...Bolívar se anda despertando, esta vez de veras

Reciben la Casa...y Haydée el premio Simón Bolívar

Nunca me es fácil hablar de Casa de las Américas, y cuando empiezo a hablar ya no puedo callarme. Esa institución está ligada a lo mejor de mis recuerdos y a mis más profundas añoranzas...

Ver que residen en Casa los mismos compañeros de siempre me asusta un poco. Puede que el viento persistente de la costa la condene a los ejercicios relativistas de Einstein, y que en ese rincón de Cuba el tiempo no pase. Entonces en cada reunión que me invitan creo que Haydée entrará encorvada y ligera por una puerta. Ya me acostumbré: Haydée no entrará nunca...aunque siempre está a punto de entrar.

Pero este 20 de de diciembre cuando nos hicieron partícipes de que habían ganado el premio Simón Bolívar no vacilé un instante en asistir.

Las reglas de la Casa son siempre las mismas, de tal suerte que ya dejan de ser reglas, algo así como pisar el embrague en el auto, para lo cual usted no piensa. Llegamos en una fresca tardecita de diciembre y como siempre los mismos amigos y hermanos me abrazan con un fervor inusitado. Ellos me ven como un pedacito de Haydée y yo a ellos lo mismo. En la sala Che Guevara se alza el infinito Árbol de la Vida. Recuerdo siendo niña como lo transportaron con grúas hasta tomar su lugar. Quien lo ve ahí se da cuenta que ahí nació, o por lo menos adquirió allí su Vida. Nos sentamos entre abrazos y sonrisas. Allí estaban una mezcla de premiados, jurados, y personalidades que siempre se conocen... yo estaba tan sólo por ser un accidente genético y haberme colado en el vientre preciso antes de nacer.

La UNESCOle había entregado a Roberto Fernández Retamar, nuestro Roberto,.. El premio en París. Roberto siempre con su boina bolchevique, como el primer día, aquel primer día en que mi madre consideró que yo vencía La Edad de Oro que ella me enseñaba y necesitaba saber de Martí. Mi Martí de adolescente me lo brindó Roberto. Ese es mi Martí más endógeno, más pegadito.

El Premio lo ofrece en La Habana el Sr. Francisco Lacayo,Director de la Oficina Regional de Cultura de la UNESCO para América Latina y El Caribe y Representante de la UNESCO en Cuba

Lacayo es un personaje definitivamente hermoso. Su cabello tan negro, su barba arreglada, su postura erecta, y el uso continuado del bastón le otorgan esa categoría de edad indescifrable A veces pienso que usa bastón tan sólo para hacerse el caballero, es uno de esos hombres a los que una dama siempre encuentra adecuado arrojar el pañuelo al suelo. Su lenguaje es pastoso y amplio, dominado por un uso exquisito de los adjetivos y una cultura proverbial, lo que alternando con una risa espléndida, lo convierten en el más buscado interlocutor de cualquier evento. Su mirada, sin embargo impone el respeto suficiente para precisamente no lanzar el pañuelo...

Pues se sentaron juntos en una provocada penumbra El Sr. Lacayo y Roberto. El árbol con sus colores encendidos les quedaba por detrás. Dice Lacayo:

¨El Premio UNESCO Simón Bolívar, cuya razón de ser es honrar a aquellos o aquellas que asumen la causa de Bolívar y han contribuido a la libertad, a la independencia y a la dignidad de los pueblos, así como a la consolidación de la solidaridad entre las naciones ¨ , le fue atribuido, este año, a La Casa de las Américas, ¨Por su compromiso inclaudicable al lado de los escritores y artistas de América Latina y el Caribe que defienden los valores culturales y éticos, fieles al espíritu de Simón Bolívar

