Las voces humanas se escucharon en las tierras que son hoy el territorio de la República de Venezuela (916.148 km.2) por primera vez, seguramente hace ya catorce mil años. El hombre venezolano vivió, pues, en su tierra desde la antigüedad. Esos hombres y mujeres formaron pueblos de la selva, pueblos de los ríos, pueblos de las llanuras, pueblos de las montañas y pueblos de la mar; recolectores, pescadores, cazadores, agricultores, alfareros, diversas culturas que constituyen la vida milenaria prehispánica.
Todavía hoy, cuando la historia de Venezuela más de quinientos años, juntamente con la América Hispana (1502-2020), viven pueblos que seguimos llamando indios, aborígenes o indígenas. Algunos grupos integran el Mapa etnográfica de Venezuela, que los antropólogos confeccionan unas veces de acuerdo con las lenguas que hablan y otras con conceptos ecológicos. Los indios son los antepasados, pero también permanentes testigos hasta nuestros días, cuando aún están ahí, en algunos lugares remotos del país, las selvas al sur del Orinoco, en su delta, o por la Guajira, en el occidente, a veces cerca de las ciudades, otras en su nicho ecológico aún vivo. Cuántos fueron, no se sabe con certeza, tal vez trescientos mil en los primeros años del siglo XVI. Cuántos son, tampoco está hoy bien determinado, quizá sólo unos treinta mil.
La presencia del indígena en la formación del pueblo venezolano resulta especialmente importante por la antigüedad de sus culturas y por ser un poderoso ingrediente cultural del mestizaje. El pueblo venezolano, como todos los latinoamericanos, es el producto de un mestizaje viejo, desde el siglo XVI (indios, españoles, negros) y un mestizaje nuevo, en los últimos cuarenta años 1936-1976 (viejo mestizaje, más fuertes contingentes españoles, portugueses, italianos y otros). En el mestizaje antiguo, creador sociológico del hombre histórico venezolano, las etnias indígenas desempeñan un papel importante; pero absorbidas por el predominio de la cultura en lengua Castellana.
Seguramente podrá comprenderse con claridad el fenómeno de absorción de las culturas indígenas, a través del mestizaje de una parte, y el de la destrucción, desde luego, de gran parte de esas culturas, si señalamos los grupos étnicos actuales, sobre el Mapa etnográfico de Venezuela y regiones adyacentes, elaborado en 1971. Se observará cómo la mayoría de los grupos étnicos se encuentran al sur del país, en la línea donde se detuvo el poblamiento hispánico en el siglo XVI y el esfuerzo realizado en la segunda mitad del XVIII. Algunos de los grupos son tan pequeños, que han desaparecido o tienden a desaparecer. Todavía en 1971 se mencionaba la etnia Chaima, entre los estados Sucre y Monagas; pero con las correcciones de Walter Coppens al mapa ese grupo ha desaparecido.
Tal vez convenga dejar aquí el testimonio de esas culturas indígenas sobrevivientes a la altura del quinto siglo de historia del pueblo venezolano. Estos son los 21 grupos reseñados para 1977: Akawai, ubicado en la frontera del Estado Bolívar con Guayana Esequiba, población estimada 200 habitantes; Arahuaco, del Delta Amacuro, en la frontera de este Territorio con Guayana Esequiba, 100 individuos "muy aculturados"; Arahuaco, del Río Negro, con cinco subgrupos (Baniva, Bare, Guarekena, Kurripako, Piapoko), en la frontera del Territorio Federal Amazonas con Colombia y Brasil, 1050 habitantes; Arutani, en el sur del Estado Bolívar, 10 individuos, es decir, "prácticamente extinto"; Bari, al oeste del Estado Zulia, frontera con Colombia,768; Guajibo, al sur del Estado Apure y noroeste del Territorio Federal Amazonas, 2.250; Guajiro, dispersos en el noroeste del Estado Zulia, frontera con Colombia, 6.500; Hoti, límite medio del Territorio Federal Amazonas y Estado Bolívar, 220 ; Kariña, centro y sur del Estado Anzoátegui y norte del Estado Bolívar, en "pequeñas enclaves", 2.300; Panare, noroeste del Estado Bolívar, 1830; Paraujano, noroeste del Estado Zulia, "lingüísticamente casi extinto", 80; Pemón, el centro, este y sureste del Estado Bolívar, 6.500; Piaroa, centro y noroeste del Territorio Federal Amazonas, 2.500; Puinave, cerca de San Fernando de Atabapo, en el Territorio Federal Amazonas, 180; Sape, al sur del Estado Bolívar, mezclado, casi extinto, 10; Warao, en el delta del Orinoco y en Guayana, 9.600; Yabarana, mezclado, zona de San Juan de Manapiare, Territorio Federal Amazonas, en proceso de extinción, 35; Yanomami, suroeste del Estado Bolívar y sureste del Territorio Amazonas 7.500; Yaruro, centro y sur del Estado Apure, 980; Yekuana, llamados también Makiritare, sur del Estado Bolívar, noroeste y centro del Territorio Federal Amazonas, 1.500; Yukpa, en el oeste del Estado Zulia, frontera con Colombia, 1.050. Como se ve, las 21 etnias, tres grupos están en proceso de extinción, según los antropólogos.
