Mucho daño ha hecho a la ciencia económica el concepto de escasez manejado como determinante del valor y eje de la Economía. Por supuesto, ese manejo se ha desprendido de la propia y tozuda negación que mantiene la apología anticomunista contra la teoría del valor trabajo de naturaleza marxiana.
La escasez de una mercancía se manifiesta en el mercado donde sea demandada como capital constante o como bien de consumo final. En ese tergiversado sentido, se halló presente en los regímenes esclavistas y feudales y sigue rigiendo hoy en el sistema capitalista, y aunque ha perdido importancia por causa de la misma guerra mantenida entre los empresarios como expresión de competencia, suele desaparecer cuando la posible sobredemanda de una mercancía mueva el interés de alguno de ellos por cubrir el faltante. En consecuencia, la escasez sirve de termómetro y regulador del desarrollo de la producción ya que las ofertas excedentarias de alguna mercancía motiva mermas en su producción o abaratamiento de la misma para salir de sus inventarios, y así como la sobreoferta acarrea bajas de precio, la escasez provoca subas.
Ahora, veamos lo siguiente: una sociedad cualquiera necesita alguna mercancía que podría atacar determinada enfermedad con una medicina en particular, pero, no hay conocimiento de su posible remedio, no hay especialistas para producirla, o hay ausencia de equipos y materias primas, y tampoco puede importarse. En este caso, simplemente no hay esa mercancía, esta no se produce y en consecuencia mal podría haber demanda alguna y mucho menos podría agregarse valor alguno que pudiera representar la medicina en cuestión.
Desde luego, es una hecho irrefutable que la demanda de algún bien precede su posible producción, su oferta. Sin embargo, en tal caso no podemos ni siquiera hablar de escasez en el sentido de un desequilibrio entre la demanda y la oferta porque esta última no existe todavía, tal como a diario se experimenta necesidades insatisfactibles por parte del consumidor de bajos ingresos, a pesar de que en los exhibidores convencionales esa oferta la haya en demasía. Puede haber demanda potencial porque haya necesidades insatisfechas y puede haber hasta excedentes de ofertas invendibles. ¿Qué ocurre, entonces?, ¿dónde ubicar la escasez con vida o existencia propia?
Como vemos, la escasez es sólo una diferencia circunstancial entre la oferta y la demanda cuando aquella es desatendida tanto en mercancía como en renta para adquirirla. Podríamos, entonces, más bien hablar de escasez de dinero y no de mercancías.
Digamos que lo que hace falta permanentemente es capital dinero ya que si este existe, existe producción, existe oferta, existe demanda.
Como en la sociedad burguesa el dinero ha sido monopolizado por la clase burguesa, que será la causa última de todo tipo de escaseces, al epilogismo capitalista le ha convenido trasladar la escasez de capital a la escasez de mercancías varias. Ha hecho girar la economía nacional en torno a ese concepto unilateralmente divulgado con lo cual, para el apologista burgués la solución sería, no la redistribución del dinero, de la riqueza, del capital, sino la producción misma con el dinero apropiado indebidamente por la clase capitalista.
Por supuesto, el acaparamiento no elimina la oferta porque la producción está allí, en algún lugar escondida, con lo cual el comerciante, ahora sin competencia de otros, fija el precio de especulación.
Como eso es así, infiérase que la escasez no agrega valor, no es eje de la producción, pero encarece los precios, tal como ocurre cuando se desea un objeto ajeno en manos de anticuarios.