En ocasión de la entrega del diploma y la medalla, en París, el Director General de la UNESCO afirmó: ¨La Casa de las Américas fue creada hace cuarenta y tres años. Estuvo dirigida desde su fundación por Haydée Santamaría, quien ya era una destacada figura de la historia cubana cuando asumió la nueva tarea que se le encomendaba. La Casa ha estado encargada de difundir lo mejor de la cultura de América Latina y el Caribe y de acercar entre sí a creadores de todas partes. ¨ y añade¨El Premio Literario, de seriedad reconocida y avalado por la participación de más de veinte mil concursantes de cincuenta y cinco países, es la más difundida de las tareas de la institución¨

Y Casa de las Américas nació como Casa de solidaridad intelectual y moral de la humanidad. Ninguna importancia tiene, a estas alturas, si en el momento de su creación hubo conciencia de esa identificación con la frase paradigmática de la constitución de la UNESCO. Las pirámides mayas y aztecas no necesitaron conocer la preexistencia de las pirámides egipcias para confraternizar con ellas en majestuosidad y trascendencia histórica.

¨Concebida como un espacio de encuentro y diálogo, desde distintas perspectivas en un clima de ideas renovadoras¨Casa de las Américas, divulga, investiga, auspicia, premia, publica la obra de escritores y artistas, convoca al intercambio y al encuentro entre instituciones intelectuales y artísticas de todo el mundo. Jorge Fornet nos recuerda emocionado ¨En enero 1960, un jurado irrepetible, en el que sobresalían figuras como Alejo Carpentier, Miguel Angel Asturias, Carlos Fuentes, Nicolás Guillén, Miguel Otero Silva, Lino Novás Calvo, Benjamín Carrión, Virgilio Piñera y un impresionante y otros,comenzaría a dar vida a un Premio al que lo único que nadie podrá objetarle es falta de ambiciones¨

La Casaha sido, desde su nacimiento, impulsora, rescatadora de lo que la UNESCO llama en el inicio de este nuevo milenio, las tres nuevas riquezas: la diversidad cultural, la creatividad de los pueblos y el patrimonio cultural, no como momia suntuaria, sino como raíz

Casa de las Américas, ha sido hogar catalizador de la creatividad literaria y artística, de la diversidad cultural (¨tan necesaria a la especie humana como la biodiversidad a los seres vivos¨) y Casa de las Américas ha sido celosa guardadora del patrimonio intelectual y artístico de América Latina y el Caribe”.

Este premio, según mi parcializado criterio lo merecía Casa desde siempre, pero es cierto que la Providencia tiene sus razones para diseñar el destino. Ahora que Venezuela es bolivariana, el premio sabe más dulce y más halagador. Un premio Simón Bolívar ahora que el Libertador intenta buscar tierra firme para arar, es mucho más pertinente. La Casa fue la primera institución de su tipo de América Latina. Una institución artística resueltamente revolucionaria. Pensándolo bien, Casa está siendo premiada consigo misma, porque si en algún lugar habitó durante este tiempo Bolívar fue en Casa, y no sólo Bolívar, ahí habita el Che, Dalton y por supuesto Haydée que es su anfitriona.

Porque ahí, en G y Tercera está sin dudas la verdadera sede matriz del hogar de Haydée Santamaría. Las diferentes casas donde vivíamos eran apenas sus prolongaciones. Nosotros fuimos familia coyuntural. Mi hermano y yo estuvimos siempre a duras penas, “militando” en su verdadera familia: Los hombres buenos del mundo.

La Casa de las Américas no era con mucho esa edificación con silueta de iglesia que se yergue en el litoral del Malecón habanero; Haydée complicó sus fronteras con una definición muy sutil: Casa más que un inmueble era una manera de actuar, de percibir, de comportarse. Una amalgama sentimental entre talento, bondad y aventura donde todo aquel que era acogido lo era tan sólo por aportar un color, un vocablo ingenioso a esa permanente obra que es la Revolución del arte o el arte de la Revolución, nunca lo he sabido con claridad.