¿Cuál será el destino de esas culturas minoritarias? La antropología, la política discuten apasionadamente en busca de un entendimiento. El mestizaje ha sido el camino histórico. Sin embargo, una nueva sensibilidad —que ya inauguraron las Leyes de Indias, la reina Isabel y fray Bartolomé de Las Casas— procura crear una posición de salvaguarda de las etnias, para que en el conjunto de la cultura criolla, global, venezolana y latinoamericana, hispanoamericana esencialmente, vivan esas minorías conservando sus valores. De acuerdo con este criterio antropológico, la diversidad étnica no se opone a la integración. No se trata de "conservar" las culturas indígenas, sino de respetarlas y ayudarlas a realizar los cambios socioculturales con las menores perturbaciones posibles. Es decir, que una convivencia intercultural mantendría vivas las fuentes indígenas. Dice Monsonyi, vehemente sostenedor de esta tesis antropológica en Venezuela: "es factible y altamente deseable la supervivencia de las culturas indígenas, al igual que la de los grupos portadores". Se trataría de "una solución pluricultural, en la cual cada cultura desarrollaría su propia dinámica, enriquecida por los aportes provenientes de configuraciones socioculturales mayores de carácter tanto nacional como supranacional". "Al atribuirse a cada cultura el valor e importancia que le corresponde como modelo de convivencia humana y conjunto estructurado de realizaciones colectivas, y más aún, al admitir que no hay incompatibilidad real entre las distintas culturas, se abre el paso para la preservación y autorrealización de todo grupo étnico por pequeño que sea". Ya intentaba esa convivencia, en el orgulloso mestizaje de su Historia, el Inca Garcilaso de la Vega. Entre los grupos citados por el antropólogo está el Arahuac, del territorio Federal Delta Amacuro, que en 1972 tenía 200 individuos; hubo que borrar al Guaiqueri, de la isla Margarita; el Arutani, del estado Bolívar, en el Alto Paragua, estaba "casi extinto". Tal vez, tal vez. La presencia de las culturas indígenas está en la corriente de la historia, inseparablemente, junto al destino que llamamos nacional, expresado en lengua castellana.
Esos 21 grupos, menos de sesenta mil individuos, representan al más antiguo hombre venezolano. Hay arqueólogos que aseguran diecisiete mil años para los primeros invasores, paleoindios cazadores de mastodontes, gliptodontes y megaterios. Llegaron al territorio; no son originarios de él, sino sus conquistadores, como lo serán los españoles. Fundadores de la historia actual. En el más reciente estudio sobre la existencia de las culturas indígenas venezolanas, se logra establecer como fecha más antigua para los indios el año 12000 antes de J. C. Toda una historia a la Historia, cuando los indígenas tomaron posesión de la morada venezolana, desarrollaron culturas, crearon lenguas, fabricaron casas, abrieron caminos, fueron a la guerra, formaron tribus, acotaron la paz.
Pero ya sea a partir del 17000 a, de J. C. o sólo desde el 12000, como asegura Sanoja, las culturas indígenas venezolanas llevaron a cabo todo un largo proceso de conformación de valores, con los cuales contribuyeron —de alguna manera todavía no del todo apropiadamente estudiada— a identificar la sociedad histórica venezolana de nuestros días, la que ahora (cumplirá quinientos veinte y ocho años de tradición.
