la dieta del venezolano, con la cual se prepara nuestra arepa, quedó en manos de quienes conforman ese mercado negro de la economía, al igual que el azúcar o el café. Ese trinomio de productos que conforman parte de la inmensa mayoría del pueblo en la hora de su desayuno se convirtieron en entelequias alimenticias. Para encontrarlos, si se tiene suerte, hay que pasar horas y horas de máxima paciencia en kilométricas colas. Es la complicidad en suma perfección entre agentes corruptos, mafias militares y delincuentes civiles, para quienes el pueblo sólo es una mercancía a la cual se debe explotar sobre su más imperiosa necesidad: el hambre.

Las neveras están vacías. Aquellas posturas de aves del corral, como se decía en tiempos de mi abuela, es decir, los huevos, irresponsablemente alguien quien fue vice-presidente y ahora ministro de “ciencia y tecnología”, aplicó una máxima en disminuir forzosamente su precio,  y hoy adquirir un cartón de ese mismo rubro, implica pagarlo hasta más de ocho veces del precio “regulado”. El liquido perlino de la hembra del toro, como se llamaba en la época de “Maisanta”, es decir, lo que conocemos por leche, no se encuentra en los centros de venta, y cuando aparece, al igual que los precios de la carne, cuesta 10 días de salario mínimo. Los jugos, bebidas refrescantes y hasta el agua mineral en cantidades de un litro, sus precios superan un día de trabajo, razón por la cual, resulta imposible adquirirlas para el ciudadano común. 

Las neveras están vacías. La avena, el yogurt o helados, el primero derivado fundamentalmente del trigo, y los dos últimos derivados de la leche, se convirtieron en lujos al paladar del pueblo. Sus precios representan no sólo varios días de salario, sino que al no ser prioritarios como los mencionados, sólo quedaron al acceso de un grupo minoritario. Lo cual hace perverso, con más razón, el empobrecimiento de un país, sobre todo porque son productos que necesitan los niños para el desarrollo de su crecimiento integral.

Las neveras están vacias. Ningún salario tolera el nivel de precios que han alcanzado los alimentos. Para qué referirme sobre los precios de los productos de higiene personal, autopartes y hasta de materiales de construcción, cuando ni siquiera se pueden comprar cinco láminas de zinc para costruir un rancho; verbigracia, el madurismo ha logrado construir una nueva escala social que ha traspasado la más absoluta miseria.

Las neveras están vacías. Como vacío está el pensamiento y el corazón de quienes dirigen al país, cuando no comprenden que dejaron de convertirse en parte de la solución a nuestros problemas, sino en los elementos perturbadores de esta espantosa crisis política, económica y social.

Las neveras están vacías. Los venezolanos están desesperados. Madres, padres, jóvenes,  ancianos, adolescentes y niños han sido condenados a la más cruel de la mísera pobreza, debido a la errática conducción del país generada por el gobierno de Maduro a la revolución bolivariana. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.



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Javier Antonio Vivas Santana

Más de 6 millones de lecturas en Aporrea. Autor de la Teoría de la Regeneración del Pensar. Dr. en Educación (UPEL). Maestría en Educación, mención Enseñanza del Castellano (UDO). Lcdo. en Educación en las menciones de Ciencias Sociales y Lengua (UNA). Profesor de pre y postgrado tiene diversas publicaciones y ponencias internacionales acreditadas y arbitradas por editoriales, universidades e instituciones de España, Rusia, Estados Unidos, Alemania, Francia, y naciones de América Latina.

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