Diciembre, la gran fiesta capitalista

Debo reconocer que después que dios, la virgen, los ángeles, los arcángeles y los santos me abandonaron no tuve más opción que asumir mi condición de ateo irremisible, de hereje imperdonable, de relapso confeso, de iconoclasta pecador y de pagano insufrible, no por esto dejo de reconocer que conozco algo del mito cristiano. El dios Cronos, como siempre, le da vuelta a la manivela del tiempo y nos traslada de nuevo a la algarabía, la tristeza, el derroche y a la hartazón propia del último mes del año, que nada tienen que ver con una fecha religiosa.

Durante siglos las civilizaciones antiguas, sobre todos las ubicadas en el hemisferio norte, celebraban en diciembre el solsticio de invierno, fecha en la cual los celtas, los judíos, los egipcios, los mayas, los mesopotámicos, los romanos (las saturnales) entre otras, alababan los cambios causados por el movimiento de rotación de la Tierra. Fue a partir de la Edad Media cuando comenzaron a celebrarse la navidad en diciembre, basada en la tradición religiosa del nacimiento de Jesús.

Con la llegada de los conquistadores españoles se instituye en América, a punta de arcabuces, cruces, Biblias, perros y caballos, la religión católica para beneplácito de la aristocracia europea y el clero, los grandes beneficiarios de la imposición de esta nefasta doctrina de fe.

Nunca entenderé la manera como los venezolanos católicos celebran la navidad. Tengo la certeza que ni la virgen María ni su consorte José jamás vieron una hoja de plátano, ni tampoco un jojoto para cocinar una masa y mucho menos se comieron una hallaca. La mayoría de las personas ignoran que la cena navideña se hace en la intimidad familiar, solamente porque en el norte el frío decembrino es muy gélido y a los vecinos no les quedaba más remedio que permanecer en su casa frente un cálido y humeante lar. Tengo la convicción que los reyes magos desconocían el whisky y el ron, quizás en sus faltriqueras llevaban una carterita de vino o de anís para calentarse durante las heladas noches en su travesía por el desierto, solo para llevarle a Chuíto recién nacido el oro, la mirra y el incienso.

Es palmario como cada año las fechas decembrinas se alejan de la verdadera razón de la fiesta religiosa, que más que de alegría debería ser de tristeza. Nunca entenderé que un ser magnánimo como Dios trajo al mundo a un hijo, previamente condenado a morir de una forma tan sanguinaria para redimir a los pecadores. Siempre me pregunto, aunque no creo en el mito cristiano, si valió la pena este holocausto, si al final los hombres y mujeres, católicos o no, en toda la geografía del planeta y durante todos los tiempos, violaron y quebrantan de manera descarada la mayoría de los mandamientos que Moisés esculpió en una piedra, dado que para la época no existían ni los bolígrafos ni las computadoras.

Los que recorren los centros comerciales y los que caminan por las avenidas en la mayoría de las ciudades cosmopolitas y hasta en los pueblos, les es fácil observar que los locales están abarrotados de productos para ser consumidos durante las fiestas decembrinas. Es decir, una verdadera feria del consumo, evidentemente propiciada por las grandes cadenas mercantiles cuyos dueños son los capitalistas. No hay ningún renglón de la vida de los seres humanos que no esté cubierto por una "necesidad" creada por la publicidad para su consumo: ropa, zapatos, ornamentos para casas, joyas, artículos de ferretería, flores, pinos, luces, adornos navideños, juguetes, artículos de alta tecnología, maquillajes, viajes, peluquerías y sobre todo comida y bebida. Una verdadera orgía consumista cuyos únicos beneficiarios son los avaros comerciantes quienes aprovechan la fecha para aumentar los precios y así esquilmar a los tontos compradores.

Me voy a detener en un renglón que redunda en mala salud de todos los seres humanos. El consumo a granel de comidas y bebidas no sería tan problemático se la hartazón de ciertas comidas y bebidas en época navideña y en cualquier período no fuera perjudicial para el cabal funcionamiento del organismo..