A vuelo de pájaro podrían señalarse tres períodos en el desarrollo de esas culturas indígenas venezolanas, sí se toma como referencia el comienzo del período histórico, esto es, el siglo XVI. Se tratarías, así, de un extenso período prehispánico hasta el último año del siglo XV, pues ya en 1501 las excursiones españolas por la costa comienzan a tomar cuerpo, incluso con el intento de fundar ciudades y de organizar provincias. Correspondería ese período a la prehistoria (paleoindio, paleolítico, tal vez desde el 12000 al 5000 a, de J. C.); a una protohistoria (mesoindio y neoindio, neolítico y neolítico avanzado) desde el –5000 al 1500 d. de J. CV. Luego vendría el relampagueante período de contacto, es decir, el proceso de transculturación europeo, con el poblamiento hispánico, correspondiente al siglo XVI. Y por último, el período hispánico hasta la fecha, cuando el proceso aún no ha terminado.
Mario Sanoja dedica su atención principalmente a lo que denomina formaciones aborígenes en el prehispánico, con sus respectivas áreas de producción, de acuerdo con el lenguaje marxista. Se trata, desde luego, de una ubicación de los procesos culturales indígenas, estudiados a la luz de la arqueología y de otros métodos culturales. El aparecimiento de los grupos humanos en el territorio comenzaría con cazadores y recolectores, entre el 14000 y el 4000 a, de J. C. en Guayana, al Sur, y en Falcón principalmente, al Norte; luego cazadores-recolectores, recolectores marinos y agricultores vivirían en Guayana, al oeste del lago de Maracaibo y en las costas de Falcón y del oriente (Cumaná) entre el 4000 y el 1000 a. de J. C.; Continúan los recolectores marinos y los agricultores a lo largo del último milenio antes de Cristo al noroeste del lago y en el centro y el oriente; para el primer milenio de la era cristiana los agricultores llenan el territorio, con excepción de las selvas de la Orinoquia, y a lo largo de la costa viven agricultores y recolectores marinos. Una diversificación cultural avanzada hacia el 1500 d. de J. C., con el aparecimiento de una agricultura con riego en el piedemonte andino y parte de los llanos occidentales. La agricultura, cultivo de la yuca, tuvo su comienzo en el oriente, en los procesos de la denominada cultura conoucoide, a orillas del Orinoco. Estas son palabras del investigador: "La introducción temprana de la horticultura y la vida sedentaria, ocurrió en Venezuela de manera más orgánica y con un impacto social y económico más significativo en la región del Bajo y Medio Orinoco de grupos humanos portadores de tradiciones alfareras, una de las cuales, la denominada tradición barrancoide, muestra similitudes estilísticas en cuanto a los elementos decorativos incisos, anchos y modelados, de las vasijas, con otros sitios arqueológicos tempranos del noroeste de Suramérica".
El profesor Miguel Acosta Saignes (1908) uno de los maestros venezolanos en el campo de la antropología, clasificó las culturas indígenas venezolanas para la víspera del contacto hispánico, en diez áreas culturales, un concepto todavía vigente y en todo caso coincidente con el de áreas de producción. ¿No es la producción (recolectores, pescadores, cazadores, agricultores, alfareros) una manifestación, un proceso, de una determinada cultura? Una religión, una lengua, una organización (clánica, tribal, familiar), unos hábitos espirituales, dirigen las necedades de la subsistencia, conducen a un mejoramiento, a un nuevo estilo de vida, al enriquecimiento de la fabricación de vasijas. La cultura, con toda su complejidad, modifica los artefactos líticos bifaciales de Camare, en el Estado Falcón, para convertirlos en las vasijas decoradas y en las figuras antropomorfas del área de lago de Valencia.
