Empezaré por hacer una como declaración jurada que deje claro no soy "agente del imperialismo ni por supuesto de la CIA" y menos de quienes a lo interno "le hacen la guerra económica al gobierno". La que más bien, pese lo que éste diga, en lo inmediato y en directo, está dirigida contra los venezolanos casi todos, pues es al universo de los pobres a quien en especial se daña. Y es bueno hacer esta advertencia para que los comentarios que haré tengan más sustento y merezcan ser tomados en cuenta por quienes son sus destinatarios. Más bien soy parte de ese enorme universo de víctimas de la guerra y quienes la hacen, que son más de los se cree, tanto que, como caballos de Troya, están metidos dentro de los espacios del gobierno. También de éste que no encuentra como cumplir a cabalidad la tarea que dice asume, la de defendernos y deja que desde adentro le saboteen.
Según la última lista de "Precios Acordados" dada a conocer por El Aissami, el litro de aceite vegetal tiene un precio de 239 bolívares. Pero nadie le consigue a ese precio. No lo hay en parte alguna. Eso sí, en las calles, en manos de quienes uno no sabe a ciencia cierta quienes son, como no tener los documentos a la mano, anda el bendito aceite en cantidades que hasta rebasa la demanda. Claro ellos, a él, el aceite, le tienen encaletado, no por evadir a las autoridades, pues ninguna anda detrás de quienes así proceden sino para fingir una baja de oferta y hasta de correr riesgos que justifiquen el precio que arbitrariamente ponen. Y este es tres cuatro veces superior al establecido o regulado. Y no evaden vigilancia alguna pues todo el mundo sabe quiénes son y dónde están. Basta usted se acerque algún área donde operan los bachaqueros, que son hasta los mercados municipales, donde abunda la presencia policial, pregunte dónde comprar azúcar, pues no ha hallado en los abastos, para que sin titubeo alguien de inmediato le diga dónde encontrarla.
Y lo que es peor, las marcas de aceite que esos personajes atesoran, en la mayoría de los casos, se corresponden con las empresas del Estado, esas que siempre han ostentado precios de acuerdo a las regulaciones del mismo y por tanto deberían estar en el mercado legal y hasta formal.
En este caso, uno tendría que elaborar como una "rabo e´ cochino", para decirlo en lenguaje coloquial o una explicación muy complicada, que no necesariamente tendría que ser ajena a lo real, para explicarse tal fenómeno. Como que el gobierno le hace la guerra al pueblo y así mismo cuando deja que, hacia aquél malévolo mundo de truhanes, se escape el inventario de aceite de comer, citando sólo éste para poder dar una explicación con algo de pedagogía y fuerza de convicción.
Por supuesto, como uno no es tonto, no lo es tampoco el pueblo, imagina cómo sucede eso, sin negar que fuerzas extrañas al gobierno, en colaboración con agentes del mismo, también promuevan aquel nefasto proceder; para hacerlo se requiere mucho poder, ese que dimana del gobierno y del dinero. Ya los chilenos hace más de cuarenta y cinco años vivieron esa experiencia.
Es una fuerza poderosa que contamina todo.
¿Cómo le llega a esa gente y al por mayor el aceite? ¿Es acaso difícil imaginarlo? No lo creo y el pueblo tampoco.
Ayer mismo, en plena calle, vi dos hombres llevar cada uno una enorme paca de azúcar; intentaban por su manera como subrepticia de actuar, moverse, distanciarse rápidamente del sitio de donde las sacaron. ¿Quién o quienes ponen en manos de esa gente esa azúcar? ¿Es difícil determinarlo? Y usted puede hacer tantas preguntas como productos de empresas del Estado existen.
Por supuesto, eso forma parte de la guerra que a Venezuela hacen. Pero es necesario que el gobierno vea e internalice lo que al venezolano ha hecho. Estamos en una versión moderna de "La Guerra de Troya", aquella cantada por Homero. El gobierno tiene el caballo adentro desde hace tiempo. Quizás, es posible, uno no sabe, quienes le metieron y hasta los furtivos dentro del equino, actuaron por su cuenta. Se hicieron de parte del poder a lo largo de un proceso confuso, donde como en la vida toda, se daba la eterna lucha entre "el bien y el mal". Pensaron desde siempre, aunque lo hubiesen percibido con más claridad una vez estando en el gobierno, que el poder sirve para hacer grandes negocios e enriquecerse. Lo que pudiera hacer de ellos unos adelantados furtivos de la concupiscencia. También de esos mismos pudieron llegar después y hasta muy jóvenes. En todo caso siempre han vivido dentro de valores propicios para eso. Nacieron en el lodo y lo peor, éste se les pegó en la piel y alma. Lo importante es que adentro están y además, pudieran haber entablado relaciones con quienes la guerra hacen desde fuera. Pues los fines son los mismos. El poder es inmenso y puede como la hidra abrazarlo todo, hasta a quien uno ni siquiera imagina.
Pero eso, lo del mal fin que dan a la producción del Estado, como el aceite, café y el azúcar, ya no es un secreto. Por cierto ¿Qué es del pernil?
¿Es tanto el poder de los corruptos, magnates del bachaquerismo, sus agentes y socios qué pueden darse el lujo de monopolizar la producción del Estado? ¿No hay forma, manera ni autoridad que ese malestar enfrente, resuelva y ponga a los delincuentes en su sitio?
Me niego a creer que todo el gobierno y menos sus personajes más connotados estén envueltos en esos asuntos. Sería como creer que las figuras más importantes del gobierno se golpean y burlan así mismo. Estaríamos como ante un montaje teatral muy burdo, convencional y hasta estereotipado, pese sea un cuadro de la vida misma. Un cumanés diría que es como un "acabose de mundo". ¿Pero por qué ante asunto tan conocido, evidente y descarado no hay dentro del gobierno quién reaccione y ponga a los malandros en su sitio?
Si sabemos que hay guerra económica y hasta quien la hace desde fuera. Pero también la hacen desde dentro. Y que quienes aquella hacen de aquel lado coinciden y se relacionan con los actuantes en el seno del gobierno, con tanto poder para desviar la producción estatal y, lo que es más, lograr que nadie por ese se dé por enterado.