¿Qué hace con mucho dinero alguien que no tiene la cultura de la producción? Corromperse.
Recibir cinco millardos para una camaronera implica patentes industriales, permisos sanitarios, elección y compra de equipos complejos, administración, finanzas, nómina, gastos, negociación entre cooperativistas, asuntos ambientales, construcciones, mantenimiento y paro aquí porque no pretendo hacer el índice de un manual de camaroneras ni sé hacerlo.
Lo que sí sé es lo que está pasando por doquier: el llamado Efecto Venezuela. Lo he llamado diabetes œconomicus: se entrega un dineral para un proyecto, el proyecto no forma parte de la cultura de los encargados de cumplirlo y el dinero se vuelve sal y agua, porque lo que sí forma parte de esa cultura es el bonche y la Hummer, vehículo eficientísimo para dilapidar recursos. Como el proyecto no funcionó, se cree que fue por falta de dinero y entonces se entrega más. Igual que el diabético: como no asimila el azúcar, siente que no hay suficiente y se antoja de más.
Estas palabras no son las de los opositores, esas máquinas de despreciar pueblo, porque ellos son los más rutilantes ejemplos de diabetes œconomicus. Fueron los que dieron pie para la descripción del Efecto Venezuela, especialmente durante la Champaña Admirable del primer Carlos Andrés Pérez. Nuestro desafío es dejar atrás el Efecto Venezuela como un mal recuerdo.
El único modo de romper un círculo vicioso es ese, precisamente: romperlo. No hay modo de detenerlo por las buenas, sino haciendo violencia a su lógica infernal.
En este caso hay que atacar el corazón mismo de la cultura de la corrupción: en primer lugar no se deben entregar recursos a personas que no muestran conocimiento suficiente o que estén dispuestas a adquirirlo. El Motor Moral y Luces debe incluir formar para la organización económica porque cultura no es solo bellas artes y violines. Los candidatos a recibir un dineral para cualquier proyecto, deben mostrarse dispuestos a seguir un plan orgánico. Algún organismo del Estado debe asesorar, hacer seguimiento día a día, suministrar equipos e instructores.
Solo el pueblo salva al pueblo, se ha dicho, pero también podría decirse que solo el pueblo enseña al pueblo.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com
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