Una línea aérea maldita “Santa Bárbara”

Coincidí en el vuelo de la mañana con Italo Luongo

En el vuelo de las 7 am de ayer jueves, coincidí con el señor Italo Luongo e inmediatamente supuse que él iba a Mérida a dictar una conferencia en FACES, la Facultad fascista de la ULA. Le vi al momento de tomar al autobús que nos llevaba a la aeronave. Iba sentado con un maletín negro al lado, su mechón blanco y serio sin mirar a nadie. Lo imaginaba delgado, pero no, tenía un notable sobrepeso. Durante el vuelo observé que iba adormitado, dejando caer de lado la cabeza sin apoyarla ni en el espaldar del asiento ni en la ventana. Todo esto lo recuerdo con el más mínimo detalle porque él al tomar el vuelo de las 5 de la tarde, en realidad se despedía de este mundo: restaba preso en las redes infernales de Santa Bárbara. No era su culpa. Luego de aterrizar la nave en Mérida él salió delante de mí, y agradeció a la azafata sus atenciones en el vuelo.

Poco antes, había viajado yo a Caracas a gestiones relacionadas con un premio de literatura y me acompañaba mi esposa. Al entrar al avión, el aspecto es muy deprimente: suciedad por doquier, asientos rotos, ceniceros desencajados (aunque ya no se fume en los vuelos), un abandono que inspiraba lo peor: “si así esta en la cabina cómo se encontrarán los motores.” Observé que ni siquiera repartieron el consabido sanduchito y lo mismo habría de pasar de vuelta.

Ese día domingo había caído en la sierra una de las más espectaculares nevadas de que se tenga conocimiento y el piloto de regalo nos anunció que se desviara un poco para que pudiéramos apreciar aquel inmenso paraje blanco, cubierto de nieve en varios kilómetros a la redonda. En realidad que no acabábamos por agradecérselo del todo observando aquella nave temblorosa como a veinte metros de la tierra, crujiendo por todas partes, y porque repentinamente nos cubrió un negro manto de nubes que durante varios minutos no se apreciaba nada afuera. Anoche estuve recordando que por allí fue por donde se estrelló el avión, tomando en cuenta que el accidente se produjo a unos 23 minutos después del despegue. Hoy en la mañana se ha encontrado el avión totalmente destrozado, y seguramente no haya sobrevivientes.

El vuelo que yo hice para Caracas partió a las 8:10 de la mañana y cuando a las 9:30 am llegamos a Maiquetía recibimos la desagradable sorpresa de que nuestros equipajes, Santa Bárbara los había dejado para otro vuelo, incluso algunos vendrían por otra línea aérea, AVIOR. De modo que los planes nuestros de estar temprano en Caracas debía retrasarse hasta la tarde. Me dirijo con el ticket a las oficinas de Santa Bárbara y de la manera más fresca una joven de lentes me dice que me debo quedar a esperar que lleguen por la tarde. Entonces me dirijo al INAC y allí encuentro peor atención: nadie sabe nada ni nadie puede hacer nada. Una joven de este Instituto me dice que por reglamentos de navegación en estos casos la línea está en la obligación entonces de llevarnos los equipajes a casa. Vuelvo a las oficinas de Santa Bárbara y allí de nuevo la joven de lentes me dice groseramente y sin tapujos que el gobierno no tiene por qué meterse en eso y que Santa Bárbara no le lleva equipajes a nadie a su casa. Debo confesar que con toda la pena del mundo para con mi esposa que estaba a mi lado les dije, allí rodeado por una veintena de pasajeros: “Ustedes son realmente unos hijos de puta, y ya van a ver cómo se comporta una persona que exige justicia en un país donde las empresas privadas se creen superiores a la ley y a todo gobierno.” Les juro que busqué algún objeto contundente para destruirle el frente al escritorio de estos bandidos, y comencé a recorrer los pasillos para ver qué encontraba. Tenía en la cabeza un elefante loco lleno de arrechera, porque ésta era la cuarta vez que esta línea nos echaba una vaina, y me sublevaba ver a la gente tan pendeja que todo se lo cala. En este deambular hablé con una funcionaria que recibe la tasa de impuesto y le pregunté cuántas veces le habían destruido las oficinas a Santa Bárbara y ella me contestó que no tenía ni idea, ni recordaba una situación así de violencia. Arrecho e impotente, preocupado por mi esposa que me esta viendo en tal estado, decidí por calmarme y resignarme a tragar a grueso. Pero para mí quedaba supremamente claro por este tipo de comportamiento que estaba muy cerca el día en que en esta línea iba a ocurrir una tragedia. Todo en este mundo se encuentra íntimamente relacionado, dime cómo actúas y te diré cómo matas.

CONCLUSIONES:

1- Hay ante todo que cerrar el aeropuerto de Mérida.

2- Hay que demandar y clausurar a la línea aérea Santa BÁRBARA por los mil estropicios que hace cada día.

jrodri@ula.ve




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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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