Mis hermanos nacieron en Altagracia de Orituco. Luis, Pedro, María y Lizardo, nacieron, en ese orden, en el hospital “José Francisco Torrealba”, de Altagracia. En aquel entonces mamá y papá vivían en San José de Guaribe, pueblo que se mencionó mucho en los años 60, para ubicar a la gente en dónde quedaba el Cerro El Bachiller, que acogió a más de un mozo izquierdista que creía en la lucha armada. En Guaribe no había hospital, por lo que Victoria fue trasladada cuatro veces a parir en Altagracia de Orituco, “la cuna del talento”.
Fui la última de los Chacín Díaz en nacer, el ultimo día de agosto. Y ustedes creerán que en Altagracia de Orituco. Pero no fue así. Nací en Caracas, en el Hospital Clínico Universitario. Mamá estudiaba “para maestra” en las vacaciones escolares y en uno de esos interines vine al mundo.
Desde hace 26 años vivo en Caracas. Soy “una inmigrante”. Y como toda inmigrante debo decir: pero a esta tierra que me acogió le agradezco mucho, etc, etc, etc. Y como buena inmigrante también me he dado cuenta del deterioro que ha sufrido la ciudad.
Trabajo en el Complejo Urbano Centro Simón Bolívar, eso que se conoce como las Torres de El Silencio. Ahí funcionan el Ministerio del Ambiente, el de Cultura, el del Trabajo, el de Salud y el Poder Electoral. Y en ese complejo sucede una de las barbaridades que más atormentan, por la agresión diaria a la que es sometida la psiquis de quienes trabajamos en esos espacios.
En esos espacios había dos plazas. Una, que recuerdo con fuentes iluminadas, algodón de azúcar y patines: la Diego Ibarra. Otra, la Caracas, lugar de concentraciones y actos de mi época universitaria. Nostalgia que hace vivir. Y mi nostalgia, en tanto inmigrante, tiene límites. Pero mi asombro no. Y el asombro casi siempre deviene en indignación. Y es que donde había dos plazas, lo que hay es un pegoste.
¿Qué ha pasado en Caracas? ¿Quién manda en Caracas? Su alcalde declaró (Ultimas Noticias, 23-07-06) que se siente “chantajeado por la economía informal”. Habló de una familia que controla 450 puestos “de la esquina de Bolsa a Plaza Miranda” y su estrategia es trabajar con los buhoneros buenos. Ah, y volvió a prometer que los reubicaría en el 2007. ¿Sinceridad verborréica?
¿Qué ha pasado en Caracas? ¿Qué pasa con las autoridades? En Saigón, antes Diego Ibarra, funciona “la fábrica de cidis quemados más grande del país”. ¿Y quien tiene un horno tan potente? ¿Un buhonero chantajista?
¿Qué ha pasado en Caracas? Si es verdad que la fábrica tiene esa producción ¿qué pasa con el Seniat? ¿Y la evasión cero? Me gustaría ver un cartelón de “clausurado” en la entrada de Saigón, donde además entran a esconderse los arrebatadores de celulares y carteras.
¿Qué ha pasado en Caracas? Según Bernal en el casco histórico los buhoneros son cinco mil. Cinco mil que le controlan el ambiente a los muchos miles más, millones, de trabajadores y visitantes de cuatro ministerios y un Poder Nacional. ¿Son tan poderosos los buhoneros? De este conformismo urbano emerge una institución llamada Fundapatrimonio, una hormiga arreando a un elefante obeso e indiferente.
Y es que a pesar de sus gobernantes Caracas cumpleañera sigue siendo a sucursal. La mal querida. La ingobernable, la amada. La del Avila de Cabré, la de los pesebres infinitos, la del río omnipresente, la siempre despierta. La de los contrastes odiosos, la de los trasnochadores atormentados, la de los alucinados errantes. La del tráfico invencible, la del clima perfecto. La del centro de las conspiraciones, la de los conciertos sanadores de almas. La única. Es una maravilla que merece cariño. Es un clamor de tod@s.
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