Esto que llamamos "el proceso" venezolano, como quien da un santo y seña para entenderse, ha dado origen a una especie, que según un cumanés de mi tiempo, sería una "ruflá", un montón de carajos expertos en revolución, cambio y toda la vaina con eso relacionado, de origen extranjero, que acuden presurosos apenas les hacen una seña a dar consejos y ponerse por encima del pueblo con todo y su poder originario. Sin contar quienes están en la cola, como para comprar harina de maíz a precio subsidiado, y escriben hasta por Aporrea para llamar la atención y les inviten. Son pocos quienes vienen a observar y en actitud de aprender lo que sea menester de lo que aquí sucede; la mayoría vienen a darnos clases y a decirnos cómo hacer. Tanto que diseñaron un cono monetario y dispusieron como el venezolano debía comportarse entre el cobrar, comprar y pagar, sin tomar en cuenta la realidad nacional, empezando al individuo, la estructura tecnológica, la incapacidad del prestador de servicio respectivo, el propio Estado, para funcionar adecuadamente y la ancestral cultura que no cambia de un día para otro. El drama que han ocasionado con el efectivo circulante y las enormes colas en los bancos es una tragedia más que padece el nacional. ¡Cómo le cuesta a los fabricantes de revoluciones y cambios entender esta vaina que le da a cada momento en las narices! Y lo que es más ¡Cómo cuesta entender que los cambios, en cabeza de otro no se compran, e internalizar una cosa que los del gobierno repiten, "sólo el pueblo salva al pueblo"!
Uno lee cosas sobre nosotros los venezolanos, que escriben otros, pero que, como quien apuesta en una mesa de juego lo que no es de él sino nuestro, donde no perderán nada, pues es sólo uno quien pone todo, arriesga, pierde pero les ve asumir poses doctorales y hasta hacen citas a pie de página de otros que opinaron como ellos, pero sobre nosotros. Presumen y hasta aseguran saber lo que vamos o debemos hacer y poco falta para que nos ordenen, pues somos como piezas suyas, que debemos movernos para comprobar sus predicciones y confirmar lo que se proponen sustentar en sus tesis doctorales. Pues son como una especie particular de bachaqueros. Curiosamente, ellos más que nosotros, saben bien lo que debemos hacer y no. Más de uno hasta piensa debemos lanzarnos por un barranco para alcanzar la felicidad y si eso no sucede ellos aprenderán mucho de eso, para llegado el caso, recomendar no se haga en su país o en cualquier otro donde les llamen de asesores. Si están en nuestro país como tal, pues por habernos observado antes desde lejos, proponen, a quien pidió lo asesorasen, cosas que vieron en otra parte hacer o leyeron en algún trabajo doctoral lleno de citas de autores, pero no de la gente del pueblo, actuante y sin importarle mucho si eso es pertinente, pues sólo es pura teoría o imaginación, al fin y al cabo, con recoger sus corotos, que nunca son muchos e irse por donde vinieron es suficiente; vinieron preparados para eso y lo que salga. Aquí han estado tantas veces con los gastos pagos y, hasta un "efectivo" se llevan, por sí no hay línea con el banco.
Las propuestas de esos "asesores, teóricos, académicos, ex presidentes y sabios", generalmente llegados desde lejos, no exactamente como los conquistadores porque estos venían y entraban "pacíficamente" o la fuerza, según el caso, pero si en algo como ellos, nunca toman en cuenta al pueblo ni las circunstancias concretas, no les importa si antes, durante el proceso de aplicación de las ¨ordenes", el pueblo muere de inanición o le da un síncope. Los españoles, a los coñazos primero, a los indios hasta recolectores quisieron convertir en agricultores y como estos no accedían y menos "aprendían" con rapidez, les tildaron de flojos, olvidando que a ellos tampoco les gustaba esa vaina. Por supuesto, de ellos no es la responsabilidad y uno lo sabe, es de otros, pero calienta leerles como experimentan en la piel ajena. Coinciden en confundir al país con un cuadrilátero y a los venezolanos todos como boxeadores y chucan para que nos caigamos a coñazos entre nosotros para ellos ensayar sus teorías. Esos teóricos, técnicos de la izquierda, quienes no sufrirán herida alguna, actúan de la misma manera que la CIA y cualquier agencia extranjera sujeta a la derecha y los suyos que "aconsejan" aplicar toda clase de medidas que en fin de cuentas fundamentalmente agreden al pueblo. Si no la pegan, ensayan con otras vainas. La diferencia es que a estos "expertos" los pagan afuera, los costos nuestros están en la destrucción de escuelas, hospitales, tala y quema de árboles y arbustos, alumbrado público y muerte de seres humanos, incluso quemándoles. Sin contar la miseria que emana de esas confrontaciones.
Luis José, mi amigo y hasta casi paisano, pensaba que el planeta tierra y todo lo que en ella hay, empezando por los humanos, no somos más que una pequeña cosa en observación desde un mundo gigantesco y lejano para nuestra perspectiva y normal concepto del espacio. Tan lejano como a una hormiga le parece de un lado a otro del marco de la puerta. Así de pequeños les parecemos, como un pedazo de tejido que colocamos en un portaobjeto y le escrutamos a través de los lentes de un potente microscopio. Cuando digo "les parecemos", hablo de la galaxia y hasta más allá. Según él, mi amigo, quien era muy estudioso y pensador, no somos más que un mundo en observación por otro más grande y hasta un objeto de ensayo. Los terremotos, maremotos, tsunamis, huracanes no son más que actos provocados por los observadores para estudiarnos, verificar y anotar nuestras reacciones, respuestas, las del planeta y sus habitantes.
Esos observadores que, según mi amigo, están hasta más allá de la galaxia, pero que para ellos es aquí mismo, tan cerca como cuando extiendo la mano para agarrar la hormiga que intenta pasar por debajo de la silla donde estoy sentado, poco interés tienen en lo que le pase a cada uno de nosotros cuando estremecen el planeta para producir terremotos y tsunamis, como quien lo hace con la piñata guindada en el patio el día de celebración de cumpleaños o agita la alfombra para quitarle el polvo y cualquier cosa a ella adherida, pues sólo somos cosas para experimentar.
Así mismo son esos asesores, pensadores de izquierda o de derecha que vienen a observarnos y dar recomendaciones hasta como la de que nos matemos unos con otros, mientras ellos observan desde el lobby del hotel que nosotros pagamos. Para ellos, solo somos un poco de materia o tejido en un portaobjeto al que se manipula y observa cómo reacciona para aprender, darle peso, sustentar o desechar sus hipótesis. Si la pegan, lo que casi nunca sucede, ya sabe eso que aquí pegó; cobraron y les pagaron los gastos; si no la pegan, se llevarán las notas para donde halla otros u otros pendejos que también paguen.
Hay quienes, pudiera ser, nunca han venido, ni tenido la suerte que les inviten a asesorar y cobrar; pero escriben y nos dan las soluciones, que les parecen satisfactorias a plenitud sin preguntarle a nadie si eso le gusta ni cómo y qué haría para que eso retoñe. No importa que se derrame el agua, exploten los pozos y la iracundia colectiva, eso será después que haya venido, aconsejado o asesorado y cobrado en dólares que, aún saliendo de las cajas del Banco Central de Venezuela, que valen lo mismo en cualquier parte.
¡Cosa curiosa! En sus países casi nadie les conoce y allá, sus fórmulas salvadoras para cambiar la sociedad, en un sentido u otro, nadie las aplica, ni ellos mismos las proponen. Parecen como mercancías para exportar donde haya una economía rentista que importa y consume lo que sea, con tal de gastar.