Una obra que sigue su curso y que año tras año no se cansa de invocar a Haydée. Tan sólo porque Haydée fue poseída por los ángeles. Ningún fundador de esta rara institución aceptaría que la pequeña oficina donde mi madre tenía una pequeña silla de estilo y el grandioso y casi infantil Martí de Abela, o el salón de “la Mesa redonda” donde ejercía los Consejos de Dirección llenos de fantasía y empeño, o la biblioteca donde de seguro está el libro que usted busca...Que todo eso fuese La Casa. La Casa del Vedado de Haydée tenía fronteras humanas. Los cómplices del buen gusto y los cómplices de la revolución la conformaban.

Recuerdo con nostalgia creciente aquellos días en el hotel Pasacaballo de Cienfuegos, donde además de decidir al afortunado ganador del lujoso Premio Casa los jurados disfrutaban de las ocurrencias increíbles de Haydée. Al equipaje con todas sus medicinas para el asma sumaba mi madre una pintoresca maleta de mimbre llena de cuantas bromas pondría usted imaginar. La actuación estelar era la de fantasma. Para eso sólo necesitaba una media de mujer ajustada al rostro de tal manera que desfiguraba los labios y la nariz, una sábana cubriéndole todo el cuerpo, y esperar las doce de la noche. Entraba en los dormitorios en complicidad con las autoridades del Hotel y asustaba al más serio de los jurados. Frente a mi madre se rompía todo recato. Todos se ahogaban de risa con sus atrevimientos.

Otras veces se aprovechaba el Premio para disfrutar en la sucursal de la Casa de Flores los tamales en casuela. Recuerdo con gusto el silencio respetuoso que reinaba cuando “se viraba la tortilla” Se tomaba como un acto revolucionario. Todos en silencio y con preocupación asistían a dicho viraje. La tortilla española de 100 huevos se cocinaba durante una hora o más. Las papas se las echaban crudas. ¡Y se cocinaban! Si decía Galeano que a la Casa debería dársele el premio Nóbel de Física por esta humanidad que abarrotaba “La Casa” con sus fronteras imaginarias y que cupiera todo el mundo. Pues el de química también: Yeyé lograba cocinar papas dentro de huevos batidos. La receta no me la dio jamás.

Después de su partida, año tras año en cualquier celebración de la Casa, mi amado Roberto habla como si mi madre acabase de morir. Después de más de veinte años tiemblan los compañeros de Casa al pronunciar su nombre. Lo mencionan bajito y despacio como retrasando la palabra Haydée, que parece contener algunas esencias de la persona recordada en los labios, para volver a verificar que ella está ahí, en sus corazones.

De alguna manera los compañeros de la Casa se convierten en mis hermanos de orfandad, pues a mi me sucede lo mismo. Es como un vicio de sentirla viva en nosotros o no poder terminar de llorarla

La cofradía de sueños en que se convirtió Casa sigue pegada a sus paredes y de seguro el espíritu travieso y revolucionario de ella se enrolla y se pliega en cada recodo del Árbol de la Vida que es sin duda su verdadera tumba... precisamente porque no lo es. Murió tan sólo para seguir viviendo como lo deseaba. Allí en cada reunión, en cada celebración el fantasma de Haydee nos acompaña desde ese árbol color fuego, en cada pez, en la bellísima sirena, en la Luna azul, o no: definitivamente estará en la grave mirada del sol bigotudo.

Y de seguro cuando perdemos la fe, cuando no alcanzan las esperanzas o la virtud, aparece ella, sigilosamente y nos asusta risueña con la misma sábana blanca y su media de mujer ajustada al rostro.

Este pequeño fantasma habita esos rincones, y sonríe feliz presagiando que estamos muy cerca de volver a vivir otra “década del 60” y que Bolívar se anda despertando, esta vez de veras y muy bien acompañado. Ella no más es la que recibe el premio Simón Bolívar envuelto en el celofán de amor de sus mejores compañeros.



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Celia Hart


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