Es bien conocida desde hace tiempo la llamada matriz FODA (Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas) utilizada frecuentemente para analizar en un momento dado la situación de una empresa, de un proceso de cualquier naturaleza o de una circunstancia en particular. Esta matriz no es más que tratar de poner orden al proceso de pensamiento que aplicamos todos los seres humanos cuando evaluamos al mundo en general, implica entonces un modelo de análisis que no deja de tener un componente subjetivo de acuerdo a la visión o visiones del grupo que haga la evaluación, y los intereses que puedan tener de lo evaluado.
No intento descubrir el agua tibia entonces aplicando esta matriz FODA a lo realizado durante el gobierno actual, me ha tocado escuchar en varias ocasiones versiones de la misma, por parte de distintos grupos o personas, con resultados totalmente disímiles, incluso contradictorios, como cabe suponer cuando se habla de la obra de gobierno de un presidente que despierta las pasiones en uno y otro sentido. Quiero aproximarme en forma breve a 2 aspectos que forman parte de la matriz FODA de este gobierno, una debilidad y una fortaleza.
Me preocupa enormemente que la debilidad manifiesta más visible del gobierno revolucionario tenga que ver con uno de los compromisos ofrecidos con mayor vehemencia en el año 98: la lucha a muerte contra la corrupción. Sería una necedad pretender ocultar que este corrosivo flagelo no ha encontrado tierra fértil en la actual coyuntura, mostrándose en ocasiones de manera tan descarada que golpea en la cara y se burla de manera cruel de los millones de venezolanos que apoyamos entusiastamente un proceso de cambios que pretende redimir al pueblo olvidado y excluido durante tanto tiempo. Se conjugan una serie de factores: la ausencia de un sistema de justicia eficiente, oportuno y confiable, la discrecionalidad en el manejo de los fondos públicos por parte de los funcionarios de alto y medio nivel, pero sobre todo esto descansa la falta de profundidad en la formación ideológica y ética, que de existir pudiera compensar los 2 primeros nombrados. Parafraseando al tristemente célebre Gonzalo Barrios: en Venezuela la única razón que existe para no robar es el nivel de compromiso personal y social que tengamos los funcionarios con nuestros deudores, con el pueblo. Puedo asegurar que esta percepción está arraigada en gran parte (que son mayoría) de los que califican la gestión gubernamental como positiva a la hora de hacer un balance.
Por otra parte, una fortaleza muy importante del proceso es precisamente el propio pueblo, que ha entendido que finalmente llegó su oportunidad, que ha mostrado un nivel de comprensión de lo que ha sido la historia, que se niega a seguir siendo utilizado, que poco a poco va asumiendo la responsabilidad en labrar su propio bienestar, incluso por encima de los desaciertos en las políticas gubernamentales diseñadas originalmente para su auxilio pero desviadas o pervertidas para otros fines. A pesar de que no se ha hecho un trabajo metódico en cuanto a formación ideológica, la gente se abre espacio por medios propios, y toma los instrumentos que se le dan para abrir la participación, incluso enfrentando a aquellos funcionarios que tuercen el camino hacia senderos distintos a los de los intereses comunitarios. Debilidad y Fortaleza. Amenaza y Oportunidad. Ahora es cuando queda por luchar y avanzar.
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