Cuento o razón

El concierto alborotado de las guacharacas

El chubasco que visitó a tempranas horas a la mañana, fue recibido por un concierto de notas alborotadas realizado por las guacharacas, mientras que las sonrisas verde tierno de las plantas, hacían contraste con la corona blanca que la neblina pintó en las cabeceras de las montañas cercanas.

Juancho Marcano había llegado contento con su perro Pipo a su conuco y ambos saludaron a la mata de mango que mostraba un rostro alegre por la lluvia y por la cual dijo: "Será lugar común, pero nadie puede dudar de lo milagroso que es el agua de lluvia y más aún para nosotros los árboles".

Pipo que se había alejado un poco, al oír aquello, se regresó y apuntó: "Nadie lo duda y mucho menos Juancho, quien hasta para dormir tiene un CD, donde está grabado un sonido de un torrencial aguacero, el cual lo relaja y lo lanza a caminar directamente por el camino de Morfeo".

El periodista que observaba detenidamente la canción alegre que cantaban las matas de berenjenas, por el beso que les dejó la lluvia en su cara, se aclaró la garganta y manifestó: "En este pueblo, la Tacarigua de Margarita, debieran realizarle un homenaje o un monumento a la lluvia, amigos míos, pues sucede que en tiempos de otrora, este lugar vivió de la agricultura y la única agua con la que se contaba para el riesgo era la que provenía de la regadera natural que cae del cielo, de ahí las grandes cosechas de maíz y también las pérdidas por falta de lluvia, que decepcionaba, deprimía y hacía que muchos lugareños partieran hacia tierra firme a buscar el pan para su familia que dejaban sola en este sediento terruño, desde tiempos inmemoriales".

La mata de mango con varios años encima, pues estaba ahí desde mucho antes de que Juancho hiciera su conuco, asintió, moviendo sus ramas, las palabras del periodista, mientras que Pipo mucho más joven y testigo de las historias que ha contado su amo, también estuvo de acuerdo con la proposición de Juancho de honrar a la lluvia en la Tacarigua de Margarita.

Luego de comentar otras cosas, los tres amigos se despidieron y Juancho y Pipo, se regresaron a casa con el paso apurado, porque un aguacero amenazaba con caer fuertemente en el camino.



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Emigdio Malaver

Margariteño. Economista y Comunicación Social. Ha colaborado con diferentes publicaciones venezolanas.

 emalaverg@gmail.com      @Malavermillo

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