Primero debemos atacar, internamente, la bizarra conducta que auspicia el contrabando de los productos derivados del petróleo al igual que los alimentos producidos en el país.
Uno de los grandes objetivos históricos y nacionales propuestos por el Comandante Supremo Hugo Chávez para la gestión bolivariana socialista 2013-2019 es el de Defender, expandir y consolidar el bien más preciado que hemos reconquistado después de 200 años: La independencia nacional.
De ese importante objetivo histórico se desprenden objetivos nacionales como la garantía de continuidad y consolidación de la revolución bolivariana en el poder así como preservar y consolidar la soberanía sobre los recursos petroleros y demás recursos naturales estratégicos, también garantizar el manejo soberano del ingreso nacional así como conquistar esa soberanía alimentaria para que la población venezolana tenga derecho a su alimentación.
En ese marco, el tiempo nos está diciendo a toda la ciudadanía nacida y a quienes han decidido asumir a Venezuela como su terruño, que frente a los problemas que tenemos en la frontera con Colombia, lo primordial es frenar en nuestro suelo patrio, ese bizarro y mal gestado asunto de años y siglos que es la corrupción.
No voy a escribir de Colombia, pues de ello se ocupan los expertos. Escribo de los nuestros. No puedo estar refiriéndome exclusivamente a los pimpineros, galoneros, tamboreros, gandoleros y demás transportistas de gasolina hacia el vecino país como los culpables de que la nación vecina haya estructurado un negocio con nuestros combustibles y a nosotros nos pegue duramente.
De eso que se ocupen de opinar el experto Fernando Travieso, Tony Boza y otros profesionales que se han especializado en el asunto. Lo que viene molestando es otra realidad: La gasolina no se contrabandea por si sola y ningún pimpinero, gandolero y otros transportistas existen porque a ellos se les ocurrió robarse la gasolina para venderla en mejor precio en Colombia y facilitar que éste país la venda como si la hubiese producido.
De lo que hablo es de que hay una manga (partida de gente, según el diccionario) de corruptos criollos, venezolanitos, que imaginamos se han convertido en millonarios hace largo tiempo, quienes son los que están dentro de la petrolera venezolana o merodean alrededor de ella para hacer las trampas que les permitan lucrarse con los productos de la industria petrolera.
Es un asunto sencillo, común y lógico pensar eso.
Si el país debe defender, expandir y consolidar el bien más preciado que hemos reconquistado después de 200 años como es la independencia nacional, otro pequeño acto lógico y sencillo, es que debo súper optimizar los sistemas y servicios de inteligencia con las más sofisticadas tecnologías, aplicables al ejercicio de la inteligencia y contrainteligencia para investigar y apresar a quienes vienen enriqueciéndose y traicionando al resto de los venezolanos y después que se haya dado esa gran batida o, paralelamente, tratar los aspectos vinculantes al problema.
No olvidemos que uno de esos objetivos nacionales que planteó el Comandante Supremo tiene que ver con el desarrollo de nuestras capacidades científicas y tecnológicas estrechamente relacionadas con las necesidades de la población así como el fortalecimiento de nuestro poder defensivo para proteger la independencia que nos hemos dado asegurando todos nuestros recursos que nos sirven y servirán a las generaciones venideras.
Es claro que hay que eliminar –de lo contrario jamás saldremos adelante- esa sociedad de cómplices (compadrazgo de vivianes civiles empresarios, militares, familiaridad, amiguismo, compra de decisiones, de fiscales, jueces, compañeros de partido, etc.), conocida y publicitada desde siglos, que continúa viviendo sin preocupaciones y sin que le moleste algo, lo que existe desde que falleció nuestro Libertador Simón Bolívar.
Desde los inicios de la revolución bolivariana, muchos ciudadanos vienen pidiendo ver las caras de los corruptos y no exclusivamente los rostros de los pendejos –como decía Uslar Pietri y recordaba Hugo Chávez- que siempre han llenado las cárceles por robarse una gallina y cosas sencillas.