Veamos algunos datos que podría impresionar al lector. Una cerveza contiene 300 ml. Si una persona liba tres cervezas diarias al año habrá ingerido ¡109 litros! de una bebida que contiene 6° de alcohol. Hay bebedores que le rinden culto a Baco y como buenos sibaritas se toman semanalmente una botella de vino que contiene 750 ml del mal llamado "licor de los dioses" (pura propaganda para vender. Los dioses no existen, por lo tanto no beben). Después de doce meses, al final del año el cuerpo del cultor de la bebida espirituosa habrá ingerido unos ¡36 litros! de vino. Los humanos son muy dados a comer bebidas dulces como el café con azúcar, batidos, tortas, caramelos, licores dulces, etc. y para esto se utiliza uno de los venenos que mata lentamente, esto es el azúcar. Un adicto a la sacarosa que engulle 15 g de azúcar diaria (5 sobres), al final del año se habrá tragado casi ¡6 kg! de azúcar. Si usted es adicto a las arepas e ingiere unas dos arepas diarias de 20 g cada una, es decir 40 g, al final del año su cuerpo ha tenido que moler (digerir) unos ¡15 kg! es decir, unos quince paquetes de harina precocida.

Evidentemente la cantidad de comida que engulle una persona depende de la edad, de la talla y de la actividad física. Hay algunos ociosos que han determinado que el promedio de consumo diario por persona es de 2 kg de comestibles sólidos, además de unos cuantos líquidos, que al sumarlo todo se concluye que un humano promedio ingiere una tonelada de comida al año. Es decir, que nuestro cuerpo humano trabaja las 24 h del día para metabolizar toda esa ingesta. Una máquina perfecta.

Por otro lado, la genética nos diseña muchos antes de nacer. Esa señora (la genética) le informa al neonato, que en condiciones normales cuando sea adulto tendrá un peso y un tamaño determinado. Afirmo en condiciones normales, pensando que el sujeto durante toda su vida va ingerir una comida sana y balanceada, es decir alimentos que le permita a los órganos que les compete realizar el trabajo de manera adecuada. Una forma de evitar el sobrepeso. Tenga la certeza que si esos 2 kg diarios de comida y la bebida son de comistrajos, como embutidos, abundantes harinas (de trigo y de maíz), dulces, bebidas alcohólicas, pasteles, tortas, comistrajos que vienen empaquetados, gaseosas, bebidas endulzadas, grasas, comida chatarra, carnes rojas en abundancia, comestibles salados, productos lácteos, entre tantas bazofia que venden en frascos, paquetes y latas, de seguro que el consumidor obligará al organismo a trabajar más de la cuenta y por lo tanto, envejece (se enferma) prematuramente.

Las fiestas decembrinas son una orgía consumista de artículos innecesarios. Pero los feligreses católicos están convencidos que una manera de rendirle tributo a Chuito es hartando durante todo el mes de diciembre y otros, ingiriendo bebidas alcohólicas de manera exagerada. El ingeniero que diseña un edificio lo concibe para un determinado número de pisos y para ello utiliza las cabillas y materiales que permitan resistir el peso de la construcción. Si después de construido le colca más piso, de seguro se derrumbará. De igual manera, el cuerpo humano tiene un sistema óseo propio para soportar un peso determinado. Cuando se aumenta de peso las rodillas, los tobillos y la columna comienza a sufrir dado que los huesos no fueron diseñados para sobrellevar tanta grasa.

Quienes celebran las fiestas decembrinas de manera dispendiosa, gastando para comprar objetos innecesarios, comiendo y bebiendo para enfermarse les hacen juego a los grandes capitalistas. A estos les importa un bledo la crisis económica que actualmente padecen los venezolanos y mucho menos la salud. Al fin y al cabo si se enferman tendrán que recurrir a las clínicas donde el médico lo recibirá con una máquina de punto de venta para pagar las consecuencias de las locuras cometidas durante las fiestas. Las mismas que están dedicadas al hijo de Dios, quien supuestamente nació en la miseria y que no tiene nada que ver con las luces navideñas, ni con el pino de navidad adorando con bolas , ni con la sarta de estupideces inventadas por los curas y los comerciantes.

Bien se le expresó el magno Simón a Santander en una carta en marzo de 1825: "Lo que destruye es inútil a todos". Y de seguro los excesos de todo tipo destruyen. Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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