En su libro Estudios de etnología antigua, Acosta Saignes estableció como áreas culturales indígenas las siguientes: áreas de la costa caribe, la de los ciparicotos, la de los arawacos occidentales, la de los jirajaras, la de la Guajira, la de los caribes occidentales, la de los Andes Venezolanos, la de los recolectores, la de los otomacos y el área Guayana. El antropólogo ha corregido y perfeccionado el estudio de esas áreas, que presenta de este modo:
"Sí resumimos lo expuesto sobre nuestra idea actual acerca de las áreas culturales de Venezuela prehispánica, podemos decir lo siguiente, como guía para el mapa que acompaña a este trabajo: Trazamos, sobre la base de los trabajos realizados por algunos autores extranjeros, como Steward, Kirchhoff, Murdock y Métraux, y de acuerdo con las fuentes históricas, las áreas siguientes:
"Área de la costa caribe.–Desde Paria hasta Borburata. Es preciso considerar tres subáreas: la de los cumanagotos, la de los palenques y la de los caracas.
"Área de los ciparicotos.–Aparecen como una inclusión entre pueblos caquetíos. Pueden haber sido avanzada de caribes que resultó aislada por factores que descocemos.
"Área de los arawacos occidentales.–Comprende los caquetíos de la costa de Falcón y los de los estados Lara y Yaracuy. Se extiende hacia al Sur con los caquetíos de los Llanos, que cultivaban menos y llega hasta las zonas de los Achaguas, en el Airico. Se caracteriza por la presencia, asociados a los pueblos arawacos, de otros de habla betoye.
"Área de los jirajaras.–Incluye a los jirajaras y ayamanes, así como a sus vecinos exaguas. Los gayones deben considerarse, aunque algunos autores los hacen un todo con los otros nombrados, como pertenecientes al área de los recolectores de los Llanos.
"Área de la Guajira y del lago de Maracaibo.–Se refiere a la porción venezolana de la Guajira. Allí se hallaron en el siglo XVI solamente recolectores, cazadores y pescadores.
"Área de los caribes occidentales.–Comprende a los pemenos y bobures, así como la extensión de los llamados motilones hacia Perijá.
"Área de los Andes Venezolanos.–Prolongan, dentro del territorio venezolano, de las culturas andinas, representadas por los timotocuicas.
"Área de los recolectores.–Incluye los recolectores, cazadores y pescadores de los Llanos, desde el delta del Orinoco, donde son sus actuales representantes los guaraúnos, hasta los estados Portuguesa y Lara.
"Área de los otomacos.–Incluye a los otomacos, guamos y taparitas y, parcialmente, a los yaruros.
"Área de Guayana.–Abarca todo el territorio situado al sur del Orinoco. En él hay algunas subáreas que por ahora no señalamos. Los salivas y piaroas, por ejemplo, han sido añadidos por Métraux a los achaguas. Preferimos no realizar por ahora otras subdivisiones del área de Guayana ni en la vecindad de dichos achaguas."
Posteriormente, Acosta Saignes publica un mapa de las Áreas culturales prehispánicas de Venezuela (recolectores occidentales; pescadores del lago; caribes occidentales; timotocuicas; arawacos occidentales; ayamanes y jirajaras; caribes de la costa; recolectores, cazadores y pescadores; área mixta de Guayana; otomacos) que coincide con otro de Áreas de producción prehispánica (recolectores primitivos, cazadores y pescadores especializados, agricultores medios, horticultores, agricultores superiores, agricultores de selva con inclusiones de recolectores).
Pero bien se estudien como áreas culturales, o bien como áreas de producción, como formaciones o como culturas, los pueblos indígenas estuvieron en el territorio venezolano milenios antes de comenzar el proceso histórico que ha dado rostro al actual país. La historia del pueblo venezolano, que se presenta en sus rasgos esenciales en este libro, quedaría incompleta, no se entendería apropiadamente, sin tener en cuenta las voces antiguas que aún se oyen en la arqueología, en las fuentes históricas, pero también en los 21 grupos (tal vez sólo ya 18) vivos en las orillas de la tierra.
"En el contexto de Venezuela, se entiende por indígena el descendiente de los habitantes aborígenes en el tiempo del descubrimiento y de la conquista americanos, que viviere todavía integrado dentro de sus propias estructuras socioculturales y lingüísticas", definen Daniel de Barandarián, etnólogo, y Walter Coppens, antropólogo, en Ensayo de formulación de una doctrina indigenista venezolana, en América Indígena, vol. XXXI, núm. 1, enero de 1971, Caracas.
*En Atlas de Venezuela, Ministerio de Obras Públicas, Dirección de Cartografía Nacional, Caracas, 1969, pág. 199.
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