Nadie duda de que vivimos una crisis total, abarca desde lo político hasta lo social, nada se escapa a la turbulencia, todo se estremece en el terremoto que padecemos. El origen de la crisis debe determinarse para conseguir la sanación, intentar remedios sin conocer la etiología es esfuerzo vano, simples aullidos de lobos a la luna.
La fracción socialdemócrata que dirige el gobierno no entiende la vida como algo diferente a la trata comercial, todo lo ven a través del cristal de lo material, del lucro; las dificultades la reducen a un problema de deficiencias en la distribución de lo material, sólo perciben el estómago y hacen política desde la contabilidad: te doy, compro tu afecto. Así con esa mentalidad capitalista, de mercachifles, bachaqueros, no atinan a otra solución que el nuevo riquismo, el capitalismo, lo mercenario.
La espantosa crisis que vivimos no se explica desde la doctrina de los socialdemócratas, desde la distribución de lo material. Vivimos una profunda crisis espiritual, cultural. El gobierno en poco tiempo desmanteló la esperanza de la masa, los valores, la relación humana la cambió por la relación de las mercancías. Sustituyó el hermoso llamado de la Diana Carabobo, por el mercenario trompetismo del sálvese el que pueda, agarren de la manera más egoísta posible, borró del alma colectiva el sentido de pertenencia a la sociedad. La oposición ahonda estos valores, promete ser mejor repartidor que el gobierno, desdeña la ayuda, la solidaridad, se comporta igual al gobierno, como lo que son, variaciones del capitalismo.
Este comportamiento nos ha sumido en una profunda crisis ética, moral, de la que no podremos salir aplicando la misma medicina que produjo la enfermedad: el egoísmo, la falta de solidaridad, el despojo de razones sagradas. Sin resolver esta carencia moral, sin "abastecer" este gran fallo espiritual no hay compensación material que funcione, que resuelva la crisis, y aunque parezca paradójico, mientras más repartan mas agudizan la tormenta. Podemos decir que el petróleo puede llegar a mil, a diez mil y si no resolvemos el asunto espiritual todo será el vano, no podremos construir una nueva sociedad, un hombre nuevo, no podremos colmar el sueño de Bolívar, de Chávez. Podemos vender la mitad de Venezuela, obtener todo el oro del mundo, ir a Wall Street y monetarizar hasta el aire, y si no resolvemos el problema espiritual, si reducimos a la sociedad a un estómago, nada se resolverá. Podremos tener un General del arroz, de la caraota, de la sardina, pero mientras no tengamos un "General de la conciencia", es decir conocimiento de la falla espiritual, nada se resolverá.
Al lado del CLAP sería necesario un fuerte movimiento de recuperación de los valores socialistas, de la fraternidad, del sentido del deber social. Se podría, se debería empezar por hacer de los CLAP organizaciones de trabajo colectivo voluntario, nadie debe quedar por fuera de la compensación a la sociedad, toda bolsa debe ser retribuida por el trabajo de cada uno de acuerdo a su capacidad, la sociedad da y recibe. Es esta manera haremos una gran escuela de estos organismos, serán comités locales de producción de conciencia.
Los CLAP deben formar un tejido social de formación política, de discusión de los grandes problemas de la Revolución, fundirse con los organismos encargados de la formación ideológica, si estos organismos fueron disueltos deben reeditarse, vigorizarse.
Los CLAP, deben ser instrumentos de crítica de la política revolucionaria, ojos y oídos del gobierno para detectar errores, fallas, para discutir, explicar las acciones del gobierno.
Está claro que lo planteado es difícil de aceptar por la socialdemocracia, se trata de dar poder, de verdad, verdad a los humildes, no sólo considerarlos estómago dispéptico sino cerebro, corazón, músculo revolucionario.
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